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A Laura Luelmo la violaron y la asesinaron después de que saliera sola a correr, como hacen a diario cientos y miles de mujeres en Granada. Alrededor de ochenta corredoras, con el apoyo de varios hombres, se han reunido espontáneamente esta tarde en los Paseos ... Universitarios de Fuentenueva para expresar su hartazgo. Quieren correr sin miedo, por placer y no porque huyen de los monstruos con los que comparten calles y caminos. No quieren aplicaciones informáticas que organicen quedadas ni que adviertan de sus ubicaciones o recorridos; quieren correr tranquilas, de día y también de noche.
Cristina, Estela, Belén, Julia. Mujeres con la piel todavía erizada por el asesinato de Laura Luelmo, porque bien pudieron ser ellas mismas. Comparten 'pecado' con la terrible víctima: su afición por el running. Casi un centenar de mujeres se congregaron en Fuentenueva para compartir un pesar común, una preocupación tristemente constante y cotidiana. Experiencias desagradables e injustificadas. Muchas corren solas únicamente bajo la luz del sol, otras sólo se atreven en grupo. Algunas, como Estela, no están dispuestas a resignarse: «Me niego a tener que cambiar de hábitos. Creo que el camino es el de la normalidad, no el ir como en un rebaño». Pese a todo, reconoce que cogió el móvil la última vez que salió a correr. «Fui ayer por la noche y vi a muchas más mujeres acompañadas que otras veces», detalla.
La Fuente de la Bicha, el Llano de la Perdiz, los Neveros, hacia la Puleva. En ciudad, por los montes. Comparten tantas rutas como miedos y precauciones. «Cuando vivía en La Zubia corría hasta Granada y a veces me gritaban desde furgonetas cosas como 'tía buena' o 'guapa', hasta que una vez se pararon, se bajaron y abrieron la puerta de atrás. Salí corriendo en dirección contraria y empezaron a gritarme que no me iban a hacer nada, pero a mí el corazón se me salía, se desbocaba. Me fui a casa de una amiga hecha polvo», cuenta Julia, maestra que tuvo en un pueblo sevillano de 1.500 habitantes su primer destino. «Otras veces me he encontrado con personas raras por el monte, que te miran mal. No hay derecho a prever que te pueda pasar cualquier cosa, a tener que avisar a tus cercanos de dónde vas a estar o a cuidar tu vestimenta para no enseñar parte del cuerpo. Estos días he sentido que en cualquier momento me podría haber ocurrido a mí lo que le pasó a Laura», añade.
Cristina, quien también fue maestra interina en un pueblo de Huelva, admite que evita salir a correr sola por la noche. «Hace dos semanas un gracioso se me pegó detrás y le di paso, pero él solo se acercaba y tuve que apretar. Me sentí muy incómoda, aunque quizás no fuera su intención. Me he llevado muchos sustos con coches que se ponen a tu lado y empiezan a decirte cosas obscenas que incomodan», relata.
Una situación que tampoco es extraña para Belén. «Sinceramente, ya sea por un miedo real o inculcado, no suelo irme muy lejos cuando voy sola. Siempre tenemos miedo, lo llevamos en el cuerpo desgraciadamente. Yo tengo una hija… Cuando una mujer sale sola a correr se expone a lo que surja, es un gran pesar», expresa. «Para mí ha sido una gran lotería poder salir con un grupo de personas a recorrer rodajes largos los fines de semana, porque si no no lo habría hecho», asegura Belén. «Esto no es nada nuevo, es algo que vivimos desde hace mucho tiempo. Todas tenemos derecho a ser libres y a disfrutar de este deporte sin miedos. Queda mucho por fomentar y educar para acabar con esta lacra», desarrolla.
La concentración, promovida a raíz de un reportaje de IDEAL, trazó un recorrido improvisado desde Fuentenueva hasta el Triunfo para luego recorrer Gran Vía y Reyes Católicos hasta la Plaza del Carmen, donde como hicieron luego en su última parada en la Fuente de las Batallas, insistieron en consignas como 'Ni una menos, ni una más', 'No somos todas, nos falta Laura', 'Correr sin miedo y no por miedo' o 'El día y la noche también son nuestros'. Un pequeño paso para visibilizar ese gran drama que supone el no poder salir a correr solas y tranquilas, sin tener que mirar atrás por si un monstruo o la misma muerte se les viene encima.
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