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PILAR GARCÍA-TREVIJANO
GRANADA
Jueves, 13 de septiembre 2018
La entrada en vigor de la Ley de Igualdad provocó que la universidad española, aunque todavía lejos de la paridad en las cátedras con tan sólo un 20% de catedráticas, tuviera en cuenta el papel de la mujer como docente. Sin embargo, a María Castellano Arroyo (Jaén, 1948) le tocó abrir el camino y marcó un precedente en la enseñanza pública al convertirse en la primera catedrática de Medicina de España por la Universidad de Zaragoza en la década de los ochenta.
La Junta de Andalucía reconoció ayer el currículum impecable de la jienense otorgándole su nombre a un programa dirigido a formar docentes de la enseñanza médica en las Universidades Públicas de la comunidad autónoma. La trayectoria brillante de Castellano comenzó en la Universidad de Granada, su alma máter, donde estudió medicina y cirugía y se doctoró. Se especializó en medicina legal y se marchó a Bélgica para ampliar su formación en la disciplina. Castellano, pionera en la creación de la Unidad de Violencia Familiar y segunda académica en la Academia de Medicina, también ostenta la cátedra de Medicina Legal de Alcalá de Henares.
«Empecé a formarme como docente e investigadora en la labor asistencial, pues era una tarea integrada, y representé un poco a todas las mujeres. Nosotras hemos sido esa punta de lanza del avance social de Andalucía en estos últimos cuarenta años de la historia de España», manifestó. «El programa lleva mi nombre, pero son muchas las personas que hicieron lo mismo que yo, trabajaron mucho, dando lo mejor para formar parte de un bien social y común. Hoy mi nombre es también el de todas las mujeres españolas y andaluzas», agregó.
Castellano no fue consciente de haber roto el techo de cristal en medicina. «No notaba que teníamos un techo de cristal. Era la época en el que las mujeres llegamos a la Universidad y a las facultades de medicina. Tuve unos maestros que me ayudaron siempre y a mi marido», narró. «Fui haciendo méritos», sin olvidar el esfuerzo de sus padres y su origen humilde.
En el sexto año descubrió su pasión por la medicina legal, disciplina en la que se especializó. «Tiene muchos puntos de interés. Desde la psiquiatría forense, la salud mental y las conductas criminales que ahora está de moda. Abría unos campos extraordinarios y también la ética y deontología como un barniz que debe tener cada médico para tratar a los pacientes que necesita, ver en el médico esperanza, confianza y fuerza», explicó.
Su contacto con la medicina despertó su interés por las patologías que sufren los agresores machistas y, de esta idea, nació la Unidad de Violencia Familiar. «Siempre defendí que es necesario estudiar a la víctima para saber el perjuicio que se le ha causado y qué refuerzo necesita para salir de la situación y reestructurarse como persona». «De cara a la seguridad de la víctima es muy importante estudiar al agresor para comprender cómo funciona su cabeza para normalizar esa agresividad y esas conductas y poder prevenirlas».
Sobre el proyecto, aseguró que son buenas noticias para la enseñanza. «Los departamentos de medicina se habían quedado sin discípulos jóvenes que optarán a la formación y la carrera docente por su incompatibilidad. Tenemos a los jóvenes más preparados y les exigimos la nota más alta de la historia para acceder a la profesión médica, vamos a aprovecharlos». Por su parte, la consejera de Conocimiento Investigación y Universidad, Lina Gálvez, quiso agradecer el ejemplo a «todas as mujeres rompieron las normas». En su breve experiencia como consejera, la historiadora feminista, ha manifestado en reiteradas ocasiones su compromiso por la visibilización del papel femenino: «Todavía hay que nombrar y visibilizar y haremos lo que esté en nuestras manos para continuar así».
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