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Juan Ramón sale a buen paso del Mercado de San Agustín con dos bolsas. En una lleva unos tomates que le han costado un ojo de la cara, a siete euros el kilo. «Son de un variedad exquisita», explica satisfecho. En la otra bolsa lleva unas gambas que tienen muy buena cara. «Es que hoy tengo invitados a cenar», explica. «Y quiero ponerles algo rico para picar», bromea.
–¿Y en qué va a consistir la cena, Juan Ramón?
–Pues tomate y gambas, lo que ves. Algo más caerá de lo que tengo en casa, pero en el Mercado de San Agustín están tiesos. Esto es lo que he encontrado.
La anécdota no lo es. Es lo que sucede en Granada con motivo de la falta de desabastecimiento por la huelga en el transporte y por los piquetes en Mercagranada. Por esta razón, en la frutería Yolanda, en los aledaños de San Agustín, ayer empezaron a sufrir falta de producto. «No tenemos frutas y verduras varias. Tiramos con lo que tenemos guardado en las cámaras», explican. «Si sigue la huelga, a este paso no llegamos con género al finde», comparten con un punto de desolación. «No tendremos nada de nada», se quejan con amargura.
Fruterías Martín
En Fruterías Martín trabajaban a ritmo durante la jornada de ayer, porque han sido previsores. «Teníamos las cámaras llenas de frutas y hortalizas, y nos hemos aprovisionado por ejemplo de naranjas, cebollas o papas». Pero no es suficiente, «ya faltan tomates y champiñones, las cámaras están vacías y tenemos huevos porque nos los trae un buen compañero que se ha enrrollado», explica el encargado.
Dentro del Mercado de San Agustín el puesto 57 es una frutería. Explican muy bien la situación. «Hemos ido hoy a las cuatro de la mañana –por ayer, martes–, con las furgonetas a Mercagranada a comprar fruta y verdura y hortalizas, pero los piquetes no nos han dejado entrar». Hay truco. «Nos hemos fijado que sí dejaban pasar a los turismos, así que hemos vuelto con nuestros coches y ya hemos cargado con lo que hemos podido. Veremos mañana a ver qué pasa», se preguntan.
Pescadería Serie de Oro
En este mercado, tres de las pescaderías existentes ni se molestaron ayer en subir sus persianas. Las otras tres sí lo hicieron.Dos de ellas son de la misma familia, y otra, según comentaron, abrió para vender lo que guardaba en la cámara. Ciertamente, su mostrador estaba semivacío.
Las otras dos pescaderías familiares, una del marido y la otra de la esposa, explicaron, lucían buen género. «Yasí vamos a estar todos los días, aunque tenga que traer el pescado con las manos y en carretilla», explica una de las dependientas. De momento, para la jornada de ayer, pudieron entrar igualmente con sus propios turismos y cargar el pescado.
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