El balcón de Asun y su familia es el altavoz de la calle, el escenario al que todos los vecinos de la calle Afán de Ribera miran para unirse en un aplauso a las ocho de la tarde. RAMÓN L. PÉREZ

El penúltimo 'Resistiré' de los balcones de Granada

Historias desde el Balcón ·

Los vecinos de Afán de Ribera cantan cada tarde los himnos que han marcado el aislamiento. Ellos son el epílogo a estas 'Historias desde el Balcón': «Seguiremos hasta que el último de los vecinos pueda salir a la calle»

Viernes, 8 de mayo 2020, 01:04

Afán de Ribera es la esencia de las ocho de la tarde. Ahora que nos disponemos a bajar las escaleras de casa, fase a fase, hasta recuperar la vista escorada de nuestros balcones; ahora que los aplausos son más tímidos y se mezclan en ... una amalgama de cacerolas y patinetes; ahora que nos empeñamos en ver el arcoíris en el horario estipulado, con las zapatillas calzadas; ahora, precisamente ahora que hablamos de la «nueva normalidad» con total normalidad, Afán de Ribera sigue siendo, puntual, la esencia de las ocho de la tarde.

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El día 1 –el primero del confinamiento– salieron a aplaudir. La calle Afán de Ribera es estrecha, con muchísimos balcones y ventanas que permiten ver al de arriba, al de abajo, al de enfrente y al de al lado. Pero, claro, la mayoría ni se ponían cara, como el resto de vecinos de todos los puntos de España que aplaudía en un extraño e imposible abrazo dedicado a los sanitarios. Asunción Quesada (Granada, 1972) sacó el altavoz al día siguiente, el día 2, para arengar a las tropas: «¡Resistiré, erguido frente a todo!». Y la calle se vino arriba.

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Imagen. Una vecina da una palmada en Afán de Ribera. RAMÓN L. PEREZ

Pero, justo cuando cerraban puertas y ventanales, Juan y María Angustias, el matrimonio jubilado del otro lado, agitó la mano al vecindario y lanzó el ruego: «¿Alguien puede escribir la letra de la canción? Nos gustaría cantarla». El día 3 empezaron a cantar todos juntos, como si fueran el coro de Los Miserables, henchidos de orgullo. «Y así lo haremos hasta que el último de los vecinos pueda salir a la calle con normalidad», promete Asunción.

«Y así lo haremos hasta que el último de los vecinos pueda salir a la calle con normalidad»

Lo que pasa a las ocho de la tarde en Afán de Ribera lo hemos visto por todas partes y quizás por eso funcione tan bien como un epílogo a estas Historias desde el balcón: María Ramona, de 90 años, se engalana con sus mejores vestidos para aplaudir con sus vecinos, de todas las edades, de bebés a jubilados, familias numerosas y ancianos solitarios. Cuando María Angustias hace pestiños, roscos o magdalenas, Juan los pasa al resto de un lado a otro de la calle utilizando una larga caña hecha con palos de escoba. Susana decora como nadie y a Justa le encanta sacar fotos con su cámara. Y en el grupo de whatsapp que crearon, a voces y risas, en los primeros días de pandemia, se mandan mensajes de ánimo, eligen la canción del día y organizan minutos de silencio o gestos por la seguridad de los sanitarios, como la tarde que todos colgaron sábanas blancas, comprometidos y agradecidos con su trabajo. ¿Hubo alguna vez una cruz de mayo más hermosa que la de esta calle?

Afán de Ribera, el Día de la Cruz. R. L. PÉREZ

«El confinamiento desde el 14 de marzo y los aplausos de las ocho han conseguido que todos los vecinos de la calle Afán de Ribera de Granada hayan hecho una enorme amistad y que pequeños grandes milagros inesperados ocurran a diario», dice María Valdecasas. «Aquí estamos todos confinamos con pena por lo que está pasando –añade Asunción, el altavoz de la calle–. Pero lo cierto es que esos cinco minutos de palmas son un momento de ilusión y esperanza. Un momento de unión. Con independencia de ideologías, de lo que cada uno piense, los vecinos de Afán de Ribera no vamos a dejar de salir a aplaudir, de punta a punta de la calle».

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«¿Vamos?»

Dan las ocho de la tarde del enésimo día de confinamiento. «¿Vamos?», se escucha entre los balcones. La ovación ruge como en los títulos de crédito de la película más oscarizada. Poco a poco, las palmadas se sincronizan en un único ritmo, con naturalidad, y se encabalgan a la perfección con la melodía del Dúo Dinámico. Y entonces, como si se tratara del mismísimo estadio de Anfield, las voces de Afán de Ribera se alzan y cantan y se dicen que nunca caminarán solas: «Cuando pierda todas las partidas, cuando duerma con la soledad...». Luego se dedicaron un «¿A quién le importa lo que yo haga?» y, por último, entonaron un carismático y esperanzador «¡Libre! Como el sol cuando amanece, yo soy libre».

Si la Historia es justa será imposible estudiar la pandemia del coronavirus sin dedicar un momento a los batallones del balcón, la resistencia contagiosa, la gente que salió para compartir un aplauso y terminó abriendo las manos a los que tenían más cerca. Si hubo algo bueno en todo esto sucedió allí, en los balcones, en unas ocho de la tarde que, ojalá, lleguen puntuales cada día.

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Los «pequeños milagros» que se colaron por las ventanas de Granada

Ana, Laura y Nacho asomados al balcón para escuchar cómo su vecino, un universitario, tocaba la flauta travesera. Aquel «¡Veo, veo!» de los primeros días, en el que los gritos de los niños cruzaban la oscuridad de la calle. Los viajantes que pasaban el aislamiento en una furgoneta. Trompeta y Guitarra, los centuriones que han alegrado sin descanso Joaquina Eguaras. Los cuatro hermanos que versionaron el 'Esperando' para contagiar una sincera sonrisa. La caja que apareció delante de los ojos de Súper Tere, el día de su cumpleaños, abrigada por el canto de sus vecinos. La verbena del Sombrerete, la calle más envidiada de Atarfe –y parte del extranjero–. Las fiestas de una urbanización, ¡300 familias celebrando carnavales domingueros sin salir de casa! La fachada de Varela, engalanada con sus penas, proyectando en sus paredes el 'Cinema Paradiso' de la Semana Santa. El violista que se curó del coronavirus y salió a celebrarlo con su música. La reina Pepita balanceando sus brazos al horizonte, en busca de sus hijas y nietos. Los patos que tomaron el García Lorca y que ayudaron a dormir al pequeño Javi. La familia que compinchó a toda la calle para celebrar las bodas de oro de sus padres.El concierto de cinco músicos, en lo alto de San Miguel, con Granada en el horizonte...

La vida en los balcones ha provocado historias maravillosas. Es curioso cómo sus protagonistas, a lo largo de estos días de confinamiento, han usado expresiones tan parecidas:«No nos poníamos cara»;«ahora estamos unidos»;«nos ha cambiado para siempre»;«esto nunca lo olvidaré»;«aquí suceden pequeños milagros». Contar estas historias con palabras, fotografías y vídeos ha sido un reto fascinante. Un pequeño rayo de luz en la época más dura de nuestra vida. Entramos al coronavirus de una manera y saldremos de otra. En nuestras manos queda que este sea el final de las Historias desde el Balcón.

Un buen final. Gracias a todos.

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