A las cinco y cuarto de la tarde, los termómetros del Centro de Granada marcan 21 grados y aún queda una hora y media de sol. La primavera asoma a finales de febrero. Por si fuera poco, es viernes. Hace un año no habría llamado ... la atención ver el cerro de San Miguel salpicado por los colores de las mantas sobre las que se sientan varios grupos de jóvenes. Pero en este segundo mes de 2021, aún en la resaca de la tercera ola del coronavirus, con las reuniones sociales limitadas a cuatro personas, toque de queda a las diez de la noche y los bares cerrados a partir de las seis, este plan de fin de semana está en el centro de atención de la Policía Local.
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A esa hora en el cerro de San Miguel hay alrededor de un centenar de personas dispersas en pequeños grupos –parejas, grupos de cuatro– y otras en pandillas que superan el límite establecido por la Junta de Andalucía para las reuniones sociales. Los agentes que se dirigen en dos furgones y en motos hacia lo más alto del Albaicín lo sospechan: hace buen tiempo y tienen la experiencia de los fines de semana previos. Además, el algodón no engaña: en la subida hacia el olivar que da salida al mirador de San Miguel Alto y a la montaña, el furgón de la 'patrulla halcón' se cruza con varios chavales con bolsas verdes en la mano.
Es el tercer fin de semana de patrulla del nuevo 'agente' de la Policía Local, un dron equipado con una cámara robotizada de máxima definición, 25 minutos de autonomía de vuelo, manejable desde el móvil a siete kilómetros y capaz de alcanzar los 120 metros de altitud. Un halcón que se hace prácticamente invisible en cuanto toma algo de altura.
Esa es la ventaja. En condiciones normales, cuando los congregados ven aparecer a los agentes a lo lejos, se ponen las mascarillas, guardan las botellas y se dispersan. Aquí no hay margen:el dron va por delante, graba y, en cuanto los policías llegan al mirador, ya saben lo que van a encontrar, por dónde huyen y quién infringe la normativa de la convivencia –está haciendo botellón– o las medidas 'anticovid' –no lleva mascarilla o no respeta el distanciamiento social–.
Según el concejal de Seguridad Ciudadana, César Díaz, el dron permite mayor perspectiva para la vigilancia de espacios abiertos tanto en el Albaicín como en el Realejo. «Busca optimizar los siempre escasos recursos, posibilitando que con unas unidades flotantes coordinadas con la unidad dron, tener mayor alcance y efectividad».
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«Desde la 'unidad halcón' vamos a estar pendientes desde el aire», anuncia por radio a sus compañeros Alberto Pérez, portavoz de la Policía Local de Granada. A las 17.30 mandan un enlace para que desde la comisaría de Huerta del Rasillo puedan seguir en directo las imágenes captadas. También le llega al concejal de Seguridad Ciudadana. El aparato, con sus cuatro hélices, levanta una polvareda mientras asciende lento y zumba como un avispero. A los pocos segundos ya es casi imperceptible, parece tener el porte de una mosca.
En cuanto el dron se acerca hacia el bosque, las pocas motas de colores que se veían sobre la montaña parecen multiplicarse en la pantalla del móvil desde el que se maneja. Los agentes avisan a una unidad en moto, con dos agentes, y otros tres se dirigen a pie hacia una colina en la que hay varios grupos. Desde lejos se ve cómo algunos echan a correr. La Policía identifica a varias personas e incauta un carro de la compra con bebidas.
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El dron regresa a la base. Jorge Bolívar, formado desde 2015 en el uso de estos aparatos, lo vuelve a poner en marcha –la polvareda, el zumbido– y al volarlo sobre la ermita de SanMiguel Alto encuentra a decenas de pandillas discretas y un par de ellas de mayor tamaño junto a las murallas, a un lado y otro del mirador. Alberto da la orden de entrada y cuando llegan los uniformados, los jóvenes empiezan a abandonar la zona. En apenas cinco minutos dispersan a un centenar de personas y deciden dejar una unidad en el mirador para controlar el acceso. Los agentes permiten la entrada, pero no que se formen grupos.
A las 18.20 no hay nadie en San Miguel, pero el dron cruza los tejados blancos del Albaicín y encuentra que el mirador de San Nicolás está de bote en bote. Nueva orden y los agentes empiezan a disolver a los congregados frente a la Alhambra.
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Mientras tanto, San Miguel vuelve a llenarse. A las 18.42 optan por desalojarlo de nuevo: otras cincuenta personas, aproximadamente, que se suman a las que había en el cerro y al centenar disuelto minutos antes. El balance: casi 200 desalojados,20 personas identificadas, cuatro sanciones por botellón y una por no llevar la mascarilla. El parte del despliegue policial de la tarde –sumando a las patrullas del Centro– deja a 16 denunciados por no llevar la mascarilla, una por fumar, otra multa a un establecimiento que incumplía la normativa sanitaria y siete por botellón.
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