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Del mito de Tartesos a la realidad

Del mito de Tartesos a la realidad

Rincones al descubierto ·

Tejada la Vieja constituye un asentamiento tartésico de carácter urbano con muralla perimetral y zona excavada. Destaca la terraza superior, donde se concentra la trama urbana con presencia de varios edificios públicos

ÁNGEL RODRÍGUEZ

Granada

Domingo, 9 de agosto 2020, 00:30

Tartesos era un reino mítico, casi tanto como la Atlántida, pero en este caso, tangible por las evidencias arqueológicas que nos ponen en contacto con su existencia. Tarsis se encontraba más allá de las columnas de Hércules, en los confines del mundo, descrito no sin admiración por distintas fuentes antiguas: fenicios, griegos y hebreos. El texto que más ha marcado su carácter legendario es la Biblia, donde se menciona en varios pasajes. Así, con respecto a Salomón se dice que «todas las copas del rey eran de oro y toda las vajilla de la casa era de oro fino; la plata no se estimaba en nada en tiempo del rey Salomón, porque el rey tenía una flota de Tarsis en el mar junto con la flota de Hiram y cada tres años venía la flota de Tarsis, trayendo oro, plata marfil, monos, y pavos reales». Las naves de Tarsis aparecen citadas en varios pasajes más, pero su ubicación real generó un intenso debate entre historiadores y arqueólogos, resuelta a favor del suroeste peninsular.

Para los griegos, el topónimo no era solo el de un reino sino también el de un río (el Guadalquivir), un golfo y una ciudad que ocupaba una isla. La legendaria Tartesos estaba rodeada por la parte de tierra por el monte de los Tartesos, el monte Argentario y la laguna Ligustina, donde la plata y el estaño eran sumamente abundantes.

Información útil

  • Localización Municipio de Escacena del Campo (Huelva). Tomando la carretera HU-6110, 9 km del pueblo. El acceso está indicado. Desde la carretera se recorren 2 km por un carril de tierra que termina en el yacimiento.

  • Acceso El acceso debe concertarse con la Asociación Scatiana que se encarga de su difusión, organizando visitas guiadas

  • Tipo de protección Está declarado BIC, decreto 212/2007 de 17 de julio por el que se declara BIC con la categoría de Zona Arqueológica.

Míticos son los nombres de sus reyes Gerión, Gárgoris y Habis. De Argantonio se conoce su existencia histórica, el último rey que consolidó la alianza comercial con los griegos de Focea y que vivió más de ciento veinte años. Pero de la misma forma que Tartesos apareció en el tablero comercial y cultural del Mediterráneo, en torno al siglo IX A. C., desapareció abruptamente cuatrocientos años más tarde, sin dejar rastro.

¿Qué fue realmente Tartesos?

Independientemente de todas las leyendas alimentadas por la imaginación a lo largo de los siglos, Tartesos es el resultado final de un proceso de interacción cultural e influencia de los fenicios sobre las comunidades de la Prehistoria Reciente que habitaban en la zona de la desembocadura del Guadalquivir y en la cuenca minera de Riotinto. Los de Tiro y Sidón llegaron del extremo occidental del Mediterráneo y las costas Atlánticas buscando metales y encontraron una población dedicada al pastoreo y la agricultura que no tardaría en enriquecerse, tanto económica como culturalmente. El rasgo distintivo de la cultura tartésica es su clara influencia oriental, tanto en las formas estéticas como en muchos de los ritos que se incorporan. De pequeñas comunidades patriarcales se pasó rápidamente a un sistema de carácter casi urbano y principesco en el que una alianza de cinco ciudades, la pentápolis, controló todo el proceso de extracción y comercialización del estaño y la plata con los fenicios. La relación entre ambos pueblos fue pacífica y la influencia de los semitas, una de la señas de identidad de la nueva cultura del suroeste peninsular.

Imagen principal - Del mito de Tartesos a la realidad
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Tartesos no fue una civilización más avanzada a las de su tiempo, solamente un magnífico proveedor de materias primas para el Mediterráneo Oriental.

Yacimiento de Tejada la Vieja

De la cultura tartésica conocemos enterramientos con ajuares muy ricos, como el del Carambolo (Sevilla) y numerosos restos de cultura material, marcada por ese estilo orientalizante. También lugares de culto tan espectaculares como Cancho Roano (Zalamea de la Serena, Badajoz), pero pocos enclaves de tipo urbano.

Uno de los pocos que podemos ver es el de Tejada la Vieja. El yacimiento, ubicado en un enclave estratégico que controlaba las comunicaciones entre la cuenca minera de Riotinto y la campiña surcada por el Guadalimar –en el pasado, navegable en gran medida y zona lacustre– está protegido por una gran muralla de dimensiones ciclópeas, a pesar de ser de mampostería construida en el siglo VIII A. C. Sobre su zócalo de piedra se levantaba en adobe hasta una altura de cinco metros y estaba jalonada por baluartes semicirculares que fueron reforzados en el siglo VI A. C. por otros de planta cuadrangular. Intramuros, se organiza en tres terrazas y tiene una superficie de más de siete hectáreas, apenas exploradas arqueológicamente, pero con unos restos realmente clarificadores sobre la sociedad y las formas de vida de Tartesos.

En su interior se han excavado varios sectores y, aunque no se conocen los accesos, destaca la existencia de una calle principal, orientada de este a oeste que, con seguridad, conectaría con una de las puertas. Esta calle no tiene conexión con las viviendas, a las que se accede siempre desde callejones laterales, y desemboca en un gran espacio público, a modo de plaza, donde se congregaban la mayor parte de las actividades públicas y comerciales. Se han identificado espacios de almacenaje de productos agrícolas y de minerales para un primer tratamiento, antes de transportarlos a las factorías de la costa, además de varios edificios de culto religioso, a modo de templos, de clara influencia oriental.

Impresiona de Tejada la Vieja su sistema defensivo, su entorno y las sorpresas arqueológicas que, adivino, aún conserva en su subsuelo. A buen seguro, arrojarán luz sobre esta legendaria civilización en el futuro.

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