De dermatóloga en Granada a acuarelista
«El párkinson me hizo enterrar el cáncer y me convirtió en pintora»De dermatóloga en Granada a acuarelista
«El párkinson me hizo enterrar el cáncer y me convirtió en pintora»Elena García Lora achaca al estrés el bulto que descubrió en su mama izquierda al hacer el gesto de arropar a su hija Nerea una noche de abril de 2016. Por aquel entonces, era una dermatóloga brillante -consiguió la plaza a través de unas oposiciones ... en las que quedó primera de Andalucía- y, en concreto, por las mañanas era jefa de la unidad clínica de Dermatología del Virgen de las Nieves y por las tardes ejercía la medicina estética en su centro privado. Con buen ojo clínico, mucho tacto con los pacientes y cualidades para la cirujía -dice que dibujaba muy bien los colgajos- la doctora Elena se vino abajo al conocer que su cáncer era triple negativo y con un índice de proliferación del 95%. Al menos no había metástasis. Después de un viaje a Polonia, comenzaron los ciclos de quimio. Más tarde llegó la radioterapia, que en comparación, «fue un paseíllo» y se curó. Aunque la enfermedad no le dio mucha tregua.
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Después del cáncer, una depresión profunda inundó la cabeza de Elena que también se sentía lenta y que «andaba como un robot». Comenzó un aleteo en un dedo del pie y un día se sorprendió haciendo la letra pequeñita mientras escribía sobre la alopecia. Era micrografía y Elena, acababa de autodiagnosticarse un párkinson que después, sus colegas los neurólogos confirmaron. Un párkinson que «llamó a su puerta» y pasó para quedarse y que resultó ser genético, como el de su madre y como el de Michael J. Fox al que le gustaría conocer para preguntarle por su tratamiento.
Elena no sumó sus adversidades. Sustituyó una por otra y se inventó una vía de escape para sobrevivir mentalmente a estos zarpazos certeros del destino. «Me ha tocado». Volvió a decir, tan solo once meses después de superar el cáncer. Entonces se produjo en la doctora, que ya estaba jubilada por incapacidad absoluta por la depresión, una combinación especial que ha materializado en 300 cuadros en dos años.
Por pasos. Así lo resume Elena. «El párkinson vino para enterrar el cáncer de mama y me convirtió en pintora». Todo en la doctora tiene una explicación médica. «He pasado de ser dermatóloga a acuarelista». Y no ha sido gracias a ella, pero sí por ella, por esta enfermedad, que Elena ha descubierto un estilo de vida. Si no fuese por la pintura, lo reconoce, «estaría muerta».
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Elena cuenta que entre un 5 y un 10% de los enfermos de párkinson gracias a la medicación -agonistas dopaminérgicos, que son fármacos que estimulan los receptores de dopamina- viven lo que se llama una «eclosión artística» como dice que le pasó a Dalí o a Morrisseau. Elena pinta de manera impulsiva. Se acuesta pensando en un cuadro y se levanta pintándolo. «Al principio pensé que estaba loca, pero me dijeron que no, así que bendita locura», explica. Lo único que aleja a la acuarelista del párkinson y sus consecuencias es la pintura. Con los pinceles se olvida del mundo y de la Dermatología conserva una costumbre: utilizar lupa, ahora para apreciar los matices de sus trazos en vez de los lunares.
El párkinson solo afecta a Elena en un temblor en la pierna derecha que solo espera que no se le pase a la mano. Le limita la vida, eso sí, pero ella le da la vuelta a la situación. «Me levanto zombi, me tomo la primera pastilla y me pongo como una moto así que salgo a dar un paseo». Después, el resto del día, consiste en pintar. Retratos: el de su madre, el suyo propio con su hija al fondo en una playa. Unos rostros de ojos peculiares y matices de estilo naif. También pinta paisajes y coge colores intensos pero delicados.
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Elena
Lo que marcó a Elena fue un viaje a Japón y la elegancia de las mujeres japonesas. También sus valores. La conexión con la naturaleza. En todas esas cosas en las que cree la pintora y que ha recogido en una exposición -ahora en la Fundación Caja Rural organizada también por el Colegio Oficial de Médicos- en la que lucen obras que ha puesto a la venta para donar lo recaudado a la Asociación Párkinson Granada.
En la exposición, Elena García Lora hace su particular homenaje a la mujer japonesa y a sus pintores. Ella no sabía que pintaba hasta que se matriculó en Bellas Artes por la depresión y sintió esa creatividad desbordante por el párkinson. Elena pinta y se evade del mundo. Aferrada a su pincel desconecta de su enfermedad y plantea un espacio paralelo donde la vida fluye como las ramas del árbol en el que piensa reencarnarse, después de haberlos pintado en cientos de paisajes.
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