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Yenalia Huertas
Granada
Lunes, 25 de noviembre 2019, 01:51
Juventud, ilusión, una mirada brillante y una sonrisa de verdad. Todo eso tiene Natalia, aparte de una orden de alejamiento del padre de su hijo y toda la ayuda institucional del mundo. Cuando creía que se iba a hundir del todo en el pozo de ... la violencia de género, sus compañeros de trabajo reaccionaron y 'bajaron un cubo' para sacarla a la superficie. Denunciaron. Y ella pudo salir. Ahora respira una vida nueva y quiere que su futuro y el de su pequeñín sea como está siendo su presente. Su mensaje es positivo, esperanzador y, lo más importante, lo puede lanzar. Natalia es de otra provincia. Vive en Granada y ha encontrado un trabajo que le permite ser libre. Es veinteañera y, en realidad, su nombre es otro: un nombre tan bonito como su talante. Ahora todos días hay luz.
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–Comencemos por el principio. ¿Cómo ha sido su vida?
–Conocí al padre de mi hijo muy joven. Empecé con él muy pronto; no tenía los 17 años todavía.
–¿Cuándo empezó a darse cuenta de que los comportamientos de él no eran amor?
–Muy pronto. A los cuatro meses o cinco de estar con él ya empezaron las primeras cosas. Yo pensaba: está enfadado, se le pasará, lo habré enfadado yo, será culpa mía... Pero en vez de decir no volverá a pasar, cada vez iba a más.
–¿Le controlaba?
–La ropa, el móvil, la hora de salida del trabajo, de entrada... todo.
–¿Y las redes sociales?
–Me hizo quitármelas.
–¿Le llegó a pegar?
–Sí. La primera vez que me quedé embarazada tuve un aborto. Lo perdí por una paliza que él me pegó.
–¿Su caso cómo se encuentra judicialmente? ¿En fase de investigación?
–Sí. Todavía no ha salido el juicio.
-¿Tiene una orden de alejamiento?
-(Asiente).
–¿Qué ha significado para usted la ayuda institucional recibida?
–Ha cambiado mi vida. Yo, si no, seguiría metida ahí seguramente.
–¿Dónde?
–En esa vida... Bueno, eso no era vida. No imaginaba que podía salir, me hice a la idea de que mi vida era esa y que hasta donde llegara había llegado.
–¿Temió alguna vez perderla?
–Sí (rotunda).
–¿Cómo ve el presente?
–Ojalá lo hubiese hecho hace mucho. Ahora mismo vuelvo a tener mi trabajo, mi casa... Ahora sí tengo una vida normal. Yo creía que nunca iba a llegar, pero llega.
–¿Quién le ha ayudado más?
–Les doy muchas gracias a mis compañeros de trabajo. Fueron los que me sacaron de ahí; ellos fueron los que denunciaron. Me dijeron que podía ir a una casa de acogida. Y yo me dije: si él no me encuentra... Y, así fue, él no te encuentra y puedes hacer tu vida otra vez.
–¿Qué significa para usted la palabra feliz?
–La libertad que tienes, que no te controlen, el no tener miedo, el que tú puedas decidir por ti.
–¿Ha pasado noches sin dormir?
–Al principio, muchas, por no saber qué va a ocurrir. Hay muchas noches que lo pasas malamente, pero poco a poco vas viendo que sí, que lo peor es dar el paso de salir. Una vez que sales, tienes días de bajón, porque es normal.
–¿Y cómo ve el futuro?
–Espero que siga igual que ahora mismo, seguir con mi vida de ahora, normal.
–Si tuviera que poner un color a su situación vital actual sería...
–Ahora mismo es todo blanco; veo la vida de color blanco, sin preocupaciones, sin nada. Antes no veía nada.
–¿Qué significa para usted la expresión atmósfera irrespirable?
–Lo que yo vivía antes; el no poder hacer nada.
–Tener trabajo también le hace más libre.
–Sí. El hecho de trabajar supone no depender de nadie, poder hacer tu vida normal. Eres independiente por completo y te ayuda cada día a sentirme mejor.
–Ha recibido ayuda directa de la Junta de Andalucía, a través de Instituto Andaluz de la Mujer (IAM). Sobra preguntarle si está agradecida.
–Sí. Si no fuera por ellos no estaría donde estoy.
–¿Qué mensaje mandaría a esas adolescentes que empiezan a ver señales en los comportamientos de sus parejas?
–Que hay salida. Por muy negro que lo vean, si tú pides ayuda y das el paso, que es lo que más cuesta, el denunciar, tienes ayuda por todas partes y se puede salir. Aunque se vea muy difícil, se sale.
–Cuando coge un diario, escucha una emisora de radio o se sienta frente a la tele y ve un nuevo crimen machista. ¿Qué pasa por su cabeza?
–Que deberían haber puesto medios antes. Porque muchas veces el miedo no te deja hacer.
–¿Se considera una superviviente?
–Sí. Lo pasé muy mal al principio, porque lo tuve que dejar todo. Yo tenía mi puesto de trabajo fijo, mi casa... todo. Y de pronto lo perdí todo y fue una vuelta a empezar. Y poco a poco lo vas superando todo. ¡Si es que se puede superar!
–Su hijo es pequeño. ¿Le contará más adelante lo que ha pasado?
–Sí. Además él lo ha vivido. Es muy chico pero él pregunta, tiene idea de lo que ha pasado aunque no lo entienda.
–¿Cree que se está haciendo lo suficiente desde la educación para tratar de poner freno a esta lacra social?
–Creo que no. Debería de hablarse más en el colegio. Que se vea que esto no es algo que no te pueda pasar a ti para que tengas la información de qué puedes hacer.
–Se ha sentido arropada por su entorno laboral y por el Gobierno andaluz. ¿Qué papel ha jugado su familia en este proceso para salir del pozo?
–La verdad es que mi familia... (su sonrisa desaparece un momento).
–No le han ayudado.
–No.
–¿Qué corregiría de su vida?
–Que no hubieran pasado esos siete años que han pasado. Haberme dado cuenta antes de que ni te quiere ni quiere el bien para ti.
–Conocerá a más supervivientes. ¿Cómo ha sido de importante la relación con ellas?
–Sabes que son personas que te van a entender porque están en tu misma situación.
–¿Se ha desprendido ya de la palabra víctima?
–(Agranda su sonrisa) Sí.
–La última palabra es suya.
–Quiero decirles a las demás que por muy oscuro que lo vean, una vez que aparten su miedo, las cosas empiezan a cambiar.
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