![La noche que Felipe VI soñó en el centro de Granada](https://s3.ppllstatics.com/ideal/www/multimedia/2023/06/10/rey-hotel%20(1)-k5GH-U2005164097258DD-1200x840@Ideal.jpg)
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El revuelo en Martínez Campos era real. Muy real. En la puerta de Las Tinajas había una algarabía absoluta, con un revoloteo parecido al del final de un concierto. La gente se agolpaba entre las mesas de las terrazas, por la acera y en parte de la calzada. Todos con el móvil en alto. «Ya sale, ya sale», avisaban los que tenían mejor ángulo. Unos segundos más tarde, sobre la una de la madrugada, el Rey Felipe VI salía sonriente, vestido con chaqueta y camisa informal. «¡Viva el Rey!», gritaron al verle. «¡Viva España!», coreaban. Su majestad, al descubrir el barullo formado, saludó a diestro y siniestro, sin prisa. Un niño rubio le chocó la mano y luego le enseñó la palma a su padre, en señal de victoria. Igual que una niña, que tras el choque comprobó que su madre había conseguido grabar el momento, todo un prodigio porque sujetaba al perro en brazos.
Felipe VI recorrió Martínez Campos y subió Recogidas andando, hacia Puerta Real, disfrutando de la noche y de Granada. Agradeciendo los saludos, las fotos y los vítores. La gente, por la calle, no salía de su asombro. Claro, todo el mundo sabía que a la mañana siguiente era el desfile de las Fuerzas Armadas, cómo no. ¿Pero qué hacía el Rey paseando en mitad de la noche por Granada? Volver a su hotel. Porque, esta vez, se hospedó en pleno centro, en el NH Collection Granada Victoria.
El viernes 2 de junio, tras los actos de la exhibición aeronaval en Motril, Don Felipe visitó la antigua residencia del Rey Balduino, en Playa Granada, por el 30 aniversario del fallecimiento del monarca belga. De allí fue directo al NH Collection Granada Victoria, hotel de cuatro estrellas donde, más allá de los trabajadores, nadie le esperaba: era la primera vez que el Rey se hospedaba en el centro de la ciudad. La elección respondió a cuestiones muy lógicas: un hotel de altas calidades, en una ubicación cercana al inicio del desfile y que ofrecía amplias garantías de seguridad. Y, además, permitía a Felipe VI ir caminando a Las Tinajas, restaurante al que le tiene un especial cariño.
En cualquier caso, nadie sabía que el Rey dormiría en Puerta Real. De hecho, el despliegue policial fue bastante discreto, intentando mantener en secreto la presencia del monarca. Sin embargo, como se pueden figurar, desde que puso un pie en el hotel los huéspedes no pudieron cerrar la boca ni apagar el móvil. Felipe VI se quedó en la suite de la tercera planta, mientras que los equipos de seguridad y protocolo ocuparon otras cinco habitaciones.
Una vez instalado, cambió el traje oficial por ropa informal y se marchó, por fin, a Las Tinajas.
A eso de las 21.30 horas, los codos de los comensales se levantaron de la mesa. «¿Ese es...?». Los cuchicheos y los susurros se transformaron pronto en móviles en ristre, fotos y saludos constantes que el Rey devolvió de buen grado. Esta era la tercera vez que Felipe VI cenaba en Las Tinajas. Vino de niño, con sus padres, y volvió veinteañero, con sus amigos, cuando se formaba en las escuela de pilotos de la Base Aérea de Armilla. «Fue muy agradable y simpático con todo el mundo. Muy cercano», recuerda Pepe Álvarez, propietario del restaurante.
«Estuvo en el comedor principal, sin querer ningún espacio privado, rodeado de los clientes», recalca. Para cenar, se dejó guiar por las recomendaciones y disfrutó de un menú degustación con rollito de berenjenas relleno de setas y jabugo gratinado al queso, croqueta de rabo de toro con chocolate, habitas con jamón y, por último, rape mozárabe. «Se sintió a gusto. Nadie sabía que venía, pero una vez que se dejó ver, la noticia cundió rápido y la gente esperó en la calle hasta que salió, a la una y pico».
Pepe Álvarez pudo charlar con él de todo un poco pero, sobre todo, aprovechó la ocasión para darle las gracias en persona por algo que sucedió hace años. «Fue en Madrid, al salir de los toros. Mari Carmen, mi mujer, se mareó. Nos cruzamos con Felipe y Letizia y ellos nos llevaron a una sala para atenderla. Se quedaron con nosotros. Después le escribí dando las gracias por aquella atención, pero quise hacerlo otra vez aquí, en persona». Don Felipe, tras escuchar la historia, sonrió con cierta complicidad y dijo «qué buena gente somos», bromeando. Pepe, alegre, respondió «sí, majestad, se portaron muy bien». Luego le acompañó a la puerta y vio cómo la calle entera le gritaba «¡Viva el Rey!».
El sábado por la mañana, Felipe VI desayunó en su habitación. Antes de marcharse al desfile, saludó a la directora del NH Collection Granada Victoria, Lucía Bermejo; a sus propietarios, Eduardo Salas y Rita Martínez;y se hizo una fotografía con el personal del hotel. Así fue la noche en que el Rey soñó con Granada, una ciudad a la que, tarde o temprano, siempre vuelve.
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Inés Gallastegui | Granada
David S. Olabarri y Lidia Carvajal
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