Francisco Moya, con algunas de sus más recientes producciones y sus auriculares, en la piscina. A. AGUILAR
«Hoy, lo necesario para grabar un disco cabe en una maleta»
Pues no estamos tan mal | Francsco Moya, productor de IBS Classical ·
La suya es la discográfica especializada en música clásica más importante de nuestro país. Este año, más de 30 grabaciones saldrán de las manos de este artesano del sonido. Él se lo toma con mucha calma.
José Antonio Muñoz
Granada
Viernes, 27 de agosto 2021, 00:55
Francisco Moya –y su inseparable 'otra mitad', Gloria Medina– son los artífices de que Granada esté inscrita con letras de oro en el mundo de la clásica, por contar con la discográfica de referencia en España, IBS Classical. Desde su casa, en cuyos bajos se encuentra el estudio de mezclado, hasta los auditorios más importantes de Europa, se organiza el trabajo de este músico que un día decidió aprender cómo hacer los discos que a él le gustaría oír. Lo demás es historia.
–La 'maquinaria' de IBS Classical no para ni en verano.
–Para nada, porque en verano la música pasa a tener lugar en espacios exteriores, y la mayoría de los espacios interiores esperan a que se vaya el calor. Y ahí entramos nosotros, porque buscamos para las grabaciones, obviamente, espacios interiores donde tengamos silencio, y porque los músicos, al parar sus segundas actividades –es decir, actuaciones en grupos de cámara o 'masterclass' en conservatorios o escuelas de música– están más libres para grabar en esta época del año. No me quedo corto, pues, si le digo que en este verano, además de los discos que hemos grabado en Granada, que han sido muchos, habremos hecho siete u ocho mil kilómetros: País Vasco, Barcelona, León, Madrid, Murcia...
–¿Es un engorro llevar el coche cargado de cosas de un lugar para otro?
–Uy, eso ha cambiado mucho... Siempre digo que si hoy Karajan levantara la cabeza, se impresionaría al ver las posibilidades técnicas que hoy tenemos. Él fue un enorme impulsor de la tecnología en los años 60 y 70, y si hoy se diera una vuelta por Berlín y viera las maravillas de micrófonos que allí se fabrican, se asombraría. En aquellos años, para alimentar un micro se necesitaba un aparato del tamaño de una lavadora. Hoy, en un maletín del tamaño de un portafolios está la fuente de alimentación para entre 48 y 60 micrófonos con un interfaz que no solo alimenta al micro, sino que convierte la señal de analógica a digital y por un cable de red lleva toda la información a un ordenador portátil. En el coche, lo que más ocupa son los 'hierros': las pinzas, los pies de micro, pértigas, cables... En este mes hemos grabado con la Orquesta Musique des Lumières en Suiza, y lo único que me llevé fueron los micros, cableado, el interfaz y el ordenador. Es decir, que lo que me llevo cabe en una maleta.
–Suponemos que habrá miles de anécdotas que compartir...
–Muchísimas. Una, por ejemplo, relacionada con lo técnico. Grabando con la Orquesta del País Vasco, con dos técnicos de Alemania, pusimos todo el cableado y uno de ellos dijo que le habría hecho falta tener un 'splitter' –divisor de señal– para captar mejor el sonido de los percusionistas. Le fabriqué un 'splitter' en un cuarto de hora. Quedó asombrado y me dijo: «Esto, sinceramente, solo pasa en España. Si esto ocurre en Alemania, entre la reunión técnica, la exposición de ideas, la elección de la solución más adecuada y la fabricación del equipo, se nos va una semana».
Eventualidades
–¿Algún músico caprichoso?
–No especialmente. Lo que sí hemos vivido son situaciones complicadas por los requerimientos de determinadas partituras. La pianista Sofya Melikyan, por ejemplo, vino a grabar embarazada de siete meses la 'Sonata' de Sofia Gubaidulina. En el Falla no me coloco frente a los músicos, sino en un pasillo lateral, con lo cual, no les veo. De repente, se puso a gritar: «¡Paco!». Yo subí corriendo pensando que había roto aguas, para encontrarme que, por culpa de su avanzado estado de gestación, no podía poner sordina con las manos a las cuerdas del piano, como exigía la partitura. Así que yo mismo dejé el control en 'piloto automático' y puse las manos para que pudiera conseguir el efecto. Por eso siempre digo que aquel 'niño' es un poco más mío, porque toco en el disco... (risas).
–¿Se ha querido tirado en el aeropuerto alguna vez?
–Alguna vez, sobre todo por culpa de las 'low cost'. Por eso, ahora siempre trato de volar en compañías regulares. Evitas sustos, normalmente.
–Después de las grabaciones, ¿les queda tiempo para descansar?
–Es que no son solo las grabaciones... Es mirar la edición, los textos explicativos que acompañan los discos, contactar con los distribuidores, papeleo administrativo con las subvenciones...
–Ah, ¿pero la grabación de música clásica tiene ayudas?
–En algunos lugares sí. En el extranjero, y también en España. Hay comunidades autónomas como Madrid, País Vasco, Comunidad Valenciana o Cataluña, que tienen ayudas a la producción sonora, porque entienden que es bueno difundir la música, que es cultura. En Andalucía, sin embargo, somos más especiales y no hay ayudas, ni se las espera. Me parece, como poco, chocante.
–Pocos momentos para el solaz les quedan, entonces...
–Siempre hemos sido personas de gustos sencillos... Ahora, irme al Cunini y tomarme una cerveza y una concha de ensaladilla rusa. Y cuando se puede, escaparnos a La Herradura, donde tenemos una casa. Antes de meternos en este berenjenal, cuando éramos dos profesores de conservatorio, nos íbamos el día de fin de curso y volvíamos casi el día antes de que empezara. Pero eso hoy es imposible.
–A pesar de todo, ¿no estamos tan mal, no?
–Nosotros no nos podemos quejar. Sabemos que hay mucha gente del mundo clásico que ha quedado muy tocada por esta crisis, pero nosotros, afortunadamente, no. Hemos podido seguir trabajando y haciendo lo que nos gusta. Eso no tiene precio.
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