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8M en Granada
Ocho emes por mamáFue poco después de que saliera el arcoíris, en mitad de la Gran Vía. Eran las seis y media de la tarde. Adara, una niña de 5 años, bailoteaba al ritmo de la batucada con una sonrisa enorme y unas gafas moradas, a lo 'Pequeña Miss Sunshine'. «¡Estamos celebrando el Día Internacional de la Mujer!», exclamó. El periodista, entonces, le lanzó una pregunta un tanto tramposa: ¿Cuál es para ti la mujer más importante del mundo? «Mmmmmmmm…». Hubo algo en esas ocho emes que resonó con fuerza entre las miles de personas que la rodeaban. «¡Mamá!», dijo Adara buscando la mirada cómplice de Deme, su madre, la mujer que le sostenía la mano con la fuerza y la ternura de un cordón umbilical. Las dos caminaron juntas así, alegres y orgullosas, al más puro estilo Delacroix.
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Más de 13.000 personas recorrieron este viernes 8 de marzo el centro de Granada. Una marcha que empezó cargada de poesía, con una enorme nube que chispeaba sin parar por encima de la marea morada. Con los paraguas en ristre, las chicas de la Batucada Bembé se congregaron en un círculo, una suerte de aquelarre feminista de tambores y cánticos que obraron el hechizo: paró la lluvia, salió el arcoíris y Adara, Deme y todas las demás se pusieron a bailar.
«Contra el patriarcado y la precariedad, lucha feminista sin fronteras ya», decía la pancarta que abría camino. A sus espaldas, un ambiente formidable de convivencia, denuncia y solidaridad. Aunque había una mayoría de jóvenes, lo cierto es que participaron personas de todas las edades. Incluso algún que otro perro, como Kao, que llevaba en su lomo una pancarta que decía «si yo no entiendo de géneros, tú tampoco». Lo de las pancartas es un género literario en sí mismo. Las hubo claras y meridianas como «Tocan a una, respondemos todas», «Si mirases por nuestros ojos también gritarías», «Para que llore mi madre, que llore la tuya», «No somos histéricas, somos históricas» o «Quiero dejar de preguntar a mis amigas si llegaron bien a casa». También reivindicativas y creativas: «Nos quieren como musas porque nos temen como artistas», «Si calladita estoy más guapa debo ser feísima», «Con este culazo aplasto el patriarcado» o «Somos más fuertes que un Nokia 3310».
Algunos lemas había que leerlos dos veces, como «Si el feminismo no es vegano, no es verdad»; y otros bastaban con una vez para que iluminaran la calle: «Quiero que toda niña sepa que su voz puede cambiar al mundo».
A mitad de la manifestación, una docena de mujeres vestidas con túnicas y máscaras blancas pusieron nombre a las que fueron asesinadas durante el último año: Sandra, María Concepción, Ana María, Rosario, Mónica, Encarni... Y a lo largo de toda la marcha se insistió mucho en la igualdad laboral. «Los malos contratos también son malos tratos», se cantó con fuerza.
Fluida y con ritmo, la cabeza de la manifestación llegó a la explanada del Paseo del Salón a las 20.00 horas, mientras que la cola seguía todavía por Reyes Católicos, para que se hagan una idea del éxito de la convocatoria.
Sin embargo, más de la mitad -si no más- de los asistentes se marcharon cuando comenzó la lectura de los manifiestos, en el quiosco. Juan y María, de 10 y 7 años, se quedaron con su madre, María José. Desde el escenario, una portavoz hablaba de discriminación laboral, derechos trans, cuidado del medio ambiente, venta de armas, capitalismo sangrante, cultura vegana, solidaridad con Palestina... «¿Y no hablan de las mujeres?», preguntó María, que no entendía. «Mmmmmmmm... Sí, mejor nos vamos ya», respondió su madre así, al más puro estilo Delacroix.
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras
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