El asunto es preocupante. Estamos adoptando una serie de actitudes, que nunca hasta ahora se habían evidenciado como opciones de vida y actitudes relevantes, hasta el punto de hacer necesaria una reflexión, no vayamos a que los árboles nos impidan ver el bosque, y sin ... quererlo conscientemente, estemos llevando a cabo una regresión hacia unos comportamientos que, con el tiempo nos pueden pasar factura. Sería muy conveniente poner pie en pared, y detenernos, aunque solo sea un poco, para ver hacia dónde vamos con esta manera de vivir.

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La estadística es palmaria: en los hogares españoles ya hay más perros como mascotas que niños viviendo en el hogar, y eso me parece grave. Que parejas, o familias monoparentales, estén optando por tener un perro, antes que un hijo, me sorprende y preocupa. Nací en el seno de una familia con cinco hermanos, y teníamos perro. El Kimba era uno más en nuestro hogar. Un chucho recogido de la calle recién nacido, de raza indefinible, cariñoso como él solo, y que aparece en las fotos de todos nuestros acontecimientos. Él era uno, y nosotros cinco. Hasta ahí todo normal. Pero un reciente estudio publicado ya dice lo que anuncié al principio. Que la gente está sustituyendo a los hijos por mascotas, y que estas ya suponen un censo mayor, que el de los nacimientos o adopciones. El tema se las trae, si tenemos en cuenta que nuestro país hace ya tiempo que encendió todas las alarmas, ante la evidencia de un censo de población cada vez mayor, coincidente con una bajada preocupante en la natalidad, y son muchos los que auguran para los próximos años una catástrofe social, que pone en riesgo –incluso– el futuro de las pensiones y el progreso de la nación.

Tener un perro en casa no es barato. Su mantenimiento en comida y cuidados sanitarios significa un pellizco importante en la economía familiar. Claro que tiene otras ventajas. Cariño desinteresado, no tener que estar pendiente de su educación, estudios, riesgos sociales y futuro incierto. Por eso es tan desequilibrante, ver largas colas en las clínicas veterinarias, mientras que en las consultas de pediatría, el número de usuarios es cada vez más escaso. Cada curso escolar se quedan más vacantes en las aulas por falta de niños. Sin embargo, las calles, plazas y parques, están llenos de mascotas que salen a pasear con sus dueños, algunos tan incívicos que ni recogen sus defecaciones. Mientras los parques infantiles están cada vez más vacíos, los municipios ponen a disposición de las mascotas zonas donde jugar y hacer sus necesidades. Las grandes superficies tienen secciones enormes con toda clase de juguetes, colchones y alimentación clasificada por tamaños del perro, su raza, y 'light' para los que tienen sobrepeso. Y su medicación no es nada barata, si la comparamos con la de humanos. Unas pastillas para la artrosis del chucho superan los cincuenta euros, lo sabe bien mi bolsillo, y no llegan a tirar todo el mes, pero por lo visto hay quien prefiere esto, y no cargar con la responsabilidad de un ser humano. Yo creo que esto deberíamos hacérnoslo mirar.

...Y escribir un libro

Por lo visto, atrás quedaron los tiempos en que se decía aquello famoso de que, toda criatura debía tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro, y esto parece que también se nos ha ido de las manos. No conozco otra época de la historia en la que, contra todo pronóstico, se publiquen más libros que ahora, paradójicamente coincidiendo con que cada vez leemos menos. Dice mi compadre y sentencia que Dios nos libre de un desocupado con ganas de escribir.

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Últimamente, el personal no tiene el menor recato en financiarse sus propios libros, cuando les son rechazados por las editoriales, con tal de tener el volumen en sus manos, y hacerles el compromiso a los amigos para que se lo compren. Parece ser que cada español lleva dentro un escritor con ansia de publicar, aunque las ediciones queden enteras en los estantes, pero escrito está.

Y además los hay reincidentes, porque no le falta razón al subdirector de IDEAL, Quico Chirino, cuando afirma que ya hay quien ha escrito más libros de los que se ha leído, y eso sí que es un problema, teniendo en cuenta que la pasión de escribir nace de una abultada lectura que es la que nos forma para después empuñar la pluma. El tema es tan atractivo que ya hay personajes acreditados de su 'modus vivendi', echándose cada mañana a la calle con varios ejemplares bajo el brazo, a ver a quién le pueden endosar uno, aunque sea a cómodos plazos. Es tal la profusión de libros en el mercado que lógicamente el interés de lo editado va en detrimento del contenido. A mayor cantidad, menor calidad, incluso en aquellos profesionales de aparente solvencia, que ante el éxito de una primera edición, no se recatan en copiarse a sí mismos, con tal de poner otro volumen en circulación, cuyo interés no ha sido demandado por sus lectores.

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De hecho, la historia de la literatura está plagada de grandes fracasos al segundo intento, llevados por el entusiasmo del primero, y la nómina de autores con un solo libro en la calle trasciende todo lo previsible en materia de interés y calidad para el lector. En mi humilde opinión, deberíamos ser más respetuosos con el papel, porque nos estamos quedando sin árboles.

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