CONSEJO ASESOR EDITORIAL DE IDEAL | José Morenodávila (Exdirector general de IDEAL), Manuel Titos (Catedrático de Historia de la UGR), María Ángeles Orantes Zurita (CEO de La Cueva de 1900), José Antonio Lorente (Catedrático de Medicina Legal de la UGR) y Eduardo Peralta (Exdirector de IDEAL)
Juan Ramón Jiménez escribió en 1923, un poco antes de su memorable viaje a Granada, un poema en el que describe la emoción de viajar en tren: «La vieja locomotora / me lleva lejos / a un mundo nuevo / de aventuras y sueños». Antonio Machado en su poema sobre el tren se quejaba de que «lo molesto es la llegada», algo emulado luego por Kavafis: «Cuando emprendas tu viaje… / pide que el camino sea largo». También Rafael Alberti expresaba el placer de la lentitud ferroviaria: «Tren del día, detenido / frente al cardo de la vía. / Tren de noche, detenido / frente al sable azul del río».
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Podría pensarse que estas reflexiones poéticas hubieran sido inspiradas por un viaje hacia tierras granadinas, donde la historia pareció quedar detenida, sin pulso, sin aliento y sin prisas. Granada, que fue centro de poder del último reino musulmán de la península Ibérica y la más grande ciudad española, nunca llegó a ser en la época cristiana lo que fue antes de la conquista; sobrevivió entre el poder civil de la Chancillería, el religioso del Arzobispado y la Inquisición, el cultural y científico de la Universidad y el militar de la Capitanía General, pero sus habitantes disminuyeron y la ciudad atravesó, como dijo Domínguez Ortiz, dos largas centurias casi intemporales en las que permaneció idéntica a sí misma. Granada pasó de ser la capital de un reino independiente a ser el centro de un reino administrativo, y éste, además, se fraccionó en 1833 en tres provincias; otras reformas administrativas y burocráticas hicieron que Granada fuera lentamente perdiendo poder y riqueza, y que quedara aislada durante decenios en un sur peninsular que había sido olvidado en todos los proyectos de revitalización económica, viaria y cultural. En 1898, Ángel Ganivet escribía que ahora, después de tanto tiempo de inacción, «nuestra capital se halla a dos pasos de convertirse en un pueblo al que se puede despojar impunemente de lo poco que le va quedando, con la seguridad de que se despoja a un rebaño de borregos inofensivos que se dejaran trasquilar sin salir de su balido desolador». Lo sorprendente es que esto, escrito hace 127 años, podría publicarlo hoy, sin escándalo, IDEAL.
Pero no creemos en la Granada eterna, sino que más bien estamos con Octavio Paz, cuando decía que la búsqueda de la identidad no es más que un pasatiempo de intelectuales ociosos y que tras ella se embosca casi siempre una conjura contra la libertad individual, o una justificación para la inacción, que diríamos nosotros, y no creemos que ni la historia ni la geografía sean tan severas como para determinar un futuro en el que nadie nos va a eximir de nuestra responsabilidad para construirlo.
En la construcción del futuro las comunicaciones han desempeñado un papel no solamente fundamental sino prioritario
Estamos de acuerdo en que el crecimiento económico de Granada tiene que basarse en aprovechar sus propias potencialidades. Eso no significa que haya que renunciar a conseguir el mayor volumen de inversiones públicas y que no haya que seguir vigilando que la política presupuestaria se oriente con efectos redistributivos que impidan la acentuación de las diferencias territoriales. Más aún cuando algunos de los factores necesarios para el desarrollo de Granada tienen que ir forzosamente vinculados a la financiación pública, cuales son las comunicaciones, la política hidráulica y forestal o las infraestructuras universitarias. Y ahí es donde la sociedad granadina, sus instituciones y sus representantes políticos, elegidos por los ciudadanos para que conduzcan y empujen el carro, tienen que estar comprometidos y vigilantes.
Algunos historiadores han explicado el secular letargo de Granada en el medio siglo de diferencia con el que el medio de comunicación más revolucionario de la historia, el ferrocarril, llegó a nuestra ciudad hace siglo y medio. Creemos que llevan razón y que aprender de la historia siempre es saludable. Pero, pese al retraso, Granada aprovechó bien aquella oportunidad y de la mano de la llegada del ferrocarril y de los tranvías se desarrolló la industria azucarera y la minería del hierro, marcando uno de los periodos más fructíferos de la historia local. Uno de los más grandes economistas del siglo XX, Schumpeter, afirmó que nadie puede tener la esperanza de entender los fenómenos económicos de ninguna época –tampoco de la presente– si no domina adecuadamente los hechos históricos o no tiene un sentido histórico suficiente y que la mayor parte de los errores básicos cometidos en el ámbito económico se hallan en la falta de experiencia histórica a la hora de diseñar los planes de actuación. Así que para evitar que la historia vuelva por sus fueros y podamos impulsar en una dirección favorable el crecimiento hay que construir el futuro día a día. Esto es difícil, porque el legado recibido es el de un declinar arrastrado al menos durante los últimos cien años; pero las dificultades no son tantas que no puedan ser superadas con intenso trabajo, liderazgo eficiente y fe en el porvenir.
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En esa construcción del futuro las comunicaciones han desempeñado y lo siguen haciendo un papel no solamente fundamental sino prioritario, ya que constituyen el elemento imprescindible para que pueda darse un crecimiento económico sostenido. No es que las comunicaciones garanticen el crecimiento por si mismas, pero su insuficiencia, decrepitud o ineficiencia, son un obstáculo infranqueable para el mismo. Así que hay que correr más que los demás si queremos llegar al mismo sitio. Es el principio de la Reina Roja, cuando ésta le dice a Alicia que «aquí necesitas correr con todas tus fuerzas para permanecer en el mismo sitio. Si quieres ir a otro sitio, tienes que correr por lo menos el doble de deprisa». Aplicado el principio al ámbito económico, quiere decir que como los demás no se paran, si queremos progresar en términos relativos tenemos que correr más que ellos. Así de sencillo de decir aunque tan complicado de ejecutar.
Naturalmente que hemos progresado mucho en el último cuarto de siglo. Granada cuenta con una red de autopistas que debe completarse con la del noroeste en dirección a Córdoba; la red de carreteras locales va avanzando gracias a la gestión de la Junta de Andalucía y de la Diputación Provincial; el puerto de Motril se desarrolla razonablemente pero no lo hará de manera definitiva hasta que pueda enlazar con la red ferroviaria, proyecto que es necesario mantener en el horizonte; el aeropuerto necesita una gestión incesante en la promoción de vuelos de larga distancia y una mejora de sus propias infraestructuras para poder soportar inclemencias hoy no asumibles; y sobre el ferrocarril hay que mantener la presión para conseguir el retorno de la conexión con Levante y su inserción en la red europea de mercancías.
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Finalmente y sin duda que como tarea prioritaria, Granada necesita disponer de una línea de alta velocidad ferroviaria acorde con lo que se espera de esta denominación. La entrada en funcionamiento parcial hace poco más de cinco años del sistema actual, no solamente no ha mejorado desde entonces sino que ha ido a peor, al aumentarse los tiempos de manera progresiva. Hay cosas que van lentas, pero van, y de esa esperanza de mejora nos alimentamos: el tramo de Riofrío y Loja está ejecutándose y la entrada en Granada (soterrada, en trinchera o en superficie) y la nueva estación parecen estar encarrilados. Comprendemos que todo eso requiere su tiempo aunque ya se ha perdido demasiado y los efectos son irrecuperables. Pero hay una medida que apenas requiere voluntad y buena gestión y que responde a la iniciativa puesta en marcha por IDEAL como regalo de año nuevo: un tren sin paradas que permita hacer el recorrido de Granada a Madrid en tres horas. Para quienes disfrutan del traqueteo cansino y lento al que se referían los poetas con los que abríamos este artículo, que los hay, esto no es lógicamente una prioridad. Pero sí la es para el mundo empresarial, el de las relaciones comerciales, el de los profesores, investigadores, congresistas, gestores, estudiantes, trabajadores de toda índole o para ese otro tipo de turismo con el tiempo tasado, tan frecuente, por otra parte, en Granada. Para su consecución, unimos nuestra voz a las que ya se han manifestado, en la confianza de que algo que depende más de la voluntad que del costo, se pueda poner en marcha lo antes posible. Granada lo merece y sus gestores tienen que encontrar la fuerza y la influencia para conseguirlo.
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