Lo de Cifuentes con la URJC es de matrícula de honor, un culebrón lamentable que demuestra que aún quedan tipos sin escrúpulos dentro el ámbito universitario que tienen en venta su dignidad y que se dedican a hacer genuflexiones a los poderosos
REMEDIOS SÁNCHEZ
GRANADA
Domingo, 15 de abril 2018, 23:46
Hubo un período en que, en España, la política era menester de gente de prestigio, con algún Rinconete aislado escondido entre las bambalinas del poder, pero resultaban los menos. Era en la época de Suárez, los tiempos primeros de Felipe apretando una rosa de ... sangre y sueños en la mano o con el Aznar de la oposición cuando los mandamases tenían cierta clase. Pero, ahora que padecemos esta primavera que se asoma con su rastro de lluvia de caracol perezoso, empieza a descubrirse el pastel, el intríngulis de la cosa; o sea, que aquí, muchos cargos públicos de los últimos años nos han vendido un cuento, una biografía corrompida con forma de historieta vulgar de novela picaresca, manipulada y cargada de privilegios burdos, sin que nos hubiésemos percatado de ello. El personal dirigente, a falta de carisma y talento, se ha forrado de títulos, de diplomas acreditativos de una altura intelectual que ya nos parecía raro a muchos que tuviesen. Por sus hechos los conoceremos, no por sus másteres o doctorados asociados, que no suman nada a su compromiso con los intereses de la ciudadanía. Que en Granada, por concretar, se llaman AVE o suficientes profesionales para los dos hospitales completos, por ejemplo.
Lo cual que el supuesto máster realizado por Cristina Cifuentes, esta chica pizpireta del PP con más ambición que inteligencia, se ha revelado como la punta de un iceberg capaz de hundir al Titanic que es la clase política actual. A ella ya se han sumado el amigo de Pedro Sánchez en el PSOE madrileño, José Manuel Franco (precisamente quien debía explicar las razones por las que Cifuentes debe dimitir), que nunca ha sido licenciado en Matemáticas como expresaba en su currículum; o el diputado podemita gallego que se inventó que era ingeniero para dar lustre a su trayectoria. Y no vamos a recordar ni los casos de Íñigo Errejón y su beca flexible o las titulaciones inexistentes de Pepiño Blanco o Elena Valenciano.
De todas maneras, hasta en la estulticia nacional hay grados, y lo de Cifuentes con la URJC es de matrícula de honor, un culebrón lamentable que demuestra que aún quedan tipos sin escrúpulos dentro el ámbito universitario que tienen en venta su dignidad y que se dedican a hacer genuflexiones a los poderosos. Es lo inaceptable, porque la universidad española, salvo vergonzantes excepciones, no funciona así y al final acaba todo el mundo medido con el mismo rasero, cuando hacer una titulación o un máster exige muchos sacrificios y muchas renuncias. Quien lo probó lo sabe.
Por eso, desde el PP y la universidad tienen la obligación de aclarar con rapidez la situación concreta de la todavía presidenta. Ahora mismo el escándalo es tan brutal, que hacer chistes se antoja una frivolidad, mayormente porque las alteraciones curriculares de estos prendas se extienden como una pandemia de izquierda a derecha, afectando a todo el espectro parlamentario, evidenciando hasta qué punto se ha bajado el nivel ético para ejercer un cargo. Con su vanidad pretenciosa ellos solitos han puesto el foco sobre sus personas, parafraseando a Isabel Pantoja. Por eso es tan conveniente que, para limpiar a fondo tanta podredumbre, se levanten las alfombras. Pero no una, todas; que ubiquemos el grado de irresponsable superficialidad de cada personaje para tenerlo en cuenta antes de votar. Y luego que cada palo aguante su vela.
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