«Esto parece un crucigrama. Un laberinto. Pero luego va a ser muy bueno para el pueblo». Dos vecinas de Churriana se encuentran en la calle San Ramón completamente en obras. Se despiden y cada una tira para un lado pero los caminos se cortan ... por las vallas y vuelven a verse cuando ya se habían dicho adiós. Ambas avanzan por la vía principal del municipio por donde pasará el metro. Está completamente abierta en canal y las decenas de negocios se encuentran bloqueados por las vallas, las zanjas y los movimientos de tierras.
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Todo es caótico y cada día es una sorpresa. Parece un campo de minas y dicen, que los mayores del pueblo ya no pasan por allí por miedo a caer. Es verdad que todos piensan a futuro. Que ven el beneficio que tendrá el que el metro cruce su pueblo de cabo a rabo y los comunique con la capital sin necesidad de coger el coche. Les va a cambiar la vida pero, por ahora, la obra se la condiciona.
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La ampliación de la línea 1 del metro de Granada –la primera fase entre Armilla y Churriana– comenzó en diciembre de 2023. Ahora que se cumple un año y un mes de obras, IDEAL visita la calle San Ramón, la arteria principal de este municipio que concentrará el metro (en doble vía y con vía única), un carril de tráfico rodado en un único sentido y dos amplias aceras para los peatones.
San Ramón es una gran calle llena hasta arriba de negocios de todo tipo, servicios, bares y restaurantes y viviendas bajas y bloques de pisos. Por eso, la obra en esta calle se hace compleja y con un replanteamiento diario para generar las mínimas molestias posibles, según indican desde la propia obra. El responsable de los trabajos asegura que cada día se afanan por reprogramar, reconfigurar vallas, e incluso que han creado un camino interior de hormigón, en mitad de la calzada para que los peatones puedan circular con seguridad.
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Allí, garantizan, no se ha cortado el acceso a ningún negocio un día entero. Siempre se ha buscado la fórmula para que quedasen conectados aunque a veces haya sido difícil porque las zanjas de los servicios están pegados a las fachadas.
Por la parte que pega más a Las Gabias se van recuperando las aceras. Indican desde la obra que con toda la celeridad posible, van reconstruyendo aceras para tener primero terminados los laterales y después trabajar en el centro, en la propia plataforma del metro.
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Los comerciantes de la zona han notado en este año cómo han bajado sus ventas, aún así, todavía no están beligerantes. Están más pacientes a la espera de que el metro les mejore la vida y revalorice sus locales.
De hecho, la calle está un poco desértica. Persianas echadas, y locales vacíos que parece que se cerraron con prisas como una academia de inglés o un centro de estética. Tampoco funciona ya uno de los talleres y algunos comerciantes se marcharon y traspasaron sus negocios justo antes de que comenzara la obra.
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Si toca la excavadora ese día en la zona puedes estar tomando un café con la máquina literalmente encima o quizá se tenga que apartar para poder acceder al negocio.
«Antes vendía más del doble. Lo llevamos de la mejor manera posible pero es duro. Todos los días te encuentras con una escena distinta y a veces es complicado pasar, pero aquí estamos a piñón fijo», dice Tania, propietaria de la tienda de dietética Meli.
A su lado está El baúl de Chari, donde Carolina vende ropa de segunda mano. Hasta que no le hacen un montículo de tierra –ese día– no se puede pasar. «Aproveché para quedarme con el local cuando lo dejó la anterior dueña para que luego no subiese su precio. Es entendible pero la obra hace pupa. Nos han dañado el cartel. Solo pedimos que cumplan los plazos por favor porque ofrecemos otro tipo de servicios para gente que no compra por internet», cuenta esta empresaria.
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En la tienda de deportes Base, Jessica cuenta que antes la gente llegaba en coche y que ahora no tienen aceras. «Vendemos un cincuenta por ciento menos. La clientela se va a otras tiendas», expresa esta comerciante que pide que se apoye a los negocios locales de Churriana.
Alejandro, de Nutriness, asegura que ahora venden un 30% menos. «Cada día es una aventura, unos estamos sin agua, otros sin luz», expresa este empresario que espera que después compense tener el metro en la puerta. Eso esperan también Bea y Ainhoa de la peluquería Meli, que dicen que ahora el acceso al negocio es complicado pero que confian en que la obra acabe pronto.
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