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A plumilla

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Pintor, de novias eternas con las que jamás casó, Enrique Villar Yebra fue saxofonista de orquesta romántica, guía turístico del patrimonio, ilustrador de la Granada caduca y ferviente mantenedor de la amistad. En estas páginas mostró durante decenas de años su hacer, con el cariño de un granadino enamorado de su tierra

TITO ORTIZ

Lunes, 13 de agosto 2018, 23:13

Estábamos -como tantos días- apurando en la barra de 'Los Manueles' de la calle Zaragoza, nuestros respectivos cubiletes de arroz. Es curioso recordar que en este centenario restaurante el arroz no se sirviera por platos, como en todo el mundo, sino que para los clientes ... acreditados que solíamos comer de pie en la barra se tuviera la deferencia de servir una medida de arroz tan especial, un cubilete, como si de un flan o tocino de cielo se tratara. Yo le estaba contando cómo se me presentaba la jornada en 'Patria', y él me rogaba que lo acompañara, tras la comida, al local de Juventudes Musicales en Campillo Bajo, 32, segunda planta, donde el bueno de Dámaso García lo dejaba ensayar con el saxo ya que, según Enrique, sus vecinos le habían amenazado con tirarlo a la Acequia Gorda si seguía martirizándolos en su casa. Quería que le diera mi opinión acerca de sus progresos con el instrumento.

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