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Sergio González Hueso
Granada
Lunes, 14 de noviembre 2022, 19:34
Estaban haciendo una barbacoa hasta que la vieron rodar encendida monte abajo. Era un domingo cálido del pasado mes de mayo en el que el viento soplaba con mala sombra. La pareja había acampado en un paraje conocido como el Camino de la Ermita, en ... SanMiguel Alto. Y no pudieron hacer nada para evitar la catástrofe. En dos días el fuego provocado por su imprudencia arrasó 173 hectáreas.De fondo, aún se oían las advertencias de los vecinos de la zona, que llevaban años insistiendo en que algún día, uno por ejemplo como aquel fatídico 29 de mayo, se perdería el paisaje de su infancia.
Han pasado casi seis meses desde entonces y aunque el monte continúa ennegrecido por efecto de las llamas, en la zona están volviendo a proliferar las acampadas. Este periódico lo pudo comprobar por sí mismo el pasado martes. Mientras en el monte los brotes verdes son indetectables debido a la falta de lluvia, en San Miguel Alto ya pululan a diario caravanas y furgonetas, en la explanada frente al centro de menores, así como tiendas de campaña en mitad del cerro.
Vecino de San Miguel
Los vecinos se quejan continuamente de que nadie pone coto a unos desmanes que tienen consecuencias tan visibles como las que a día de hoy se pueden ver en el paraje que está frente a sus casas.
A escasos metros de un cartel en el que se dice explícitamente que las caravanas están prohibidas, se encuentran aparcadas al menos media docena. Son las diez de la mañana. Algunos de sus ocupantes van a la fuente del Avellano a llenar de agua una garrafa de muchos litros;otros hacen yoga mirando al cerro y a la Alhambra. Solo se oyen los pájaros.
Los vecinos están acostumbrados a la presencia de estas personas, que es mucho más masiva durante los fines de semana. En su mayoría son extranjeros, que vienen atraídos por webs y aplicaciones que identifican a esta zona de la capital como un punto seguro para aparcar la rulot, la furgoneta o la caravana sin ser molestados. Los hay que se pegan unas horas, pero también varios días.
«El problema no es cuando están aquí aparcados y hacen deporte o toman el sol; el tema es que se adentran en el monte y plantan sus tiendas de campaña; ahí es cuando empieza el temor, porque hacen barbacoas», señala Paco, vecino de esta zona, uno de los que está convencido de que su casa habría ardido si en aquel incendio de mayo el viento hubiera soplado en dirección contraria a la que lo hizo.
Aquello fue una verdadera conmoción. El Ayuntamiento se comprometió enseguida a reforestar la zona y a vigilarla. Los ciudadanos, hartos y desesperados, hasta cavaron una zanja y levantaron una murallita de piedra para bloquear uno de los accesos al monte. Sus quejas, ya amplificadas por el desastre, hizo al Ayuntamiento actuar: básicamente reforzó la presencia policial en este punto. Los datos facilitados a IDEAL por la Policía Local así lo dicen.
En los últimos tres meses se levantaron 50 actas por infracción de tráfico en San Miguel Alto, de las que 41 fue a caravanas. Además, se han hecho 15 seguimientos y se han retirado incluso dos vehículos de este tipo. No contentos con eso, el Consistorio bloqueó con vallas la principal 'entrada' al paraje siniestrado. Y allí está hoy, delante de la pequeña zanja que abrieron los ciudadanos. El problema es que no se le pueden 'poner puertas al campo' y menos vallas.
Las tiendas de campaña hoy salpican el cerro de San Miguel Alto incluso un martes cualquiera de noviembre. Los vecinos reconocen que las barreras que se han puesto disuaden a muchos campistas de meterse con el coche en la zona protegida, pero no están impidiendo lógicamente que se entre caminando o en bicicleta. La vigilancia también es complicada con todas las horas que tiene un día.
De ahí que IDEAL viera cómo en el mismo sitio donde rodó aquella maldita barbacoa, volviera a haber excursionistas con dos tiendas, hamaca y lo que eran los restos de una hoguera. Y, alrededor, monte quemado. La situación es comprometida, porque no es un caso aislado, los excursionistas no se marcharon nunca.
El barrio denuncia que continúa también habiendo cuevas okupadas y que en los miradores se hace botellón los fines de semana. Ese es el panorama habitual de San Miguel, a la vista desde hace años.
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