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Jonathan es un gran aficionado del Real Madrid y del Granada y le encanta sentarse al piano para tocar alguna pieza de Mozart, «pero lo que más me gusta en la vida –le confiesa al periodista– es ayudar a los demás». Jonathan tiene doce años, un coeficiente intelectual de 130 –cuando la media es entre 90 y 95– y fue víctima de acoso escolar. «No quiero que nadie pase lo que pasé yo», asegura mirando a los ojos. Unos ojos que, pese a todo, no desprenden odio. Desprenden ternura.
Su grado de implicación con la causa anti bullying es tal que acaba de publicar un libro en el que, a partir de su experiencia, plantea una fórmula para acabar con un problema que, oigan bien, sitúa a España como el tercer país del mundo con mayor número de casos (69.554 en el pasado curso) por detrás tan solo de México y Estados Unidos. En este punto conviene recordar que detrás de esta lacra está buena parte del cuatro por ciento de los intentos de suicidio que se producen entre la población adolescente.
Por eso, porque Jonathan Plaza Quevedo (Granada, 2011) no está dispuesto a quedarse cruzado de brazos, se sentó delante del ordenador durante un par de meses para escribir e ilustrar 'El Club de la Amistad', una narración de ochenta páginas donde su alter ego en la ficción, Alan – «así querían llamarme mis padres», bromea–, urde una trama con la que consigue poner fin al hostigamiento que sufren algunos de sus compañeros. Una ópera prima, esta de Jonathan, que ya se puede adquirir en Amazon y en librerías como Picasso y Un mundo feliz, en Granada, y Ágora, en Albolote, la ciudad en la que reside el chaval junto a sus padres Evelyn y Jonathan, involucrados al doscientos por ciento en la causa de su hijo.
Los ingresos por la venta de 'El Club de la Amistad', que cuesta algo más de quince euros, se destinarán a la compra de buzones que la familia de Jonathan donará a los centros escolares para que los chaveas que padecen atosigamiento puedan desahogarse. «Porque lo más importante –afirma Jonathan– es no callarse; hay que contarlo a los padres, los profesores o los amigos».
Jonathan fue víctima de las primeras 'bromitas' cuando únicamente tenía seis años. Unas 'bromitas' que fueron a más, a más y a más hasta que se convirtieron en comentarios de mal gusto, insultos, agresiones físicas... que terminaron en el vacío. «Esto es una de las cosas que más duelen», comenta Jonathan ante la atenta mirada de sus progenitores. Pero el gran detonante fue la persecución que sufrió una amiga, que llegó incluso a escaparse porque no quería ir al colegio. En ese momento Jonathan decidió que había llegado el momento de pasar a la acción. Vivencias y experiencias que marcan el desarrollo del relato y que, desgraciadamente, dejan secuelas. «Jonathan aún tiene algunas», apunta Evelyn, la orgullosa mamá del escritor.
«Yo soy psicóloga y conozco las herramientas para que Jonathan vaya superando poco a poco lo que le pasó», reconoce Evelyn, «pero desgraciadamente en otros hogares no es así y Jonathan plantea soluciones muy interesantes en 'El Club de la Amistad'». Por lo pronto, el jovencísimo literato ha apostado por un lenguaje a medio camino entre lo formal y lo informal, «porque lo importante es que todo el mundo lo entienda, especialmente los más pequeños, a fin de prevenir posibles comportamientos inadecuados», tercia Jonathan con las palabras de un adulto.
Evelyn no tiene nada que reprochar al colegio Tínar de Albolote, donde Jonathan estudió Primaria, «ya que puso en marcha todos los mecanismos para atajar el asunto». «Los maestros se implicaron, pero el fallo vino por la forma de actuar de algunos padres de acosadores, incapaces de ver lo que estaba pasando, pese a las evidencias». De ahí que en 'El Club de la Amistad' también se valore la problemática desde esta perspectiva.
Porque Jonathan es un tipo especial. Su condición de superdotado le hace ver la vida desde una perspectiva distinta. «Desde la perspectiva, por ejemplo, de lo superlativo», reflexiona Evelyn, que comparte con su vástago la condición de ser una persona con altas capacidades. «Para Jonathan las cosas son muy buenas o muy malas, lo que implica un plus de implicación y de responsabilidad». «A él –agrega– le resulta sencillo lograr los objetivos, como sacar un diez en todas las asignaturas, pero es básico abordar igualmente todo el aspecto emocional».
«Sus inquietudes –refiere Jonathan, el papá– fueron distintas desde que era chiquitillo». «En una excursión del cole a un zoo de Málaga, a todos zagales les permitieron que eligieran gratis un artículo de la tienda y todos se fueron directamente a las chucherías; Jonathan se sentó en una esquina, solo, a leer tranquilamente un libro de animales».
El futuro está en el talento y la asertividad de Jonathan y los que no son Jonathan. Solo hace falta emprender el camino. Ya vamos tarde.
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