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Miguel Ángel es un superviviente nato y acumula una montaña de vicisitudes de mal recuerdo por su adicción a la heroína. Ahora, es feliz. RAMÓN L. PÉREZ

«Me pincho heroína dos veces al día en el hospital»

Memorias de Ida y Vuelta ·

Miguel Ángel se inyecta heroína desde 1985 y es paciente del Pepsa desde 2003, «lo que me ha salvado y permitido reconstruir mi vida» | Carmen se enganchó con 26 años y ahora ha logrado rehacer su vida, vive sola y tiene trabajo fijo desde hace once años

Javier F. Barrera

Granada

Jueves, 4 de abril 2019

«Ojalá hubiera existido hace diez años…», titulaba el periódico IDEAL en el año 2003 un reportaje sobre tres toxicómanos que relatan su macabro idilio con la heroína y expresaban su esperanza de abandonar la adicción con el proyecto, entonces experimental, de prescripción de estupefacientes.

El reportaje iba directo al grano:«la carta de presentación de Pepe, Jaime y Antonio se puede resumir en tres letras: SOS. La mitad de sus vidas la han entregado por fuerza de la adicción a una dama llamada heroína: caprichosa, cara y demasiado vulgar para conocer los sabrosos y esporádicos secretos de la existencia. Los tres se hicieron mayores de edad antes de tiempo y aún no tenían años para votar cuando el polvo les empezó a llevar de luna de miel por cárceles, hospitales y centros de rehabilitación de todo tipo. Una auténtica pesadilla de idilio que habita en la planta baja del callejón del infierno, sin número».

Los tres protagonistas de esta historia fechada el año 2003 se llaman Jaime, Pepe y Antonio, y se dejaron fotografiar por la espalda. El protagonista de la historia de este año 2019 se llama Miguel Ángel, corrobora que la heroína es un infierno y da la cara: «Me pincho heroína dos veces al día en el hospital».

Miguel Ángel cumplió 55 años el 6 de enero:«Nací en Granada y me bautizaron en la Virgen de las Angustias. Mi madre era de Almería, trabajaba de vedette en Bilbao y se empeñó en que naciera en Granada». Ha vivido en Almería, en Bilbao, Salamanca, Zaragoza, Murcia y Cartagena, «porque soy hijo de padres separados, así que iba de prestado y luego a colegios internos». Era muy religioso:«He sido monaguillo pero vi cosas muy feas y perdí la fe».

Con veinte años fijó su residencia en Granada y puso un pub en la calle Alhamar, hace 35 años, era el comienzo de los años 80. «Era un tarambana, solo me gustaba conquistar a las chavalas, seducirlas, no para llevármelas a la cama, conquistarlas sin más». También fue padre. La vida le sonreía.

Con tal ritmo de vida, su mujer le dejó plantado porque no quiso cambiar:«Me quedé solo y volví a Almería. Con un amigo, Paco, que ya falleció –'El Pelícano' le decíamos–. Éramos porteros de discoteca porque estábamos cachas». Y más de lo mismo, noche, noche y más noche. «Alcohol y porros todos los que podíamos y más, pero cocaína y heroína nada, porque veíamos lo que le pasaba a la gente. Tuve amigos que se engancharon y me daba asco que se me acercaran».

1985. Se abrió la puerta del infierno. «Empecé a esnifar heroína. La primera vez me sentó fatal. Vomité hasta la papilla pero luego me dejó relajadillo. No sé qué pasó pero me quitó las penas. Desde pequeñito tengo problemas infantiles, traumas que incluso hoy no he superado, y la heroína me quitó el 90% de esa angustia, me liberó incluso de las ganas de morirme, de suicidarme».

Miguel Ángel argumenta que el trataimiento que recibe le ha salvado la vida. En los círculos, cobertura informativa del periódico IDEAL. Ramón L. Pérez

Por mil pesetas

«El primer año, cuando consumes, es una luna de miel constante, como la noche de bodas, luego te espera el infierno. Se pasa del placer a la necesidad, y estás enganchado hasta los ojos. Lo quieres dejar y te duele el primer día las uñas, el segundo las tripas y el tercero el alma. Y como con mil pesetas se te pasa, pues a conseguir mil pesetas», prosigue.

«Con 30 años intenté dejarlo, me fui a Cáceres a casa de mi madre. Al mes ya conseguí dejarlo y poder dormir y comer y hacer vida normal. Y volví a Almería. En vez de bajar en la estación de autobuses me bajé en El Puche para comprar heroína. Es lo único en lo que pensaba». El futuro, blanco heroína y negro fracaso. «Lo que me esperaba era intentara sobrevivir sin graduado escolar. Es decir, trapichear». El trapicheo le llevó entre rejas:«Ha estado 22 veces en el talego. Robaba, me cogían, el juez me decretaba prisión. A la cárcel, libertad provisional, y vuelta a empezar, a robar. He robado todas las sucursales de Almería».

«Tuve amigos que se engancharon a la heroína y me daba asco que se me acercaran»

Miguel ÁNgel

Volvió a Granada y se casó por la Iglesia con una profesora de instituto:«La conocí en la playa y al tercer día nos enrollamos. Me vino a buscar a prisión. Conocía mis líos pero esos 14 años de matrimonio vivimos muy bien. Yo intentaba dejarlo, picoteaba no picoteaba pero ya no era a destajo. Estuve con metadona y consumiendo». Así que el matrimonio naufragó:«Le costó dejarme. Ahora me llama todos los días. Me ha llamado hace media hora».

A Miguel Ángel le encontró Manolo en la calle, lo montó en su coche y lo llevó al Pepsa (El programa que dispensa heroína legal en Granada en el Hospital Virgen de las Nieves). «Me hicieron las pruebas y la entrevista. Tuve suerte y me tocó heroína (el otro 50% era metadona). Pero durante el primer año «me metía metadona, diacetil morfina (heroína sintética) y el revoltillo que pillaba en el Polígono».

Desde entonces (2003), «aunque puedes tomar hasta 300 miligramos de diacetilmorfina al día, tomo cien. No tengo síndrome, nunca he vuelto a tener 'mono', ni ansiedad. A mí y a mis compañeros nos sientan bien la heroína. Ojalá pusieran esto en Barcelona, Madrid, Bilbao... Ahorrarían dramas familiares, violencia, robos. Es un arma muy buena para luchar contra la drogadicción».

La heroína y sus efectos ocupaban muchas páginas del periódico. R. I.

«Tengo buena labia»

María (Huelva, 1970) la heroína le atropelló a los 26 años. Dejó los estudios y se puso a trabajar. «Mi padre no me dejaba hacer nada, pero me iba de marcha con mis amigas. En 1986 nos metíamos 'tripis', coca, porros y bebida. Lo 'otro' no. Llegué a estar con 16 años en una habitación con gente pinchándome y decía que no. No quería».

Se volvió a Mallorca. Empezó a trabajar en una compañía de seguros «y ganaba 250.000 pesetas en 1989». Se trasladó a Barcelona «y me iba realmente bien». En Barcelona estaba sola. «Me dio el punto y abandoné el trabajo. Quería volver a Granada. Tenía 22 años». Se echó un novio «y ese novio, fumaba 'chinos' (de heroína) de vez en cuando Me enfadaba, le decía que se iba a liar. Pero... mi cabecita pensó, que si él no se enganchaba se podría probar. Lo probé y fue mi perdición». «Nos fuimos a Valencia a quitarnos, continúa, pero me robó el coche, lo dejé tirado y me fui».

«Tengo calidad de vida, poco dinero y tiempo libre, y tengo el mismo trabajo desde hace once años»

María

Conoció a otro muchacho. Se pinchaba. Ycayó. «En aquella época (1988), sin robar, moviéndome todo el día, sacaba diez mil pesetas. Seguía siendo una muy buena comercial. Tengo buena labia. He llegado a pedir comida por las casa y se las he vendido a los gitanos. He vendido antigüedades que me he encontrado en la basura», explica. «Menos robar he hecho de todo, he vendido romero con las gitanas para la suerte, he tragado hachís para 'subir del Moro'. He aparcado muchos coches, he llevado coches a Ibiza con las ruedas llenas de hachís. Eso sí, ni 'enmonada' me he prostituido. Era superior a mis fuerzas».

En una de esas apareció el Pepsa. Y su vida cambió. «Tengo calidad de vida, poco dinero y tiempo libre, y tengo el mismo trabajo desde hace once años. No tengo pareja y no quiero».

–¿Qué es lo mejor del Pepsa?

–Pues que es heroína legal, sin cortes y gratis. Con el Pepsa tienes una seguridad.

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