Parece que fue ayer cuando mi padre, para ustedes Melchor Sáiz-Pardo, se jubiló del periódico IDEAL después de una larga carrera periodística en Madrid, Roma y fundamentalmente en Granada, su querida tierra natal. Fue a los pocos meses de esa fecha, cuando le ofrecieron ... ser el Defensor del Ciudadano en Granada. Un cargo, que por aquel entonces era desconocido.
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Recuerdo la ilusión, cual niño de cinco años, que le hizo saber que todos los partidos políticos apoyaron por unanimidad su propuesta. Parece que fue ayer cuando mi padre paseaba por la sección de libros y cafetería de El Corte Inglés hablando con todo el mundo y repartiendo sonrisas. También era muy habitual verlo por las librerías de Granada, ya que leer era otra de sus grandes pasiones. Muy frecuentemente se le podía ver junto con su inseparable perrita Greta, que se convirtió en su acompañante de camino tras morir mi madre.
Su amor por el periodismo influyó notablemente en nuestra familia, en especial en mi hermano Melchor Sáiz-Pardo de Benito, su sucesor, que ha seguido sus pasos y se ha convertido en otro gran periodista como lo fue él. Tanto le gustaba su profesión que hizo todo lo posible para que yo naciera el 24 de enero, San Francisco de Sales, patrón de los periodistas. Ese calentamiento de cabeza que tenía todos los días para buscar el tema de su columnilla, para él era un reto que hacía con mucho gusto porque era una forma de no perder ese enganche con el periodismo que él siempre tuvo.
Era un enamorado de la historia de Granada contemporánea de los 30 últimos años y de su gente, y en eso se basó para escribir muchas de esas columnas. Aunque vivió algunos años fuera de Granada porque estudió la carrera en Madrid y fue corresponsal de la Agencia Efe en Roma, era un granadino de pura cepa, que le gustaba disfrutar y patear los sitios más emblemáticos de su ciudad, como merendar en el Café Fútbol, comer churros en la Plaza Bib Rambla, pasear por el centro y disfrutar del ambiente. Como buen granaíno, le encantaba ir de tapas y no le gustaba nada que le pusieran con su cervecilla o su Coca Cola Light unas simples aceitunillas. Él quería una tapa grande. Las personas que lo conocieron sabían cómo era Melchor. Si tuviera que utilizar un solo adjetivo para describir a mi querido padre, utilizaría 'entrañable'.
Siempre tan cuidadoso con sus palabras para no dañar a nadie, con esa gran voluntad de ayudar a todo el que se lo pidiera. Esto lo pudieron apreciar las personas que trabajaron con él cuando fue director del periódico IDEAL, pero, sobre todo, donde se pudo disfrutar de su esencia fue cuando trabajó como Defensor del Ciudadano, porque ahí hacía lo que más le gustaba: Ayudar. Y ese es uno de los mejores legados que me ha dejado, su humanidad. Su entierro fue duro, pero me quedo con todos los amigos/as que pasaron para despedirse de él y con el sentir de todos los que lo querían. Su adiós no pudo ser de otra forma, porque tengo entendido que la gente muere como vive y él vivió por y para su periódico, por y para la gente que lo rodeábamos.
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A pesar del deterioro que poco a poco lo iba consumiendo, las entradas y salidas del hospital, él nunca perdió su ilusión por la vida, y en muchas ocasiones me decía: «Ysita, yo pienso durar mucho tiempo, como mínimo diez años más». Y sus ganas se quedaron en el camino el 18 de febrero de 2019. Por último, me gustaría contarles que él siempre ha estado a mi lado, porque además de ser periodista ante todo fue un gran padre. Él siempre estuvo cuando lo necesité, en todos los momentos más difíciles de mi vida, pero, donde no tuve duda de lo que me quería y además nunca se me olvidará y siempre le estaré más que agradecida, fue cuando murió mi madre y al día siguiente nació mi hija. A pesar de que acababa de fallecer su compañera de viaje, su querida 'Chiti', sacó fuerzas de flaqueza, y ahí estuvo al lado mía en cada momento, arropándome y haciendo que todo fuera más llevadero. Por eso, papá, el poder escribirte estas letrillas (como tu decías) en 'tu amado periódico' como recuerdo de aniversario de tu partida, ha sido el mejor reconocimiento y la mejor manera de poder darte las gracias por ser una de las mejores personas que he conocido nunca y por ser el padre que has sido.
El 18 de febrero del 2019 se transformó tu energía, porque tú sabes de todas las veces que elucubrábamos sobre la vida y sus entresijos, lo que yo pienso sobre todo esto. «La energía no se crea ni se destruye, solo se transforma» como decía Antoine Lavoisier. Y yo sé que tú te has transformado para seguir acompañándome durante toda mi vida. Por todo, gracias papá. Tu hija Ysa, que siempre te lleva en el corazón.
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