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Enrique Cabrera Heredia, en el taller municipal de Gran Capitán, rodeado de sus maquetas de cabezudos y de tarascas. Pepe Marín

El 'novio' de la Tarasca se jubila cuarenta años después

Enrique Cabrera Heredia es el funcionario municipal encargado de la Pública de las Fiestas desde hace cuatro décadas y, ahora, se despide entre recuerdos

Miércoles, 2 de junio 2021, 00:50

Enrique Cabrera Heredia nació en Granada en 1954, en el Callejón de Lucena, junto a la plaza de la Trinidad. En 1979 empezó a responsabilizarse de la Tarasca, de que todo quedara bien, de organizar a diseñadores, modistos, maquilladores y peluqueros. Ylo que surgió entre la Tarasca y Enrique fue un flechazo de amor incondicional por la Pública de las Fiestas, por Granada y sus ricas tradiciones.

Este año, pandemias mediante, se despide entre recuerdos y emociones de las que te enganchan el alma y te dejan el corazón del revés. Enrique se jubila, «y ya no seré el 'novio' de la Tarasca. Ala única que le permito que me llame Kike. La luz de mis ojos, la que me ha acompañado toda mi vida», comparte desde las entrañas del taller de gigantes y cabezudos, según está rotulado a su entrada, que el Ayuntamiento de Granada mantiene activo en las dependencias de Gran Capitán.

Enrique estudió en el Ave María en la Casa Madre de la Cuesta del Chapiz, luego pasó a cursar formación profesional en San Cristóbal, en la Carretera Murcia. Se decidió por las artes gráficas. No lo hacía mal y de ahí saltó a Barcelona a estudiar con los Salesianos en Sarriá. Empezó ingeniería de lo suyo, las artes gráficas, pero no terminó. Ni por asomo. «Era joven y con esa edad lo que buscas es tener dinero, viajar y divertirte». Así que se volvió con sus bártulos a Granada a trabajar en la editorial del Ave María. En esta ocupación deambulaba hasta que se cruzó en su camino José Miguel Castillo Higueras, entonces concejal por el Partido Comunista del Ayuntamiento de Granada con Jara de alcalde. Bueno, don Antonio Jara, que dice Enrique.

El encargo era el entelar unos planos topográficos de 1853 de la ciudad de Dalmau y José Contreras. «Cuando vio el trabajo se quedó muy satisfecho y coincidía que estábamos en pre Corpus. Me propuso restaurar los gigantes, los cabezudos y la Tarasca. Era el año 1979. Al haber estudiado artes gráficas se me daba bien todo lo de los pigmentos, cartón, papel y engrudos. Eran materiales que conocía. Así que entré en el Ayuntamiento a trabajar por mi cuenta. Luego fui interino y luego saqué la plaza oficial en 1998».

Estas últimas palabras resuenan por las paredes del taller con cierta tristeza. «Nunca me han reconocido todos los años de dedicación. Solamente a partir de 1998, pero sí es verdad que llevo cuarenta años desempeñando este oficio de ser el responsable de la Pública de las fiestas», se confiesa, no sin una puntada de plata amarga en su boca.

Los nuevos cabezudos

Al taller se accede por un laberinto de pasillos y patios y puertas que se abren gracias a un manojo copioso de llaves. De repente se hace la magia, el espectáculo, y tras una de las puertas aparecen los cabezudos, los gigantes, los tocados de los pajes de la Cabalgata de Reyes, los vestidos, las túnicas. Más magia. Toneladas de ilusión.

La responsabilidad de Enrique es la Cabalgata de los Reyes Magos y en el Corpus, la Pública. «La Pública es la Tarasca, los cuatro gigantes y los 18 cabezudos, aparte de las tres charangas que contratamos. Estos son los elementos de la Pública de las fiestas que sale los miércoles de cada año que anuncia las fiestas del Corpus. Todos esos años he ido restaurando las figuras. Los gigantes nazaritas o moros ya estaban aquí en Granada que se compraron en el 75 y en el 81 fui a Barcelona a comprar los Reyes Católicos», recita de memoria, como para que no desaparezcan sus vivencias de la memoria.

Luego se empleó en los cabezudos. «A partir del año noventa empiezo a hacer cabezudos de la ciudad de Granada con personajes conocidos y queridos en Granada». En 1990 creó por ejemplo a Paniolla, un mendigo que pedía limosna. En 1991 le tocó el turno a Chorrojumo, un personaje del Sacromonte que se buscaba la vida de guía. En 1992 hizo el payaso, que representa al abuelo de Milikito, el de 'los payasos de la tele'. Al año siguiente 'nace' Viloria, un granadino que vendía periódicos en la esquina del Suizo. En 1995 decidió recrear el Quijote por ser el 400 aniversario de la gran novela.

Pero todo llega a su fin. Yeste Corpus es el último para Enrique. Le ha costado, y mucho, hacerse a la idea. «La Tarascas es lo más grande que me ha podido pasar en la vida. Siempre me he considerado el 'novio' de la Tarasca. Ha formado parte de mi vida porque en 40 años siempre he estado con ella, restaurándola, vistiéndola bueno ayudando a vestirla porque la viste el modista».

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Así que Enrique se jubilará envuelto en recuerdos, como si fuera un vestido hecho a medida de una vida de servicio y elegancia. «No quería jubilarme nunca. Quería ser como los artistas y morir encima del escenario. Es mi vida y me ha costado muchísimo trabajo aceptar y entender que me jubilo. Siento nostalgia y pena».

Enrique cierra la puerta del taller y se dirige a la Plaza del Carmen. Es el Pregón del Corpus y le van a tributar una mención especial. Cuando el taller se queda vacío, se siente cómo las maquetas de los cabezudos creados por él se preguntan si es cierto que les deja. Ysi uno se fija bien, ve lágrimas en los dos maniquíes de la Tarasca que esperan desnudos otras manos.

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