Voluntariado en la puerta del refugio climático Ariel C. Rojas

Un oasis térmico en el Centro de Granada para las personas sin hogar

La Calle Mata mantiene abierto en agosto el Hogar y Comedor Social del Corazón de María de la calle Colegios y lo convierte en un refugio climático

Viernes, 16 de agosto 2024, 23:36

La última cena enmarcada y con formato de tapiz preside el Hogar y Comedor Social del Corazón de María (Edicoma) de la calle Colegios, en el Centro de Granada. No es una alegoría ni un simbolismo, es una realidad. Durante todo el año, cientos de ... personas sin hogar pasan a media tarde y recogen la cena que les brinda Edicoma. Por primera vez, este año, también en agosto, gracias al acuerdo alcanzado con la plataforma La Calle Mata, que con sus voluntarios, mantiene abiertas las instalaciones de once de la mañana a una de la tarde, y de dos y media a ocho y media de la tarde. El intervalo de una a dos y media es aprovechado por los usuarios para llegarse al vecino comedor social de San Juan de Dios.

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La Calle Mata explica su paso adelante para abir este refugio climático en agosto. «No es un mes para estar en la calle. Po eso, ante la inacción del Ayuntamiento de Granada, la solución ha venido de la mano de personas voluntarias y entidades de la sociedad civil que se han arremangado y organizado y demostrado que es cuestión de voluntad».

Cuarenta voluntarios y voluntarias se están encargando de mantener abierto el local, de acoger a los que llegan y de organizarles entretenimiento. Un centenar de personas pasa este mes de agosto por las instalaciones.

El plan diario es bastante completo. Por la mañana pueden acceder al desayuno que ofrece Cruz Roja y a mediodía comen en San Juan de Dios. Por la tarde, cuando hace más calor, se pasan todos por allí. Ven la tele, se divierten con los juegos de mesa y meriendan.

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Meriendas y críticas

La 'happy hour' es a partir de las cinco de la tarde. Entonces, el local de la calle Colegios está a tope de gente. Este lunes había setenta personas a las seis de la tarde atendidas por una decena de voluntarios. Nada más llegar, se anota el nombre en una libreta paa tener cierto control y se les da agua mineral fresquita. También hay leche y muchos piden gazpacho pero, de momento, no hay. Luego un buen bocata de salchichón o de queso o pavo si son musulmanes, por aquello del cerdo;y un bizcocho o una madalena. Se remata con una pieza de fruta y todos tan contentos y felices, por la comida, por la compañía, por la conversación. Un refugio climático como el de la calle Colegios es también un oasis térmicos paa el corazón, la nostalgia y la soledad.

Elisa y Manuel son dos de los voluntarios de este refugio climático. Critican la actitud del Ayuntamiento de Ganada. «Es para que se lo hagan mirar». Carmen Caballos, otra voluntaria de LaCalle Mata, incide en este aspecto. «Es un error garrafal, desde el punto de vista de los Derechos Humanos y de los Servicios Sociales, que este servicio lo tenga que hacer el voluntariado». Argumenta sus razones. «Por mucha buena voluntad que le pongamos, ni estamos capacitados ni debemos hacerlo. Es obligación de toda la Administración atender a las personas vulnerables y proporcionar recursos adecuados a sus necesidades y no de la ciudadanía. El voluntariado puede hacer muchos acompañamientos necesarios y difíciles de hacer por la Administración, pero asumir este servicio es dar un gran paso atrás».

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Historias personales

Mara y Eloy, de Granada y Sevilla, dejan a las ocho de la tarde este refugio climático. «Nos vamos al Parque García Lorca a dormir». Son usuarios destacados de este oasis, y les encanta. Se sienten bien y seguros hasta el punto que hacen bromas. «¿Cuándo vienen los del servicio de quejas y reclamaciones?», y todos en el círculo se parten de risa. Hay buen ambiente, cordialidad, compañerismo, se podría decir.

Cuarenta voluntarios gestionan el local por turnos y atienden a unas cien personas sin hogar que acuden a diario

Begoña empuja un carrito con toda su vida atada con cuerdas. Es usuaria del Centro de Alta Tolerancia de la calle Arandas, «peo como hoy no hay sitio paa pasar la noche, me voy a La Caleta a pasar la noche», comparte. Matías y Francisco asienten con la cabeza, ya que son compañeros de estrellas. Su historia es diferente. «Nosotros venimos de Malloca porque en la isla todo está muy cao y aquí en Ganada podemos sobevivir mejor».

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Va llegando la hora del cierre. Los usuarios recogen sus escasos bienes. No se olvidan de ecoge los móviles, que los tienen cargando en una regleta. La tele escupe un programa anodino que es seguido sin interés por tres muchachos bolivianos. Hay una macedonia de nacionalidades. Hay magrebíes, centroameicanos, españoles y subsaharianos. Todos, pepaados para su peregrinaje diario en busca de un lugar para pasa la noche, que noche nochera, que dejó escrito Federico García Lorca quizá para ellos.

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