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El Papa, durante su encuentro con José María Castillo en marzo. IDEAL
«El Papa me dijo: 'rece por mí porque lo necesito'»

«El Papa me dijo: 'rece por mí porque lo necesito'»

Francisco rehabilitó el pasado mes de marzo al sabio de Puebla de Don Fadrique, que fue vetado por la propia Iglesia hace 30 años

Carlos Morán

GRANADA

Lunes, 21 de mayo 2018, 02:06

José María Castillo (Puebla de Don Fadrique, 1929) es probablemente el único teólogo del mundo que no le ha cogido el teléfono al Papa. No fue adrede, claro. El intelectual granadino, uno de los pensadores más reputados y controvertidos de la iglesia católica, siempre ha sido un rebelde, pero también es una persona muy cortés. No descolgó porque no sabía que quien le llamaba era Francisco, el Sumo Pontífice.

Ocurrió a primeros del pasado mes de marzo. Era de noche. José María Castillo estaba sentado en el modesto despacho de la vivienda en la que reside, muy cerca del campus universitario de Cartuja y de su querida Facultad de Teología. En la pantalla del inalámbrico apareció un letrero que decía «número oculto». No se fiaba y no lo cogió. Instantes después, el teléfono volvió a sonar. «Entonces, descolgó el otro terminal uno de los hijos de la señora que es dueña de esta casa en la que vivo. Yoyó: 'Ciudad del Vaticano' y ya entró la voz del Papa: 'Soy el Papa y quiero hablar con el padre José María Castillo'. Y el chico vino corriendo por el pasillo, lógico, ja, ja, ja. Me quedé un tanto sorprendido, claro. Porque el Papa es una personalidad de ámbito mundial. Y este Papa en concreto es un hombre que seduce..., así como produce rechazo en otras gentes».

–¿Qué le dijo Francisco?

–Me dijo: 'Mire, soy el Papa'. Incluso insistió levantando la voz: 'Que soy el Papa', y ya noté que era él. Y comentó que me llamaba para agradecerme los artículos y los libros que yo había escrito elogiando su labor. Entonces, quise intervenir, darle una explicación, pero él me interrumpió. No quería rollos, ja, ja, ja. Yya me dijo: 'Le llamo para que rece a Dios por mí porque lo necesito mucho'. Me lo repitió tres veces. No se me olvida, porque a la tercera vez él se emocionó. Lo noté. Es un hombre emotivo, un hombre muy sensible, pero también muy firme cuando tiene que serlo. Entonces yo le dije: 'Padre Francisco –porque no le digo Santo Padre ni a él le gusta eso–, le agradezco sus palabras y, por supuesto, cuente con mi oración'. Yya...

«A los pocos días de la llamada, me telefonearon de Madrid y me comunicaron que el Papa me esperaba el día 19 en la misa que él celebra cada mañana en la capilla de Santa Marta»

José María Castillo

Pese a su íntima sencillez, esta conversación entre Francisco y José María Castillo fue histórica. Significaba que el máximo representante de la Iglesia católica reparaba al sabio de Puebla de Don Fadrique tras treinta años, que se dice pronto, condenado al ostracismo.

Conocido por su cercanía a los pobres y las clases populares, José María Castillo fue apartado de la docencia en la Facultad de Teología de Granada en 1988, en tiempos de Juan Pablo II. En aquella época, ya era un erudito de prestigio internacional y, a partir de su separación forzada de las aulas, lo fue todavía más.

Tres décadas después, el aperturismo de Francisco ha acabado por imponerse al conservadurismo de sus antecesores.

El diálogo telefónico tuvo su continuación en un encuentro cara a cara entre el Papa y el teólogo en el Vaticano. Fue el 19 de marzo y la 'rehabilitación' de José María Castillo fue completa.

–¿Cómo se gestó la reunión entre el Papa y usted?

–A los pocos días de la llamada, me telefonearon de Madrid y me comunicaron que el Papa me esperaba el día 19 en la misa que él celebra cada mañana en la capilla de Santa Marta, que es la residencia del Vaticano en la que él vive, porque no ha querido vivir en las estancias pontificias, que están en el Palacio al que él se asoma los domingos. Él tiene una habitación en Santa Marta, no tiene más. El día que estuve en la capilla de Santa Marta no había más de veinte personas. Celebró la misa él solo, como un cura cualquiera. Me llamó la atención que las lecturas las hicieron dos chicas jóvenes. Terminó la misa y él se fue a la sacristía a quitarse los ornamentos. Yo estaba recogido, con la cabeza inclinada, pensando en lo que representaba todo aquella y en que iba a hablar con el Papa. Entonces me di cuenta de que ya había salido de la sacristía y estaba sentado en una silla entre la gente, justo detrás de mí, ja, j a, ja, como uno más. Es que él es así. No quiere solemnidades. Ha tenido problemas con cosas tan simples como el coche que usa. Se ha negado en rotundo a utilizar un coche de alta gama como siempre han utilizado los papas. Él utiliza un utilitario como el de cualquier trabajador. También come en la cocina con los cocineros o con los guardias suizos... Me consta que a él le gustaría salir a la calle, hablar con la gente, entrar en las tiendas, ir a ver enfermos... En fin, ser como un párroco, pero no le dejan.

–¿De qué hablaron en su encuentro en la capilla de Santa Marta?

–Lo más importante que me dijo fue una cosa que, en la práctica, venía a neutralizar la prohibición del Papa Juan Pablo II. Exactamente lo que él me dijo fue: 'Le agradezco lo que usted está escribiendo y publicando. Le ruego que no deje de escribir y publicar porque le hace mucho bien a la gente'. Esas fueron exactamente sus palabras. Fue muy amable. Yo le recordé al jesuita Díez Alegría, que salió de los jesuitas, como yo, pero siguió viviendo con los jesuitas, y publicaron una biografía suya que se llamaba 'Un jesuita sin papeles'. Yyo le dije al Papa: 'Padre Francisco, usted y yo somos dos jesuitas sin papeles, ja, ja, ja. Yél se reía. Estuvimos hablando un ratito... Yme repitió lo que me dijo por teléfono, que se sentía muy necesitado de ayuda, de oración..., porque en la misma curia, en Italia y en el resto del mundo, hay mucha gente que no está de acuerdo con él. Algunos le han acusado de atrocidades doctrinales que no son verdad.

«Exactamente lo que él me dijo fue: 'Le agradezco lo que usted está escribiendo y publicando. Le ruego que no deje de escribir y publicar porque le hace mucho bien a la gente'»

José María Castillo

–¿Por ejemplo?

–Le han acusado de permitir la comunión a matrimonios de separados que se han vuelto a casar, pero eso son cosas puramente disciplinares que no pertenecen a la fe.

–¿Qué sintió en el momento en el que Francisco elogió sus escritos y le rehabilitó?

–Me quedé muy impresionado. Es que todo partió de él. Yo no sabía nada.

–¿Lo conocía de antes?

–Nunca nos habíamos visto antes. Yo estuve invitado en el seminario de Quilmes, en Argentina –país natal del Papa– en los años ochenta y llamé al centro en el que él estaba pero no pudo ser. Pero él había leído cosas mías, porque algunos de mis libros tienen mucha difusión en América Latina.

–¿Se equivocó con usted Juan Pablo II al retirarle la venia para enseñar?

–No lo sé. Cuando a mí me prohibieron seguir enseñando en la facultad de Teología de Granada, que fue en el año 1988, me lo comunicaron de palabra. Fue el provincial de los jesuitas. Yo le pregunté qué motivo había para la prohibición y él me dijo que era una decisión que no había venido del Papa, de Juan Pablo II... al menos, no directamente. Si pudo influir en aquello, ya no lo puedo saber. A mí me vino aquello del Santo Oficio, es decir, de la Congregación para la Doctrina de la Fe, de la cual era prefecto el cardenal Ratzinger, que después ha sido Benedicto XVI. Me consta que, acompañado por el cardenal Suquía y otros dos o tres obispos españoles, Ratzinger tuvo una entrevista con el general de los jesuitas de entonces, que era un holandés, el padre Peter-Hans Kolvenbach. ¿De qué hablaron? No he conseguido saberlo. Pero a partir de ahí, Kolvenbach comunicó una decisión del Santo Oficio por la que se me retiraba la venia para enseñar en una institución eclesiástica.

–¿Nunca se tambaleó su fe por ese castigo?

–¡Nooo...! Mi fe se basa en Dios nuestro señor, en Jesús y en el Evangelio, que es lo que da sentido a mi vida. Es verdad que caía en una profunda depresión después de aquello. Mi psicología no es muy consistente. Mi madre tenía una tendencia depresiva y la heredé. Estuve tratándome durante varios años. También me ayudó el contacto con América, con la pobreza, el sufrimiento de aquellas gentes, la injusticia, el dolor... Aún así, mantuve la fe, que para mí es intocable.

–Supongo que los halagos de Francisco habrán sido la cura definitiva.

–No tengo palabras para agradecer al Papa el bien que me ha hecho. Ya mi edad, que tengo ya 88 años...

–Las mujeres españolas se han echado a la calle para reivindicar sus derechos con una fuerza sin precedentes, ¿le alegra?

–No estoy de acuerdo en absoluto en cómo está la condición de la mujer en la sociedad civil y, menos todavía, en la iglesia. En la legislación oficial de la iglesia, busqué la palabra mujer y no existe. Es decir, que en el Código de Derecho Canónico la mujer no existe. Pero cuando se estudia detenidamente el Evangelio, llama la atención el comportamiento de Jesús con la mujer. Si hay algún grupo humano con el que Jesús no tuvo ningún roce fue con las mujeres. Jesús tuvo conflictos con los sacerdotes, con los maestros de la ley, con los fariseos, con los apóstoles, con los discípulos..., pero con las mujeres no tuvo ninguno. Jesús defiende la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer. En ese sentido, cuando dicen que las mujeres no pueden ser sacerdotes, yo digo: ¿Qué dificultad hay? Me alegro mucho de lo que está ocurriendo en la sociedad contra la agresión que sufrió la mujer atacada por los de 'la manada'. La mujer tiene que tener los mismos derechos que el hombre. Yno sólo en la teoría.

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