Dos jóvenes caminan por la calzada de la Avenida de Madrid y cruzan por delante de la salida del túnel que viene desde la Avenida de Severo Ochoa. Javier F. Barrera

Movilidad en Granada

El paso de cebra invisible delante del túnel de la Avenida de Madrid

Muchos peatones cruzan las calles por donde quieren basados en la geometría euclidiana de que la distancia más corta entre dos puntoses la línea recta

Jueves, 28 de noviembre 2024, 00:22

Sergio empuja el carrito con su niña, Sol dentro, por la bocana de salida del túnel de la avenida de Madrid. Ahí ni hay paso de peatones ni se le espera. Pero prácticamente a diario, Sergio, su pequeña hija y cientos de granadinos cruzan en ... ambas direcciones este paso de cebra invisible y se ponen en peligro. Este comportamiento está más que estudiado. Se ha bautizado como las líneas del deseo.

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Las llamadas líneas del deseo son un magma de inteligencia colectiva contra el mal diseño urbanístico. El término explica la manía que tienen los peatones de cruzar entre dos puntos por la línea más corta, esté o no marcado por el consabido paso de cebra. Este comportamiento está basado en la geometría euclidiana que dicta que la distancia más corta entre dos puntos es la línea recta.

El término líneas del deseo fue acuñado por el filósofo francés Gastón Bachelard, y describe los senderos dibujados por el paso continuo de los caminantes en los parques para atajar o acortar camino. Y también, los imaginados en el asfalto de las ciudades cuando se olvidan de los peatones y otorgan preferencia a los automóviles, los reyes entonces de la jungla urbana.

Sucede a diario

Es lo que sucede a diario, en la línea del deseo más peligrosa del entramado urbano de la ciudad de Granada. Se encuentra en la Avenida de Madrid, y obedece a la ubicación de los pasos de peatones, separados entre sí a una distancia máxima debido a la construcción del túnel subterráneo que une el final de la Avenida de Severo Ochoa con el comienzo de la Avenida de Madrid por debajo de la Avenida de la Constitución.

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Resulta que los dos pasos de peatones que hay están separados casi un millar de metros. Uno se encuentra en la parte inferior de la Avenida de Madrid y el siguiente no se ubica para cruzar al otro lado hasta el final del edificio del Espacio V Centenario, frente a la parroquia de San Isidro. Tiene su miga. En previsión de que la gente tendría intención de cruzar por delante del túnel, el urbanista ubicó sendas vallas en ambos lados de la Avenida de América para impedir el paso.

El efecto conseguido ha sido contraproducente porque, no solo no impide el paso, sino que los peatones para discurrir por la línea del deseo se adentran en el asfalto del carril paralelo al túnel justo cuando empieza la valla, con lo que el cruce de la vía se prolonga mucho más tiempo y, ahora, además, se incluye el peligro de caminar por el asfalto. Es la ley de la calle.

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