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Es la situación que «nunca quieres que te pase». Una de esas escenas de película en las que, en pleno vuelo, las azafatas gritan aquello ... de «¿hay algún médico a bordo?» Un estudio publicado hace una década por la revista Critical Care concluyó que en el 80% de los vuelos, en efecto, hay un galeno en las butacas. En el avión que despegó de Málaga con destino a París el miércoles a las cinco de la tarde era Estefanía García, médica cordobesa residente en el nuevo Clínico que salvó la vida de una mujer en shock anafiláctico.
Es la reacción con la que el cuerpo responde a un elemento 'extraño', o que el organismo identifica como tal. En el caso de la mujer cercana a los 40 años que empezó a asfixiarse fueron los trozos de piña contenidos en un bollo servido a bordo. Y que probó sin saber lo que comía. Apenas había pasado una hora desde el despegue cuando, después de ingerir la fruta a la que es alérgica, empezó a encontrarse mal.
Hasta el punto de que cuando Estefanía pudo atenderla apenas notaba ya el pulso de la mujer. Tenía cerradas las vías respiratorias. «Empezó a convulsionar, la puse en posición de seguridad, de lado, y en ese momento le metí la mano para mantener la vía aérea abierta», relató ayer Estefanía, por teléfono, desde las calles de París. En parada cardiorrespiratoria y con la garganta prácticamente cerrada, la médica encontró sus dos mejores aliados en el botiquín del Boeing 737 de AirEuropa.
Por norma, los vuelos comerciales de cierta envergadura deben contar con dos tipos de 'kits' a bordo: uno de primeros auxilios con material y medicinas para solucionar alguna indisposición o herida de carácter leve y otro de emergencia con lo indispensable para salvar una vida, llegado el caso, esa escena de película. Estefanía cogió una cánula para despejar las vías respiratorias y una ampolla de adrenalina. «Yo sabía que era lo que me hacía falta, lo que tenía que ponerle en ese momento, y lo pedí; daba por hecho que lo tenían porque es lo más básico», rememora horas después de la experiencia. Abrió la vía para que pudiera respirar e inyectó la adrenalina en el muslo.
Así logró estabilizar a la viajera, residente en Francia. Llegó entonces la duda de si continuar con el vuelo hasta París o emprender el protocolo del aterrizaje de emergencia. En un principio, la mujer empezó a recuperarse, por lo que barajaron la opción de continuar con la ruta prevista y aterrizar en el Charles de Gaulle. Eso sí, Estefanía siempre prestó atención al ritmo cardiaco de la enferma, pues la dosis de adrenalina provoca taquicardia. Unos minutos después cambiaron los planes: llegó la recaída cuando todavía restaba una hora en el aire, así que la médica y la tripulación optaron por el aterrizaje de emergencia.
ESTEFANÍA GARCÍA
El dibujo que el avión traza en las webs de seguimiento aeronáutico muestra cómo, a las 18.48, los pilotos viran hacia el oeste y emprenden un descenso a la altura de Burdeos. Pasa a tomar tierra 24 minutos después en Nantes. Allí esperaba una ambulancia.
Estefanía no tuvo problema a la hora de informar a los médicos, pues mantiene el francés aprendido durante su estancia Erasmus en el país vecino. «Habían activado la emergencia sanitaria, subió el médico hablando conmigo, le informé de la medicación, la bajaron estable y se la llevaron al hospital». Tras una hora en Nantes, la tripulación siguió el camino en el mismo vuelo.
De que Estefanía García tiene capacidad de resolución no cabe duda. Ella optó por la especialidad de Cirugía General y Aparato Digestivo precisamente porque le ofrecía la posibilidad de abordar un área amplia de la Medicina y «muy resolutiva». Está a menos de dos meses de acabar su etapa de médica interna residente en el Nuevo Clínico. Ayer, su móvil no dejó de sonar, entre medios, compañeros, amigos y familiares que quisieron darle la enhorabuena.
«Es una situación que nunca quieres que te pase, aunque hay una serie de urgencias que cualquier médico, tenga la especialidad que tenga, sabe atender, pero son cosas que en mi día a día no tengo que hacer», cuenta. Recuperada del susto y en pleno viaje –regresa a principios de la semana que viene– reconoce que actuó rápido, que mantuvo la calma sin saber cómo: «Vi la situación, lo que implicaba, que se estaba muriendo, y simplemente actué; todos los conocimientos te van saliendo». «Fue muy gratificante, la vez que más he sentido que le salvaba la vida a una persona».
Nada ha vuelto a saber de Melana, la mujer francesa de la que fue salvavidas a 36.000 pies de altitud, 11 kilómetros sobre el suelo.
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