Olimpiadas de invierno
tito ortiz
Sábado, 1 de octubre 2022, 23:29
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tito ortiz
Sábado, 1 de octubre 2022, 23:29
Con esto del cambio climático, vete a saber si en algún momento volveremos a tener una competición mundial en Sierra Nevada. La nieve cae cada vez en menor medida y hasta nos llueve barro africano, que hace perder a la estación su clásico color blanco ... por ese beige amarronado que todo lo entristece y ensucia. Pero no hay que ser pesimistas, porque en esto de los factores climáticos errar en su pronóstico es ya un clásico. Pertenezco a la generación que vio cómo el meteorólogo de la única televisión de España, Eugenio Martín Rubio, tuvo que cortarse el bigote apostado el día anterior si su pronóstico del tiempo era fallido, como así fue. Vivimos tiempos de cambios rápidos de hoy para mañana, y lo que es peor, la historia se repite cuando menos te lo esperas. Y cuando todos sacábamos pecho a la vida, muy ufanos, por haber vencido para siempre catástrofes y epidemias, la covid-19 pone patas arriba a todo un mundo de científicos modernos y el volcán de La Palma nos devuelve de una bofetada al paleolítico. Vamos de chulitos suficientes por la vida y la vida nos da cada vez que quiere una bofetada, para que esa confianza autosuficiente la enterremos para siempre.
Granada en esto de la nieve tuvo su esperanza. Nuestras cumbres con su oro blanco sirvieron desde siempre para calmar la sed, conservar los alimentos y hacer más llevadera la vida en los hospitales. El trabajo de los neveros durante siglos, transportando ese sólido que se deshace a líquido en tan poco tiempo no ha sido suficientemente reconocido por la sociedad en su conjunto, ni cantado por los poetas, ni contado por los cronistas. Estamos hablando de cinco siglos de transporte y conservación de la nieve a cargo de unos hombres y unos animales cuyo reconocimiento a su trabajo está pendiente en la historia. Pero hubo un tiempo en el que nuestras gentes pusieron el objetivo en una alta competición para nuestros montes nevados, y eso –afortunadamente– se logró en 1995 con nuestro Campeonato de Esquí Alpino, aunque el cambio climático, del que nadie hablaba entonces por miedo, ya nos dio un aviso por falta de nieve y un aplazamiento mundial de la competición hasta un año más tarde. Pero aquella profecía nadie se la tomó en serio, incluso hoy en día hay quién habla de ampliar la estación.
El sueño granadino no fueron los campeonatos, aunque estos vinieron gracias a nuestra insistencia de años antes, cuando lo que de verdad Granada solicitaba era la celebración de unas Olimpiadas de Invierno. El mismo año en que el hombre llega a la Luna y Hermida nos lo cuenta, Granada ya solicita la celebración de este evento, gracias a la iniciativa –entre otras personas– del alcalde, José Luís Pérez Serrabona, que recoge el testigo de su antecesor, Manuel Sola, primero en reclamar en el Palacio de El Pardo una Olimpiada para Granada. Por entonces la carretera de acceso invitaba más al suicidio que a disfrutar de la nieve, pues el trazado era el mismo del duque de San Pedro de Galatino, y lo del telecabina a Borreguiles, un sueño.
En 1976, es el propio ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga, quien está por la candidatura de Granada, con la anuencia del responsable olímpico, José Antonio Samaranch, pero el asunto no llega a mayores por una evidente falta de presupuesto para las infraestructuras necesarias. Pero Granada lo sigue intentando. Ya en democracia, el Ayuntamiento presidido por Antonio Jara es el que se toma en serio la candidatura de Granada a unas Olimpiadas de Invierno, y en compañía de José Sánchez Faba, Antonio Pipó Jaldo, Jorge Manrique y Manuel Peregrina montan una candidatura de nuestra ciudad, que por primera vez tiene visos de realidad. El propio José Antonio Samaranch, presidente del Comité Olímpico, viene a Granada para ratificar la recepción de nuestra candidatura, para cuya promoción el concejal de Relaciones Institucionales, José Miguel Castillo Higueras, encarga al taller de los hermanos Moreno unos juegos de pisacorbatas, gemelos y pin de solapa, en plata de ley, que llevan una granada insertada entre los aros olímpicos, una pieza de alta joyería que hoy es objeto de coleccionistas.
Como no podía ser de otra manera en esta ciudad de mis entretelas, ante la fuerza de una candidatura en serio, que podría ser victoriosa –como así fue– la eterna Granada, casposa, ególatra y elitista, pone el grito en el cielo cuando comprueba que el proyecto va en serio. Pero no lo hace por razones ecologistas y de respeto al medio ambiente, al ver que se va a ampliar la carretera, se van a instalar nuevos remontes, construir aparcamientos y un centro de alto rendimiento. Lo hace, como ya quedó patente en la tertulia de la Peña de Los Monteros, porque eso facilitaría el acceso masificado de personas a 'nuestra' estación y dejaría de ser el paraíso hasta entonces para unos pocos granadinos de alto standing. Lo de esta ciudad no tiene arreglo.
Aunque un año después Granada celebró no una Olimpiada como era su añejo deseo, pero sí unos campeonatos mundiales de esquí alpino, que nos pusieron en el mapa mundial de este deporte por primera vez en la historia. Y del éxito de la competición, su organización y desarrollo nos habla la intención que años más tarde tuvo la ciudad de ser candidata de nuevo a un evento de estas características para 2010, aunque esta vez la candidatura encabezada por el alcalde José Moratalla no alcanzó cumbre, que se dice en el argot.
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