Encarna Ximénez de Cisneros
Granada
Miércoles, 31 de agosto 2022, 00:06
¡Qué algarabía! Era el momento de echar el cierre y decir un 'hasta luego' a muchos amigos con los que, durante dos meses, han convertido la monotonía de la canícula en toda una fiesta. La Escuela de Verano Padre Manjón ha cumplido doce años ... ofreciendo un lugar para el encuentro en plenas vacaciones estivales a trescientos sesenta niños de la Zona Norte de Granada que tienen entre 6 y 16 años. Y todo ello, de forma gratuita.
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De diez de la mañana –o antes, gracias al aula matinal– hasta las dos y media de la tarde, almuerzo incluido, muchísimas actividades, como me contaba Carmen Prados, que es la coordinadora del colegio Juan Ramón Jiménez, donde hay cinco grupos; los dos restantes se ubican en el centro Andalucía, bajo la responsabilidad de Antonio Pineda.
Con Carmen me encontré el día de la despedida –«Voy a pasar un duelo», confesaba– hablando con emoción de lo vivido: «Las familias están encantadas y los peques también». Tanto que hubo algún lloriqueo al marcharse. El mismo que tuvo ese peque que entró el primer día muy compungido a las instalaciones y al que, jornadas después, se le escuchó un sincero: «Gracias por convencerme».
Yo hubiera dicho lo mismo, seguro. Imaginen: buena convivencia, salidas a la piscina de Almanjáyar, excursiones a la playa –parque acuático incluido– y encuentros informales con autoridades –estuvo el alcalde Francisco Cuenca– y con colectivos como el Ejército, la Guardia Civil o la Policía Nacional; además de una visita a la Base Aérea. Ahí es nada. Eso, además de otras temáticas en las que cada semana se iban involucrando.
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Alicia Mateos es la coordinadora de un proyecto donde conviven distintas nacionalidades y creencias; algo que no ha impedido ese ambiente «chévere» que, me contaba Trinitario Betoret, le había dicho una de las participantes.
Trinitario es el presidente de la Obra Social Padre Manjón y está muy orgulloso de lo que consiguen cada año, «gracias sobre todo al voluntariado, incansable», y a la ayuda que brindan el Ayuntamiento y la Junta, con la colaboración imprescindible de La Caixa.
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Porque es «un proyecto costoso», pero con una rentabilidad social, emocional y educativa en la que merece la pena invertir: «Espero que el próximo año podamos contar con más presupuesto para no tener que rechazar, como en esta edición, algunas peticiones».
En la visita al centro coincidí también con el secretario de la Obra Social, Eduardo Ortega, y con su hijo Pablo, involucrado asimismo en el proyecto; así como con David Betoret, director del colegio Padre Manjón.
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Hizo fresquito el último día de la escuela, lo que no impidió un penúltimo remojón, de agua y de espuma; y la comida para decir hasta luego. Podrán volver el próximo año si no superan los dieciséis años; Carmen llegó con ocho y ya tiene catorce. Algunos podrán ser premonitores, incluso. Y, en todos los casos, lo recordarán con mucha alegría. ¿Verdad, Maca?
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