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Daniel Olivares
Granada
Lunes, 3 de febrero 2020, 01:15
Hace un siglo, la caña de azúcar (saccharum officinarum) era el 'producto estrella' entre los cultivos de la Costa Tropical. Entre los frutales, el plátano gozaba de cierto protagonismo y prestigio, mientras que la chirimoya (annona cherimola) despuntaba ya y tenía cimentada su producción, que se había iniciado a finales del siglo XIX. Sin embargo, el aguacate (persea gratissima), hoy número uno en el 'top 3' de los cultivos subtropicales de las costas granadina y malagueña estaba en los años 30 del siglo pasado aún relegado a mera planta ornamental. Los intentos por conseguir que fuese un cultivo constante y rentable para su comercialización no habían fructificado y su aparición en escena se retrasó. En Canarias existía una pequeña producción de plantas borde (no injertadas) de origen centroamericano. En la península, las primeras investigaciones surgen al albor del éxito cosechado por el estado de California (EE UU), que desde 1910 empezó a comercializar fruto cultivado allí, o de países sudamericanos como Chile.
El proyecto pionero en España se inició en Cataluña, de la mano del ingeniero agrónomo Ramón Sala Roqueta. Sin embargo, no dio resultado y no siguió adelante. En Málaga también hubo algún avance con injertos en plantas borde cultivadas años atrás con semillas traídas desde Centroamérica. En Motril, también existió un pequeño proyecto que quedó en el camino, de la mano del agrónomo riojano Arsenio Rueda. Pero ni en un caso ni en el otro se aprovecharon las investigaciones iniciadas y aquello quedó en nada.
El verdadero impulso del aguacate español llegó a partir de 1954, a través de dos hombres, principalmente: el alemán nacionalizado chileno Roger Magdahl y el vasco Luis Sarasola Llanas. Del primero se sabe que había trabajado con plantas subtropicales en Chile, de donde viajó a hasta España para conocer la costa andaluza de la que le había hablado el doctor ingeniero agrónomo norteamericano Wilson Popenoe, uno de los precursores del aguacate californiano y una de las grandes eminencias en el cultivo de este tipo de frutales en aquella época. Popenoe había conocido la costa granadina y la chirimoya que aquí se cultivaba, y le habló a Magdahl de las posibilidades que tendrían las tierras Almuñécar para producir aguacates. El chileno-alemán decidió comprobarlo por sí mismo.
Luis Sarasola (Hermani, 1910- Almuñécar 1988), por su parte, ingeniero agrónomo formado en Versalles (Francia), se había interesado de forma paralela por los cultivos subtropicales después de convertirse en vegetariano en su período en suelo francés. Residía en Córdoba y había visitado Chile también en alguna ocasión. En un momento de su vida se cruzó con el propio Magdahl. Ambos, como cuenta el libro 'Historia del aguacate español' (1997), de Julián Díaz Robledo, se lanzaron a recorrer en 1954 toda la costa mediterránea española en busca de una zona que reuniera las condiciones idóneas para su cultivo.
En una motocicleta
Arrancaron en Marbella a lomos de una motocicleta propiedad de Sarasola y acabaron en Barcelona después de recorrer Málaga, Granada y Valencia, en cuyas costas tenían conocimiento de las existencia de árboles de aguacate que habían sido cultivados con semillas procedentes de Centroamérica. En Cataluña llegaron a conocer a Sala Roqueta, quien ya en 1942, en un artículo publicado en los 'Anales de la Escuela de Peritos Agrícolas y Superior de Agricultura y de los Servicios Técnicos de Agricultura', bajo el título 'El aguacate en nuestra costa mediterránea', vaticinaba ya entonces que el frutal centroamericano «adquirirá rápidamente tanta o más difusión que el níspero, por ejemplo, que es también de introducción reciente». Y, atención, porque su visión iba más allá: «En España, además de estar muy difuso y absolutamente estabilizado en sus posesiones de Guinea y en Canarias, se le considera esporádicamente difundido por todo el litoral de Valencia, Murcia y Andalucía, con la particularidad de que las zonas de Motril y Almuñécar mejor podrían cultivar el aguacate si ya cultivan en plantaciones industriales intensivas la especie chirimoya, mucho más delicada».
No andaba nada desencaminado el agrónomo catalán. Con toda la información que habían recabado, Magdalh y Sarasola se lanzaron a la aventura y se decantaron por Almuñécar como punto de partida de su aventura, a pesar de que el ingeniero vasco había preferido una finca que había conocido en la Axarquía malagueña, en el camino de Vélez Málaga a Triana. Se impuso el criterio de Magdalh, principal promotor de la empresa que estaban a punto de arrancar, que escogió Almuñécar porque le enamoró el paisaje de la bella localidad sexitana. La finca quedó bautizada como Rancho California, un paraje de 3 hectáreas que con el paso del tiempo se convertiría en el 'kilómetro cero' de la producción y comercialización del aguacate español en la península y punto de peregrinación para todo aquel agricultor o empresario que quisiera iniciarse en el cultivo de subtropicales. A ello ayudó el hecho de convertirse en un vivero experimental de todo tipo de variedades y de especies, como el mango, la propia chirimoya, la papaya y otros géneros habituales hoy día.
Díaz Robledo, el 'frutero' pionero
Al dúo inicial se unió en un par de años una tercera 'pata'. Se trata del ya mencionado Julián Díaz Robledo, un joven madrileño que se había convertido en el pionero de la importación de aguacates a la península para venderlos en la frutería familiar que poseían en Madrid. Díaz Robledo, único superviviente en la actualidad de aquel triunvirato inicial, reside en Torre del Mar y es propietario del Rancho Antillano, curiosamente la finca en la que Sarasola pensó iniciar la aventura del aguacate español y que Magdahl declinó.
Sarasola tuvo conocimiento de que un joven madrileño estaba comercializando aguacate canario en Madrid y decidió contactar con él. Corría el año 1956. El ingeniero vasco le escribió y le cuestionó sobre las posibilidades comerciales del aguacate porque tenía la pretensión de producirlos en Andalucía y quería asegurarse de que su inversión tendría sentido. El madrileño, escéptico en cuanto al éxito de cultivar aguacate en el sur de España, se plantó en Almuñécar invitado por el vasco. «Ven y te convencerás», le dijo. Allí arrancó una amistad que duraría años. Díaz Robledo terminó por instalarse en la costa malagueña.
Wilson Popenoe mantuvo el contacto con Magdahl y conoció también a Sarasola en su Rancho California. Su interés en la chirimoya sexitana le hizo establecer una relación fluida con ellos para intercambiar pareceres y experiencias. Asimismo, les empezó a enviar semillas californianas, de Florida (el otro estado productor de EE UU), de México, de Guatemala, de Perú o de Chile, para sus investigaciones. Así, poco a poco, probando todo tipo de plantas, no sin dificultades, fueron seleccionando variedades, hasta dar con las que mejor se amoldaban al clima tropical de la costa granadina.
Cuatro de ellas fueron las escogidas, inicialmente: Hass, Bacon, Fuerte y Zutano, aunque sin descartar otras. Llegaron a experimentar con más de cuarenta clases de aguacate. El rancho sexitano se convirtió en un laboratorio de subtropicales que dio sus primeros resultados en 1960. En octubre de ese año se enviaron, en cajas de cartón de 5 kilos de peso, los primeros aguacates producidos en la vega de Almuñécar. La frutería Sitjar, propiedad de Miguel Sitjar y amigo de Julián Díaz Robledo (que fundaría Casa Julián, la primera comercializadora de aguacates de la península), situada en Barcelona, fue el destino. Su precio, entre 80 y 120 pesetas el kilo (entre 0,5 y 0,7 euros). El aguacate español había nacido.
La expansión definitiva
Poco después, en 1965, un sexitano, Manuel Galiana, emprendió su propio camino en paralelo y se convirtió en otro de los pioneros. Al mismo tiempo, en Málaga, arrancó otro proyecto de investigación en la finca La Mayora, que se convertiría en uno de los centros de estudios subtropicales más importante de la zona. Al grupo del Rancho California se unirían otras personas, como Saturnino Blanco, que inició su relación con la finca sexitana en 1972 y que con el tiempo se convertiría en el principal viverista de plantas subtropicales de España, una labor que hoy día continúan en Vélez Málaga sus hijos, con Rubén Blanco a la cabeza, después del fallecimiento del progenitor en 2017.
Un dato: en 1987, tres décadas después del inicio de las primeros estudios del Rancho California, existían en la península 4.556 hectáreas de aguacate. Cuatro años después, en 1991, antes de la última gran sequía que recuerda la Costa granadina, ya se contaban el doble, unas 9.000 hectáreas, entre Granada y Málaga. Sumando a Canarias, que contaba con 1.000 hectáreas, se llegaban a las 10.000. En la actualidad, a fecha de octubre de 2019 el número ronda las 15.000 en toda España. Curiosamente, entre Málaga y Granada suman el mismo número prácticamente que entonces, unas 11.500.
El aguacate está presente en las costas de Granada, Málaga, Cádiz e incluso Huelva. Fuera de Andalucía, Valencia, que en su día contó con uno de los primeros intentos no fructificados en los años 20 de hace un siglo, cuenta también con pequeñas plantaciones. Otro dato: en la campaña 84/85, 25 años después del primer envío a Barcelona, la producción de aguacate en España rondaba las 15.000 toneladas. En la 90/91 se duplicó y en la actualidad supera las 60.000 toneladas por campaña (cifra de mayo de 2019).
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