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El pasado 15 de marzo, el asesor de Seguridad Nacional de Donald Trump, Mike Waltz, incurrió en la melonada de meter a un periodista en ... un chat en el que los gerifaltes del gobierno norteamericano ultimaban un ataque contra los insurgentes yemeníes. Fue una demostración de incompetencia tan depurada que incluso produce ternura. Es como si alguna autoridad propusiera dotar de uniforme a los espías.
Los estadounidenses, siempre tan dados a la grandilocuencia, han bautizado la pifia como 'brecha de seguridad'. Los dirigentes 'trumpistas', poco dados a la autocrítica, se han dedicado a matar al mensajero y no han rodado cabezas. Ninguna sorpresa por ese lado.
Podrían haber alegado en su descargo que al demócrata Bill Clinton le ocurrió algo similar en Granada, pero es que ese es un secreto que pocos conocen fuera de la ciudad de Alhambra. Corría el mes de julio de 1997 y la comitiva presidencial estaba a punto a llegar a la capital andaluza.
Clinton había conocido la ciudad 29 años antes en un viaje de mochila, carretera y manta, y quería volver a pisar las calles adoquinadas del Albaicín y ver la puesta de sol con la Alhambra y Sierra Nevada al fondo.
Los preparativos de la que iba a ser la la visita del siglo avanzaban con el disimulo propio de las grandes ocasiones. Mandaba la discreción. Es la fórmula del éxito en estos casos: hacer muchas cosas muy importantes sin que se note.
Pero entonces se abrió la 'brecha de seguridad'. Y lo hizo en un lugar insospechado: una mercería ubicada en el corazón de Granada. El comercio empezó a recibir en su fax –una máquina que ya es arqueología y permitía transmitir documentos a distancia– largas tiras de papeles escritos en inglés. Alarmados, los dueños del negocio pusieron los hechos en conocimiento del Ayuntamiento. La explicación del expediente X fue fascinante: alguien de los servicios de 'inteligencia' estadounidenses se equivocó de teléfono y envió a la tienda detalles 'secretos' de la visita de los Clinton a Granada.
Allí estaban, negro sobre blanco, los itinerarios de la caravana de Clinton, los apostaderos de los francotiradores, los lugares críticos... En fin, todos los detalles de la 'línea de fuego' que rodea a los presidentes de la primera potencia del planeta.
El desternillante episodio trascendió meses después de la histórica visita de Clinton. Gabriel Díaz Berbel, ya fallecido y alcalde la capital nazarí en aquel tiempo, fue la persona que 'desclasificó' el incidente cuando entendió que ya había dejado de ser 'materia reservada'.
A fin de cuentas, fue él quien tuvo que hacer frente al 'mercería-gate' en un primer momento. Acompañado de mandos de la Policía Local y de sus colaboradores más estrechos, se desplazó hasta comercio y, tras ver los folios confidenciales que habían colapsado el fax de la sedería, elevó el problema a instancias superiores.
Lo que no se supo nunca es si rodaron cabezas por aquella torpeza.
En el caso de la jaimitada cometida por el asesor de Trump, no ha habido consecuencias.
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