La Universidad y el Ayuntamiento llevaban un año armándose de argumentos. Escribieron cartas, mantuvieron reuniones, redactaron proyectos. Querían ubicar en Granada un centro nacional de inteligencia artificial equipado con un supercomputador. Iniciaron los trámites para pedir financiación a Madrid, pero en el camino se cruzó ... una doble oportunidad. El Gobierno anunció una agencia para vigilar a las máquinas que imitan el comportamiento humano y, casi en paralelo, se mostró abierto a que organismos de este tipo estuvieran situados fuera de Madrid. La conjunción parecía un traje a medida para una provincia que –con la excepción del acelerador de partículas– se resignó durante años a que entidades similares acabaran en Málaga o Sevilla.
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Todo estaba a favor. Sin embargo, Granada despertó el 5 de diciembre de 2022 de un sueño que concitó el aval unánime y sin precedentes de todas las administraciones y agentes sociales de la provincia. El Gobierno decidió otorgar la sede de la agencia estatal de supervisión de la inteligencia artificial (Aesia) a La Coruña. Para entonces, las instituciones ya habían asumido que si la agencia espacial iba a parar a Sevilla, tal y como ocurrió, Granada estaría descartada para la Aesia, que quedaría en manos de la otra ciudad favorita: Alicante.
Pero el nombre que pronunció la ministra portavoz después del Consejo de Ministros de aquel día fue el de La Coruña. El anuncio de Isabel Rodríguez no entraba en las cábalas de quienes impulsaron la candidatura local. Algo no cuadraba. Esa misma tarde, y de nuevo al unísono –salvo por la subdelegada del Gobierno–, Granada pidió explicaciones. Y las que fueron llegando solo sirvieron para poner en entredicho, aún más, el dictamen.
De aquello hace un año y Granada sigue a la espera de que el Supremo se pronuncie acerca de la demanda para impugnar la decisión. Tampoco ha llegado aún el Adia Lab, un instituto financiado por el Gobierno y Abu Dabi que se entendió como una compensación por la pérdida de la agencia. En La Coruña está previsto que la Aesia eche a andar este mes. Y en la provincia, las instituciones parecen pasar página y miran a nuevos proyectos. Al margen, eso sí, del 'Pacto de los Mártires', que no se ha vuelto a reunir.
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Si la escueta rueda de prensa tras el Consejo de Ministros del 5 de diciembre sembró dudas, el BOE publicado un día después terminó por hacerlas florecer. Mostraba unas tablas de puntuación numérica a cada una de las 16 candidatas, un baremo que sirvió para elegir a las tres 'finalistas'. Pero no figuraba en ningún sitio la nota otorgada a cada una. Un análisis de las calificaciones cualitativas daba a Granada como ganadora.
Cuatro días más tarde, la vicepresidenta primera del Gobierno, Nadia Calviño, coruñesa, se fotografió en un paseo con la alcaldesa de la localidad, Inés Rey, a las puertas de la sede. Las imágenes encendieron la polémica en Granada, donde las instituciones ya habían decidido impugnar.
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El Pacto de los Mártires, con ausencia de la subdelegada del Gobierno, confirmó el 16 de diciembre que iría a los tribunales para revertir la decisión. El Ayuntamiento lideraría la demanda, con apoyo de los servicios jurídicos del resto de las instituciones. Más adelante surgieron algunas discrepancias. La Junta apostaba por pedir medidas cautelares, mientras el Ayuntamiento abogaba por evitarlas. Tras el cambio de signo en la alcaldía, Granada solicitó esas medidas cautelares, que fueron rechazadas por el Supremo al entender que no había riesgos de que ocurriera una situación irreversible si la justicia daba la razón a la ciudad.
En paralelo, la asociación civil 'Juntos por Granada' elevó otra demanda al Alto Tribunal. El Supremo empezó a requerir documentos al Gobierno. Aparecieron las actas de la reunión de 20 minutos en la que se resolvió el concurso público, y documentos fechados meses después del dictamen del Consejo de Ministros. Aún no hay pronunciamiento por parte de los magistrados.
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Mientras Granada trabajaba la reclamación judicial, el Gobierno anunció que se instalaría en el antiguo hospital de La Salud –se iba a ceder para la agencia– la sede europea de un instituto de inteligencia artificial financiado por la Autoridad de Inversión de Abu Dabi (ADIA, por sus siglas en inglés). Lo presentó en marzo la secretaria de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial, Carme Artigas. La ciudad está a la espera de que el Consejo de Ministros apruebe cinco millones para este laboratorio, una cantidad que revertirá en las empresas granadinas.
Esta cuantía, que ya llega con retraso, se iba a aprobar en el Consejo de Ministros de la semana pasada, pero vuelve a postergarse. La capital sigue a la espera de aquella entidad que se interpretó como una 'compensación' por el agravio de la Aesia.
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Entretanto, la Aesia abrirá o, como mínimo, empezará a funcionar administrativamente este mismo mes. Lo confirmó la alcaldesa de La Coruña, Inés Rey, tras la aprobación de los estatutos de la entidad el pasado 22 de agosto.
En diciembre, siguiendo lo que establecen los propios estatutos, llegará la «efectiva puesta en funcionamiento de la agencia» con la constitución de su Consejo Rector.
El resumen del año de pelea por la Aesia aboca a una pregunta: ¿ahora qué? La provincia intenta no caer en el derrotismo –en términos similares lo dicen sus representantes institucionales– y mantener la inercia de la candidatura. Mientras, mira de reojo a otras iniciativas. Google ha inaugurado esta semana en Málaga su gran centro de ciberseguridad.
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Al margen de los congresos de inteligencia artificial organizados en noviembre, del avance en la red AImpulsa, que aglutina a las instituciones granadinas y las principales empresas tecnológicas, y del proyecto de transformación de Cetarsa en un 'hub digital', la última gran propuesta que ha trascendido es la idea de convertir a Granada en un centro empresarial de inteligencia artificial. La propuso el presidente de Cámara Granada, Gerardo Cuerva.
En cuanto al Pacto de los Mártires –por el carmen en el que se reunieron–, parece aparcado. Las instituciones no se han vuelto a sentar en esa mesa de trabajo. Un año después, también ese histórico consenso ha quedado fuera del foco.
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