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Falú Ka, influencer, modelo y jefe de cocina, posa en el hall del Hotel Meliá. J. E. CABRERO
«Soy el negro que te vendía las gafas de sol en Puerta Real. Ahora me pagan por llevarlas»
Falú Ka, influencer de Granada

«Soy el negro que te vendía las gafas de sol en Puerta Real. Ahora me pagan por llevarlas»

Falú Ka llegó a Granada hace 10 años, desde Senegal. Tenía 18 años, no hablaba español y llevaba una década cosiendo ropa. Hoy tiene medio millón de seguidores en redes sociales, es modelo y jefe de cocina en el restaurante Los Manueles

Domingo, 23 de marzo 2025

Falú Ka (@Lilfalu) se acerca a cuatro jóvenes, en los pasillos del Nevada. Los chavales le reconocen al instante y se ponen nerviosos de pensar que van a salir en uno de sus vídeos. «¿Cuánto gastáis en ropa al mes?», les pregunta Falú. «Entre 500 y 700 euros», responden orgullosos, describiendo sus prendas con los nombres de las marcas. «¿Y cuánto ganáis al mes?». «Nada, nos lo dan nuestros padres». Falú mira a cámara y abre mucho los ojos antes de lanzar la última estocada: «¿Qué preferís, gastar dinero en comida o en ropa?». Ni lo dudan.

Falú camina alegre por Ganivet, con los cascos al cuello y los pies bailongos. Se ha puesto guapo, dice, porque a él le gusta ponerse guapo siempre. Por la calle le sonríen al verle pasar y él devuelve cada una de las sonrisas con un gesto distinto. «Le estoy muy agradecido a la gente, si he llegado aquí es por ellos. No cuesta nada charlar unos minutos o hacerse una foto, qué menos». En el hall del Hotel Meliá, se acerca al recibidor para saludar a los empleados antes de acomodarse en uno de los sillones del hall. Falú Ka tiene medio millón de seguidores en redes sociales y sus vídeos se viralizan a toda velocidad en Instagram y Tik Tok. Pero pocos, muy pocos, conocen su historia. «Soy el negro que te vendía las gafas de sol en Puerta Real –empieza–. Ahora me pagan por llevarlas».

Nació en Senegal hace 28 años. De pequeño, con 5 o 6 velas, empezó a trabajar cosiendo ropa en un enorme taller de su ciudad. «Se me da muy bien, es otra de las cosas que sé hacer», desliza en un español casi perfecto. «Llevo 10 años en Granada. Estuve en el IES Veleta, para aprender el idioma y sacarme la ESO». Su padre, Cheikh, se dedicaba a vender gafas, riñoneras, camisetas y gorras por las calles de Granada.

¿Y usted también?

–Él nos daba todo lo que necesitábamos, pero yo le ayudaba. Cuando no tenía clase, me iba a vender gafas como cualquier negro que vende gafas, corriendo delante de la policía. Ya no vendo gafas, pero si el día de mañana tengo que volver a hacerlo, tampoco pasa nada. No soy mejor que nadie.

Quién lo diría, ahora que es influencer y famoso.

–Es un trabajo. Los que venden en la calle se están buscando la vida y no hacen daño. Porque si tú vienes de fuera, no tienes trabajo. ¿Qué haces? ¿Robar? No. Mejor trabajar para poder vivir.

Los Manueles

«Me miró a los ojos y me dijo: cuando quieras trabajar, aquí tienes tu casa»

Falú Ka, en los sofás del Hotel Meliá. J. E. C.

Hace unas semanas, un tipo le paró en Recogidas y le estrechó la mano. Era un cliente que conoció en la playa, porque en verano se recorría Almuñécar de punta a punta con su bolsa de gafas. «Echaba ocho horas en la orilla, con el calor. La gente me ofrecía agua porque me veían como un pobre». Al tipo de Recogidas lo conoció allí, entre toallas y tumbonas. «Me compraba gafas y charlábamos. Se alegró mucho de verme... Entonces sacó el móvil y me dijo: tío, hay un moreno que hace vídeos en Instagram que me recuerda a ti. ¡Era yo!».

Porque Falú, con sus gafas de sol a cuestas, nunca dejó de hacer amigos. «Conocí a mucha buena gente. Gente importante». En aquella época, antes de salir a la calle, se vestía con sus mejores galas y se echaba perfume. «Iba donde estaba la gente comiendo y a mí me compraban las gafas por mi forma de vender, porque me vestía igual que ellos y les hablaba con gracia». Una vez, ejerciendo sus artes comerciales, se le acercó el dueño del restaurante Los Manueles. «Me dijo ¿tú quieres trabajar con nosotros? Y yo le respondí que tenía que terminar la ESO. Él me miró a los ojos y me sonrió: cuando quieras trabajar, aquí tienes tu casa».

Al terminar la ESO, Falú intentó matricularse en un grado medio de cocina, pero no había plaza. Así que regresó a Los Manueles.

¿Le repitió la oferta?

–Me puso en la pica y allí aprendí. Mientras fregaba y fregaba y fregaba platos, aprendía. Le puse muchas ganas y siempre que me llamaba iba, aunque fuese un día de descanso. Porque yo quería aprender por encima de todo. Y aprendí a cocinar, sí. Hoy soy encargado de cocina en uno de los restaurantes de Los Manueles.

Qué giro de guion.

–Sí, fíjate, el dueño y yo nos conocimos cuando vendía gafas. Estoy muy bien allí, es un lugar maravilloso. Hoy por hoy, no lo dejaría. Si el día de mañana no puedo estar en todas partes porque no hay tiempo, tendré que elegir entre las redes y Los Manueles. Pero ahora mismo ni lo pienso, estoy feliz. También les ayudo con el marketing.

¿Marketing?

–Sí, les ayudo con las redes sociales. Eso es algo que también hago con otras marcas a las que les echo una mano para hacer vídeos que funcionen en redes. En algunas tiendas, soy el creador de sus vídeos.

No para usted.

–También trabajo para un agencia de modelos (ríe). Eso empezó antes de lo de hacer vídeos. Me llamaron porque necesitaban gente para un desfile y como a mí siempre me gustó lo de las fotos y la imagen, les dije que sí. Ahora me llaman cuando hay algo.

En casa

«Nunca nos ha faltado de nada. Si tengo que volver a las gafas o a coser, no hay problema»

Falú Ka, grabando uno de sus vídeos en la Carrera de la Virgen. J. E. C.

Una tarde, al salir de la cocina de Los Manueles, le propuso a un amigo grabar un vídeo gracioso en Puerta Real. «Como siempre me ha gustado la moda, le pregunté a unos chicos por su 'outfit'. Tenía mil seguidores y de repente el vídeo empezó a verse. ¿Has visto al chavalillo moreno que hace entrevistas por Granada? Con el boca a boca se hizo viral... Y se sumaron un montón de famosos, como Saiko». En sus vídeos habla de ropa y se mete en discotecas, pero también da sorpresas tremendas. De vez en cuando, se acerca a alguien y, si le sigue en Instagram, le compra lo que quiera. Otras veces regala móviles o esconde dinero en una papelera, para el que lo encuentre. «Y me encanta hacer bromas de cámara oculta. ¡Las del supermercado son buenísimas!», ríe. ¿Y todos esos regalos de dónde salen? «Todo es bussines», dice. «Bussines y acuerdos».

Falú Ka, además de sus cuentas en español con medio millón de seguidores, tiene otra en la que hace vídeos en wólof, el dialecto que habla en Senegal. «Acabo de llegar de África. Todos los años voy un mes para ver a la familia».

¿Su padre les mandaba dinero desde Granada?

–Sí, el pasó 40 años en España y tenía visado, así que cuando llegó el momento pude venir fácilmente a Granada.

¿Ha sufrido racismo?

–He tenido mucha suerte, nunca he sentido discriminación y he estado siempre rodeado de gente que me ha querido mucho: en el instituto, en el barrio, en el trabajo... mucho cariño.

Falú Ka, en Ganivet. J. E. C.

¿Cuál es el gran sueño?

–Tengo muchos. Me gusta la moda desde pequeño, desde que trabajaba en el taller de costura. Me molaría invertir en ese mundillo, en tiendas y marcas. Y también ayudar con el estilismo, hacerle el outfit a la gente. Esas cosas me encantan.

Su vida en los últimos diez años, menudo cambio.

–Yo nunca me he sentido pobre. Cada uno tiene lo que tiene. Pobre es una palabra. El que tiene tres euros, tiene problemas de tres euros. El que tiene un millón, problemas de un millón. Quiero decir que en mi casa nos hemos adaptado a lo que había y no nos ha faltado de nada. Si tengo que volver a las gafas o a coser, no hay problema. Sé hacer muchas cosas, no me va a faltar el trabajo. ¿Sabes? Yo no he sufrido, mi padre igual sí. Mi padre me dio todo lo que necesitaba y más. Y hoy es al revés. Hoy yo le doy todo lo que necesita y más porque él me lo dio todo.

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