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Eduardo sueña con acciones tan sencillas como caminar, ducharse solo, agacharse, atarse los cordones, coger a su hijo en brazos. Gestos cotidianos que a él le parecen un mundo. Aún recuerda aquella mañana en la que, mientras llevaba a su niño al colegio, el pequeño ... se cayó. Varias personas tuvieron que ayudarle a levantarlo, él no podía. La obesidad mórbida tiene más sombras aún de las que la sociedad cree. Pesaba unos 260 kilos, según su cirujano, ya que ni él mismo lo sabía: no hay pesos adaptados para cuantificar su volumen. Hasta este jueves, 20 de abril, cuando fue operado por el doctor Carlos Ballesta, un genio en lo suyo. Es el primer paso de una larga carrera en la que se quedará, si todo va bien, por debajo de los 100 kilos.
Eduardo Soto tiene 42 años y es natural de Linares. Dice que siempre ha sido «gordito, pero atlético». Trabajaba repartiendo bombonas de butano, una tarea física que le mantenía activo. Hace dos décadas, cuando conoció a su mujer, Carmina, pesaba unos 80 kilos. Llegó 2010 y la crisis económica le dejó sin empleo. La nueva oportunidad le surgió en un puesto de atención al cliente, un trabajo sedentario que desempeñó durante cinco años. Fue ganando cada vez más peso hasta que la situación se volvió insostenible. En casa se movía con muletas; en la calle, en silla de ruedas. Sufría asma y diabetes, a lo que había que sumar el riesgo de infarto, cada vez más patente.
Eduardo Soto
Paciente
«Cuando decido hacer dieta y apuntarme al gimnasio, empiezo a sentir unos dolores muy fuertes. Era artrosis en ambas caderas, me dieron la invalidez», detalla. Estaba a la espera de una operación en la Seguridad Social que nunca llegaba. «No me intervendrían hasta que no bajara de peso», cuenta. Aquella situación desencadenó en una profunda depresión y ansiedad, un pozo sin fondo en el que precisó la ayuda del psiquiatra.
El día a día se volvió una pesadilla cuando su mujer se lesionó la rodilla hace cuatro meses. «Es mis pies y mis manos», asegura. Le ayuda a moverse, a asearse, a vestirse. Sin ella estaba perdido. Aquello supuso un punto de inflexión: «Necesitaba tener dependencia», resume. Comenzó a buscar un cirujano que quisiese operarlo. Las buenas críticas en Internet le llevaron hasta Carlos Ballesta, con más de 4.000 cirugías bariátricas a sus espaldas.
Una operación de estas características conlleva un alto coste económico que Eduardo, con una pensión de menos de mil euros, no se podía permitir. Comenzó una campaña de crowdfunding para sufragar este gasto y otros agregados, como el desplazamiento. Su objetivo era reunir 17.500 euros. Ya lleva 17.000. «No hubiera sido posible sin mi familia, mis amigos y la gente a la que no conozco. Un donante anónimo me dio 3.000 euros. Las instituciones de mi ciudad me van a ayudar también en el proceso de recuperación», comenta emocionado.
La intervención tuvo lugar este jueves en el Hospital HLA Inmaculada. Cualquiera que entra a quirófano está nervioso. Él estaba eufórico y feliz. Se trataba de un proceso complejo, tal y como confirma Carlos Ballesta, que cuenta también con una clínica propia en Granada. «Le realizamos un bypass de asa larga que permite perder el peso que sobra sin que le produzca un déficit de vitaminas o calcio. Es difícil, pero da buenos resultados», argumenta.
Carlos Ballesta
Cirujano
Participaron una decena de personas, entre cirujanos, anestesiólogos, celadores, profesionales de Enfermería, etcétera. «Eduardo es un paciente muy complejo y a los médicos no nos gusta complicarnos la vida. Nadie quería operarlo, pero todos tienen derecho a vivir», confiesa. También le extirparon la vesícula, que tenía múltiples piedras. «Estaba preso en la cárcel de su propio cuerpo y vamos a conseguir que sea una persona normal, sin riesgo de infarto. Lo que le espera es ser feliz, ganar agilidad y perder dolores», recalca. Eduardo Segovia, médico cirujano y primer ayudante de Ballesta, pone en valor la actitud del paciente: «Es muy importante su compromiso y los objetivos que se fija».
La meta es que Eduardo se quede en su peso ideal, por debajo de los 100 kilos. Está impaciente, quiere que el tiempo pase deprisa, aunque sabe que es una carrera de fondo. Ahora tendrá que seguir estrictas pautas de alimentación. Paralelamente, quiere concienciar a la sociedad de que la obesidad es una enfermedad. Pide empatía y comprensión. «Piensan que estás así porque quieres y te dicen que cierres la boca, no son solidarios. Se sufre desde niño», lamenta.
Su familia es su principal motivación. El pequeño Eduardo tiene ya doce años y quiere disfrutar de él como un padre cualquiera. Cuando habla de ello, se le saltan las lágrimas. «Mi sueño es volver a andar. Esto me va a cambiar la vida», asevera. La solidaridad de los ciudadanos le ha permitido costearse la operación. Su tesón hará el resto.
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