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Las fotografías en blanco y negro tienen un encanto especial, más si el tiempo ha pasado por ellas y si conservan en su escala de grises momentos significativos de la historia de una ciudad o de su gente. Son instantes que permanecen para siempre como recuerdos en blanco y negro.
La fotografía comenzó a experimentar con el color a finales del siglo XIX. En Granada, en 1840, Owen Jones, un arquitecto londinense, pionero de la cromolitografía, fue uno de los primeros embajadores por excelencia de la Alhambra al devolverle el color a las imágenes de sus yeserías y alicatados. Lo cuenta Javier Píñar en el capítulo 'La Alhambra como imagen' del catálogo de la exposición 'Monumento y Modernidad' que se muestra en la capilla del Palacio de Carlos V.
En 1907, los hermanos Lumiére inventan el autocromo y consiguen las primeras fotografías en color. En Granada, las primeras imágenes en color sobre la Alhambra, realizadas en formato esteroscópico y sobre soporte de vidrio, se realizarían en 1914.
Hasta ahora, colorear una foto en blanco y negro era una tarea casi artesanal, pero gracias a las nuevas tecnologías, poner color a los recuerdos es una tarea muy sencilla y rápida que está al alcance de cualquier persona que tenga a mano un ordenador conectado a internet.
IDEAL ha aprovechado su fantástica fototeca para comprobar cómo le sienta el color a algunas de las imágenes de los acontecimientos históricos de esta ciudad. El lector puede probar con las fotos de sus antepasados y devolver el rubor a las mejillas de la desgastada foto de comunión de su abuela, o imaginar los tonos del vestido de flamenca que lucía su madre junto a la Cruz de mayo de su barrio. El resultado es sorprendente.
Hay varias opciones. Una de ellas, la que he utilizado para este experimento, es ColouriseSG, una herramienta online y gratuita desarrollada por del departamento de open data del gobierno de Singapur que utiliza la inteligencia artificial para el proceso de coloreado. Hay algunos fallos, y cosas que se pueden colorear mejor, los informáticos del país asiático, por ejemplo, no saben que el añorado el tranvía de Sierra Nevada era de color amarillo y los dejan en un desgastado blanco. El procedimiento es muy sencillo, basta con acceder a la páginas, pulsar 'Try it Yourself' seleccionar la foto, el programa la procesa en cuestión de segundos. Ya se puede decargar, coloreada.
El resultado son nostálgicas y entrañables imágenes . En los ejemplos que se muestran a continuación, se ha devuelto el color a momentos que no se repetirán, como un viaje en un viejo tranvía, las bateas de los buscadores de oro en el cauce del Darro, las desvergonzadas muchachas del 'Rey Chico' que mostraban su ropa interior al intentar cruzar el río en las fiestas de San Pedro o el tratante que se afana con mostrar la dentada de su caballo en la feria del ganado del Corpus. En otros casos los colores transmiten la emoción del dolor de una guerra, la incertidumbre de los vecinos de Albolote que se quedaron sin nada tras el terremoto o el miedo a que el embovedado vuelva a saltar por los aires.
31 de agosto de 1936
Dos semanas después del 20 de julio de 1936, el día que se declaró el estado de guerra, los sublevados contaban con un exiguo territorio. En la mayoría de los municipios de la provincia, el pronunciamiento había fracasado. Tras un mes de resistencia, el 15 de agosto los nacionales entran en Loja. IDEAL, intentaba mostrar con artículos y fotografías que la ciudad había vuelto a la normalidad, «los vecinos de la ciudad se han tranquilizado y todas las actividades de la vida se desenvuelven en medio de la más absoluta normalidad», explica el pie de esta foto de Torres Molina.
260 personas murieron en Loja víctimas de la represión franquista y se han localizado dos fosas con los cuerpos de los fusilados por el franquismo.
15 de junio de 1947
El régimen franquista estaba aislado internacionalmente y carecía de recursos suficientes para alimentar a la población cuando el presidente Juan Domingo Perón le prestó ayuda. De Argentina llegó dinero, pero también trigo, legumbres o carne para alimentar a los hambrientos españoles..
En tales circunstancias, la visita de Eva Perón, al país fue todo un acontecimiento. A Granada, Evita llegó en avión, entró en la ciudad en coche de caballos, rezó una salve en las Angustias, visitó la Alhambra, la Catedral, la Capilla Real y presidió una cena de gala con zambra incluida. Pero la Perona no quiso abandonar la ciudad sin conocer a sus vecinos y acudió a visitar la fábrica de El Fargue donde saludó y habló con los trabajadores. En el recorrido, miles de curiosos vitorearon a la argentina que, a pesar del calor, colgaba de su brazo un abrigo de visón.
11 de mayo de 1950
Enrique González era un motrileño que llevaba más de treinta años subiendo a la ciudad para probar suerte en la cuenca del Darro o del Genil. Hacía tiempo que había enseñando el oficio a sus hijos, que esa primavera del año 50 trabajaban a su lado. Viejo y cansado, con la piel oscura de tantos soles, lavaba la arena del río con una vieja sartén en el recodo de San Pedro, su lugar favorito, donde el agua hace un remanso, y las arenas son más ricas en partículas doradas. Todavía tenía la ilusión de que un golpe de suerte le liberara de su modesta posición social.
Desde Plaza Nueva hasta Jesús del Valle hay oro procedente de la colina del Generalife, y no era extraño encontrar en la batea, si no el mineral, sí trozos de monedas y objetos de adorno musulmanes erosionados por la acción de las aguas y el tiempo. Ganaba unas 20 o 30 pesetas, un jornal modesto para el duro día de trabajo.
12 de septiembre de 1951
Fue uno de esos acontecimientos que forman parte de la memoria colectiva de la ciudad. Esa tarde de miércoles, tras tres cuartos de hora de lluvia, el embovedado entró en carga, inundó Reyes Católicos y, precedido por un fuerte temblor, el suelo de Puerta Real estalló dejando un enorme socavón entre los raíles del tranvía. La columna de agua alcanzó varios metros de altura, se formó un auténtico río desde el Embovedado hasta la Carrera del Genil y el Humilladero y la corriente arrastró piedras y fango hasta la Lancha de Cenes, donde murieron dos niños. Aún está en la memoria de quienes lo vivieron.
19 de abril de 1956
Al caer la tarde del miércoles 19 de abril de 1956, la capital y varios pueblos del cinturón sufrieron uno de los terremotos más catastróficos de nuestra historia reciente. Los sismógrafos de Observatorio de Cartuja registraron una intensidad de ocho grados en Albolote y Atarfe dos de los pueblos donde la violenta sacudida hundió viviendas y muchas casas sufrieron daños considerables. Murieron siete personas como consecuencia directa del temblor y dos días más tarde se hundió una cueva del Beiro en la que perecieron sepultados un matrimonio y sus tres hijos. Muy pocas personas en la capital y en las localidades de la Vega durmieron en sus casas durante varios días por el temor a las réplicas. Se valoró en 20 millones de pesetas de la época los daños materiales.
El 2 de mayo, Franco visitó la zona más afectada. Cuentan que dijo: «que Dios me de fuerzas para remediar todo esto»
La década de los sesenta
Era un estrecho barranco horadado de cuevas, chabolas escondidas en la cuenca del río con habitantes que vivían temerosos cada vez que la lluvia arreciaba. El franquismo prometía la desaparición de estas infraviendas, pero la solución tardó en llegar.
El río Beiro en otro tiempo regaba huertos y pagos que formaban pequeñas villas en sus riberas. Pero la ciudad creció y creció y el rio se fue quedando dentro de ella. En una de las transformaciones urbanas que cambiarían la fisonomía de la ciudad en los años setenta, el afluente del Genil se cubrió. Pasaba seco o con poco cauce y entre calles y edificios nuevos, y había acabado siendo un basurero.
En las imágenes, niños que vivían en las cuevas del barrio juegan ante el objetivo de la cámara de Torres Molina.
19 de enero de 1970
Una de las rutas de tranvía más bonitas de España, la que llegaba desde el Paseo de la Bomba hasta el Charcón, desaparecía en los primeros días de la década de los setenta. Muchos granadinos le dijeron adiós haciendo por última vez el recorrido mientras, desde las aceras, la genta aplaudía a su paso.
Tras el tranvía de la Sierra cerraron las líneas de Dúrcal y Pinos Puente. El día de los enamorados de aquel año dejaron de funcionar las líneas de La Zubia y Fuente Vaqueros, el último tranvía de Granada en entrar en cocheras.
A lo largo del siglo XX
De las 'pasaeras del Darro' al Corpus, pasando por el día de la Cruz o la romería de la Virgen de las Nieves, imágenes que forman parte de la vida del gradino. Algunas aún se conservan, pero el folclore más castizo, el más auténtico, muchos dirán que es el que cuentan las imágenes en blanco y negro.
De la feria granadina del Corpus, hace ya bastantes años que desapareció uno de sus más antiguos y pintorescos alicientes, la llamada Feria de Ganados, el origen de la fiesta que hoy conocemos.
Primero se instaló en el Violón y luego en el Camino de Ronda, entre Recogidas y el comienzo de la carretera de Armilla. Era costumbre que los padres llevaran a los hijos a ver aquella feria diferente y con olores inconfundibles a estiércol, a forraje y al aguardiente que mataba el 'gusanillo' de los más madrugadores.
Entre el polverío pasaban las mulas traídas de lejos y conducidas con maestría por sus dueños, se arremolinaban los curiosos allí donde alguien se hacía mostrar la dentadura del burro que le interesaba, para confirmar su estado de salud y su edad. Y se apartaba la gente para que se lucieran las bestias montadas a pelo por gañanes de piel quemada por los soles terribles de los veranos y el frío implacable de los inviernos. Aquel mundillo del mercado ganadero del Corpus, hoy desaparecido, era un espectáculo pintoresco y vistoso, inolvidable para quienes llegamos a conocerlo. ('La Feria Real de Ganados del Corpus', Juan Bustos. Ideal, 13 de junio de 2004)
Dice la tradición que las chicas que durante la jornada del 2 de enero hagan tañer tres veces la campana de la Vela encontrarán marido. Oh, vaya... dicho y hecho. Parece que a esta chica le ha funcionado.
Siglo XX
Y, qué tal si quedamos en el Suizo
Y por último, no podemos olvidarnos del turismo. En la imagen, unos chaveas intentan ganarse la confianza de unos recién llegados a Granada. A cambio de unas monedas se ofreceran para encontrarles hotel, garaje e incluso entrada a zambras y sala de fiestas. Los 'orejas', como se conocían entonces, eran otros tipos típicos del paisaje granadino..
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