Prácticamente todos los gobiernos municipales desde los 90 hasta ahora han abogado por una peatonalización que, sin embargo, se ha dilatado en el tiempo. C.VALDEMOROS
Granada

La pandemia relanza la peatonalización que la capital intenta desde hace 30 años

La corporación hace un nuevo intento para implantar restricciones al tráfico en una ciudad que lleva tres décadas tratando de poner freno al coche

Domingo, 31 de mayo 2020, 00:43

La puesta en marcha la semana pasada de las restricciones a la circulación de vehículos privados en diferentes puntos de la capital nazarí supone el último intento de la corporación municipal por dar carpetazo a un problema que lleva tres décadas sobre la mesa, ... el exceso de tráfico y la polución que conlleva. Desde que la expansión de los municipios metropolitanos multiplicara los desplazamientos a comienzos de los 90, los sucesivos equipos de gobierno han tratado de impulsar en mayor o menor medida soluciones que permitieran a la ciudad reducir la huella de carbono y dejar de tener el dudoso mérito de ser la tercera ciudad española con peor calidad del aire, solo por detrás de Madrid y Barcelona.

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Sin embargo, el fuerte rechazo a la imposición de limitaciones al uso del coche, el temor a que las medidas afectaran al pequeño y mediano comercio y, sobre todo, la costumbre de los distintos gobiernos municipales de deshacer las iniciativas promovidas por equipos anteriores han provocado que Granada lleve al menos tres décadas recorriendo el camino hacia la peatonalización a paso lento.

Si bien durante la etapa de Antonio Jara se aplicaron restricciones de éxitos como la de Mesones, uno de los primeros planes de peatonalización fue lanzado a mediados de los 90 por el actual edil de Movilidad, César Díaz. El dirigente, que entonces era responsable de Tráfico en un gobierno encabezado por el popular Gabriel Díaz Berbel, promovió una transformación de la circulación en el Centro y el Albaicín. El edil introdujo restricciones en arterias como Gran Vía o Reyes Católicos además de implementar la regulación de los accesos al Albaicín por la carretera de Murcia y Plaza Nueva mediante pilonas automáticas.

Ambas iniciativas formaban parte de un plan mucho más amplio que incluía el programa 'Mejor sin coche' y que, como el edil explicaba a IDEAL en el 97, buscaba «impulsar el uso del transporte públicos y encaminar a la ciudad hacia una peatonalización progresiva del casco histórico». Idénticas palabras que las expresadas por el mismo edil esta semana.

Una encuesta realizada entonces da una muestra de cómo se recibió el plan. Si bien un 84,5% de los vecinos consultados estaban a favor de disfrutar un casco histórico peatonal, el apoyo a la propuesta ejecutada por el gobierno popular no alcanzaba la mitad de los encuestados. No fue el único rechazo que recabaron las medidas. La oposición acusó al equipo municipal de falta de «valentía» y pidió mas restricciones. A su vez, los comerciantes insistieron en la necesidad de apostar por una «peatonalización progresiva» en lugar de modificaciones bruscas.

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El incendio generado no se apagó tras las elecciones que llevaron a José Enrique Moratalla a la alcaldía. El socialista, al frente del famoso gobierno tripartito, hizo público su interés de ahondar en la peatonalización, aunque supeditó el avance a los acuerdos con la Junta para implantar un metro ligero por el Centro.

En octubre del 2000, el regidor anunció la que sería su propuesta estrella, la celebración de un Día sin coche un domingo al mes. La iniciativa era el primer paso hacia una «progresiva peatonalización», El primero se celebró a finales de año con cortes en Gran Vía y actividades lúdicas con gran éxito de participación. Recibió, sin embargo, el estruendoso rechazo de la Federación de Comerciantes que la calificó como «una temeridad, de juzgado de guardia».

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Las críticas no se apagaron cuando el primer edil anunció que 2001 sería «el último año de un casco histórico abierto al vehículo privado». La corporación se unió tibiamente a la idea, de la que llegó a avanzarse que se desarrollaría en el polígono formado por Gran Vía, Reyes Católicos, Recogidas, Solarillo de Gracia, Casillas de Prats, Obispo Hurtado, Carril del Picón, Gran Capitán y San Juan de Dios además de conllevar restricciones en Acera del Darro y control de los accesos en calles como Pagés o Pavaneras.

Se hizo un ensayo parcial en la Navidad de ese año y hubo comentarios para todos los gustos. Vecinos del Albaicín y colectivos como Los Verdes o Granada al Pedal, con el exconcejal Jesús García a la cabeza, manifestaron públicamente su apoyo. Por contra, hubo críticas por parte de algunos ciudadanos –dan cuenta las cartas al director– y también de los comerciantes del Centro. «La peatonalización es un error. Los cortes han impedido que los ciudadanos accedan con facilidad para hacer sus compras», alegaron.

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Meses después, con las elecciones municipales ya cerca, el tripartito insistió en la necesidad de seguir dando pasos y anunció un plan para duplicar las plazas de aparcamiento. En esa época ya se construían los parkings de Cruz de Lagos, Escolapios, Neptuno y San Lázaro, a los que debían sumarse otros en Hípica, Camino de Ronda y los Cármenes.

Los planes, sin embargo, no continuaron tal y como estaba previsto. Un nuevo cambio de gobierno devolvió al PP a la alcaldía en mayo de 2003. Apenas tres meses después, el equipo municipal eliminó tanto los Domingo sin coche como el programa 'Mejor sin coche', al que se habían inscrito más de 10.000 personas con el correr de los años.

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La oposición, especialmente PSOE e IU, cargó contra Torres Hurtado, al que acusaron de dar un paso atrás. Los populares José Antonio Balderas, responsable de Tráfico, y Gerardo García Royo, tuvieron que salir al quite con propuestas como la construcción de un parking en Triunfo o los cambios en la circulación implementados en Constitución y Pulianas para dificultar el acceso al Centro.

En 2004, se reformularon calles como Pavaneras y Tablas, donde se instalaron pilonas, y colocaron cámaras para impedir que el carril del bus fuera tomado por los vehículos. Al año siguiente, se cerraron al tráfico Fábrica Vieja, parte de Trinidad y el tramo de San Antón hasta Frailes. Sin embargo, el conflicto llegó cuando se anunció una posible peatonalización de Carrera del Darro. Vecinos y comerciantes se mostraron «escépticos» con la idea y pidieron en cambio reforzar el control de las pilonas.

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En marzo de 2007, las principales fuerzas municipales hicieron público su apoyo a un plan de peatonalización que había sido bendecido previamente por el Consejo Social. Incluso se publicó que los comerciantes «se oponían menos» al constatar el ejemplo de zonas como Bib Rambla, Zacatín, Mesones o Navas. Sin embargo, el movimiento no se produjo hasta dos años después, cuando se renovó la zona de la Magdalena y se aplicaron peatonalizaciones en el eje de Alhóndiga y Puentezuelas. Las obras, sin embargo, volvieron a encontrarse con reproches de comerciantes, que las señalaron como causa del cierre de negocios tradicionales.

Un año después se anunciaron peatonalizaciones en el entorno de la plaza de la Universidad, aunque la gran apuesta del mandato fue el corte del Paseo de los Tristes. La medida, que implicó cambios en calles del entorno, levantó a gran parte del barrio, que denunció problemas de movilidad y falta de conexiones con el resto de la ciudad. Otra de las quejas fue la falta de «comunicación» del gobierno, que se encontró con la oposición de partidos como el PSOE y de colectivos como los taxistas y hosteleros, que pidieron la reversión, como así ocurrió.

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El último intento llegó en el mandato anterior, con Francisco Cuenca en la alcaldía. El gobierno socialista propuso aprovechar los DUSI para implementar itinerarios peatonales y anunció una ampliación de la zona 30 a grandes áreas de la ciudad. Además, recuperó los Domingo sin coche, que extendió más allá del Centro, y propuso medidas para paliar la polución, como la ampliación del carril bici o la limitación en la autovía. Así hasta que la semana pasada, el bipartito, con el consenso de todos los grupos, implementó nuevos cambios y anunció que, esta vez sí, Granada irá hacia una «progresiva peatonalización». Tan progresiva que lleva tres décadas instalándose.

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