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La vida de la víctima de violencia de género que denunció a su expareja, subinspector de la Policía Local de Granada, y a varios agentes ... por presuntos usos indebidos del sistema Viogén, la herramienta para el control de las mujeres que sufren violencia machista, ha sido un «infierno» en los últimos años, desde que decidió separarse en el año 2022. La mujer comprueba incluso a diario si funcionan los frenos de su coche y tiene miedo de que su exmarido se acerque a sus hijas.
El individuo se enfrenta a una petición de casi siete años de prisión por malos tratos, descubrimiento y revelación de secretos. Fiscalía aprecia «conductas de control debido a su carácter machista y celoso», dado que «agredió físicamente con empujones, golpes en la cabeza y los brazos» a su expareja e instaló «un dispositivo de seguimiento en su automóvil», según el escrito fiscal. Estas agresiones, tanto físicas como psíquicas, se extendieron a sus niñas. La conducta «obsesiva» comenzó presuntamente a partir de 2017, pero se intensificó a raíz de la denuncia y la separación de la pareja. «Me puso micrófonos en casa y un GPS en el coche para controlarme y me animé a denunciarle. Ha sido controlador y cruel conmigo. Intenté reconducir la relación al separarnos, pero no hubo forma. Se obsesionó», lamenta.
La víctima denuncia que advirtió formalmente al Ayuntamiento de los hechos y que incluso mantuvo varios encuentros con responsables municipales y, según mantiene, no le hicieron caso. «Lo pusieron a patrullar en el centro, junto al lugar donde trabajo y en un área de exclusión del sistema Viogén», remacha. El hombre tiene una pulsera de control telemático porque sobre él pesa una orden de alejamiento de 500 metros. «El dispositivo no paraba de sonar mientras trabajaba. Me quería hacer saber que tenía acceso a mí», argumenta. «Ha justificado quebrantamientos a través del trabajo y con ayuda de sus compañeros», añade.
«He sentido mucha impotencia. Sentía que mi vida y la de mis hijas estaban completamente expuestas. Algunos compañeros suyos me han echado una mano, pero otros me han puesto en peligro. Los que me ayudaron me contaban que vigilaba los movimientos que hacía por cámaras de seguridad de la ciudad, pero alegaron que él no tenía acceso. Demostrar ciertas cosas en gente que tiene poder es complejo», apunta. «Los agentes que son así son una minoría que hace mucho daño. No sé en manos de quién estamos. Hay policías muy buenos, mantengo amistades y les agradezco lo que han hecho por mi familia», sentencia.
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