Cerámica Fajalauza: Una vida entre tierra, agua, fuego y aire
Memorias de Ida y Vuelta ·
La familia de Cecilio Morales Moreno, de 98 años de edad, prepara ya la fundación que recogerá los cinco siglos de historia de la fábrica del AlbaicínSecciones
Servicios
Destacamos
Edición
Memorias de Ida y Vuelta ·
La familia de Cecilio Morales Moreno, de 98 años de edad, prepara ya la fundación que recogerá los cinco siglos de historia de la fábrica del AlbaicínEl 3 de febrero de 2015, han pasado ya cuatro años y Cecilio Morales Moreno suma ya 98 primaveras sin pestañear, diagnosticó la salud de la cerámica granadina. Lo recogió el periódico IDEALen una crónica de Manuel Pedreira sobre la entrega en el teatro Isabel La Católica de los reconocimientos y honores de la ciudad.
La información constataba que «Cecilio Morales recogió el diploma concedido a la fábrica de cerámica y azulejos Fajalauza. Su sobrino leyó las palabras de agradecimiento del empresario, que puso el acento en las dificultades de los momentos actuales en los que los turistas se llevan recuerdos de la ciudad 'fabricados en China'». Certero. Sincero. Clavadico.
No es el único. De hecho, ya no se vende cerámica en el Albaicín. Hace un año, Juan Miguel, el último comerciante de artesanía granadina de la calle Elvira cerró su tienda después de cuarenta años al frente del mostrador. La crónica del cierre de su establecimiento destacaba sus palabras:«Permanecen, reconoce, tiendas de souvenirs donde puedes encontrar piezas sueltas, y en Haza Grande está Fajalauza, y en el Centro hay dos que resisten, en el Pie de la Torre y en la Plaza de Pescadería, pero una tienda en el Albaicín donde puedas comprar por ejemplo una vajilla completa de doce servicios de cerámica de Granada, nada de nada».
Y remataba: «Cuidado, que hay mucha artesanía con comillas por ahí que lo que hacen en vez de pintar es ponerle una pegatina de serigrafía. Eso no resiste el paso del tiempo ni la exposición al sol. La cerámica buena sale de hornos casi a mil grados, dime tú si no aguanta sin deslucir sus dibujos y sus colores». ¿Les suena? Exacto, una crítica similar a la de Cecilio Morales Moreno.
Seguimos. Ni Cecilio ni Juan Miguel han sido tan siquiera los primeros en alzar la voz. El 20 de noviembre de 1977 el periódico IDEALrecogía en la subsección titulada 'Tras los últimos alfareros' que «Como toda la artesanía, se resiente de la falta de aprendices que permitan su continuidad». Más. El 26 de agosto de 1981 se publicaba un extenso reportaje que recogía que «La crisis de la artesanía y la proliferación de talleres de cerámica nos han obligado a reducir la producción en un 30%». El concienzudo reportaje, a doble página, se encuadraba de nuevo bajo el epígrafe 'Examen a la artesanía granadina', y era ya la octava entrega.
En enero de 2008, y otra vez en las páginas de IDEAL, el periodista Andrés Cárdenas buceaba entre los ceramistas del Albaicín y concluía con un titular demoledor que describía la situación del sector hace ya once años: «Los últimos de Fajalauza». El subtítulo insistía en que «solo cinco personas trabajan ya en las dos únicas cerámicas típicamente granadinas que quedan, actividad que fue durante mucho tiempo uno de los puntales de la economía de la capital».
«Serán mis primeros 98 años. Nací en 1921, reinaba en España don Alfonso XIII. Y luego, la Dictadura de Primo de Rivera». Así, sin desayunar, para dejar claro que su memoria está fresca, las manos vivas, el alma inquieta. Cecilio Morales Moreno espera sentado con su bata de oficio de color azul, ropa de vestir holgada y recia y muchas ganas de hablar. Apunto de cumplir esos 98 años, va encajando un tema con otro con inteligencia de chiquillo que ha visto mucho y vivido más. Explica sus cien años de vida entre tierra, agua, fuego y aire, los cuatro elementos de la naturaleza que lo son también del material con que nace la cerámica. Su cerámica de Fajalauza, en una fábrica que suma ya cinco siglos de historia.
Esta industria está fechada documentalmente en 1517 «y se ha transmitido de padres a hijos hasta la actualidad». Está situada desde la época Nazarí en el arrabal de Fajalauza junto a la puerta del mismo nombre o puerta del Collado de los Almendros. Como dice Cecilio, «extramuros del Albaicín», es decir, justo después de la muralla, que todavía se conserva. Ypegada a la acequia de Aynadamar, «cuyo único tramo urbano visible besa la fábrica», explica.
Por esta razón, hay muchos proyectos en marcha que buscan conservar el rico patrimonio que supone la fábrica de cerámica. Entre ellos, la familia prepara ya la inminente presentación de la fundación creada para el futuro inmediato, se está buscando la posibilidad de tramitar la declaración del lugar como Bien de Interés Cultural, se conciertan visitas de aprendizaje con escolares del colegio público Gómez Moreno del Albaicín y se pretende extender esta actividad al resto de centros escolares de Granada.
Por último, se quiere vender la cerámica por internet, pero Cecilio dice que nones. Yremata:«El que quiera saber, que compre», en referencia a un viejo refrán que indica que quien quiera su cerámica tiene que pisar el viejo Albaicín.
Cecilio Morales Moreno, que durante 34 años ha dirigido las clases de cerámica artística en la Escuela de Artes y Oficios de Granada, no para y ahora combina ambas experiencias en su actividad actual. Sus productos están realizados siguiendo la técnica tradicional árabe «de la que somos sus más fieles continuadores y prueba de ello es, entre otras realizaciones, el paño de azulejos del patio de los Arrayanes del palacio de la Alhambra».
Es el momento perfecto para hablar sobre el estado actual de la cerámica de Granada. Entonces, saca pecho: «Aquí no se hacía ni un solo azulejo, para empezar. Como mucho se hacía alguno por encargo. El que metió los azulejos aquí fui yo». Para que conste. También se precia de haber introducido «el reflejo metálico», con un más que considerable éxito.
Echa la vista atrás y cuenta que «aquí la gente se peleaba a la salida del horno para llevarse la mejor cerámica que producíamos. Lo mismo ahora con la crisis», tira de fina ironía albaicinera. «Hemos llegado a tener hasta cincuenta obreros y la cerámica se vendía como las rosquillas, porque en Granada y en los pueblos todo el mundo comía en mis platos de cerámica. Todos llenos de cocido». Qué sabroso apunte.
«Tenía cientos de clientes», prosigue, y «llegué a conocerme todos los pueblos del Reino de Granada. Recuerdo conducir con mi 'seílla' normal y corriente y descargar en Mancha Real y en cualquier otro pueblo. Echaba la parte de atrás y ponía tazones, fuentes jarrillos y todo lo vendía. Pueblo a pueblo».
–¿Yahora?
–Ahora la gente no tiene un duro y lo primero que pregunta es cuánto vale cualquier pieza. Y prefieren comer en platos sin alma.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Fermín Apezteguia y Josemi Benítez
Fernando Morales y Álex Sánchez
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.