Carlos Asenjo | Historiador y escritor
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Carlos Asenjo | Historiador y escritor
«Antes los políticos se insultaban mejor, ahora son más vulgares, de baja categoría»Don Carlos me recibe en su residencia granadina, un tercero muy soleado a las espaldas de la Subdelegación. Las ventanas, abiertas de par en par, generan una vivificante corriente cruzada que apacigua los calores estivales. Sobre la mesa, una de las primeras ediciones de 'Genios', de Harold Bloom. «Yo ya no me compro libros;releo lo que tengo», me dice. En la solapa, una dedicatoria muy especial: «Cuando yo no esté, donde quiera que tú estés, aquí y allá, mi amor te seguirá queriendo más lejos de nuestra ausencia, desde el polvo de los caminos y los recuerdos». Unas emocionadas palabras escritas por el propio Carlos a su mujer, Dolores Fenoy, que se marchó al cielo hace ya quince años.
Carlos Asenjo Sedano cumplirá 96 años en febrero –nació en Guadix en 1928–. Doctor en Historia Medieval por la Universidad de Granada, dio clases de Geografía e Historia en Guadix, su pueblo, que lo distinguió como Hijo Predilecto en 1997. Historiador, docente y articulista, su gran pasión siempre fue la investigación de documentos antiguos (paleografía). También la literatura. Ha escrito cuarenta libros. Entre ellos, novelas como 'El ánima del maestre' (1993) o 'Bibrrambla, mon amour' (2008).
Pongo el móvil encima de la mesa y activo la grabadora. «¿Comenzamos?», le pregunto. «Comencemos», me responde no sin antes advertirme que de oído anda flojillo, pero no de entendederas.
–¿Tiene móvil?
–No tengo nada.
–Usted es muchas cosas, pero sobre todo un avezado observador de la realidad. ¿Vivimos demasiado atentos al aparatito?
–Es excesivo. En todos los sitios que voy no me atienden porque la gente está todo el rato con el teléfono. Creo que es un adelanto, pero se pasan en el uso.
–¿Hacia dónde va esta sociedad tan tecnológica?
–Los racionalistas decían que la sociedad lleva un curso ascendente, pero en realidad va en zigzag. Hay periodos de subida, luego se hunde en periodos de grandes crisis. Cada vez hay más elementos técnicos que nos hacen avanzar, pero también nos conducen peligrosamente hacia caminos puede que fatales.
–¿Dónde queda la conversación?
–Se conversa menos. Antes, cuando venían mis nietos a visitarme, hablaba con ellos de cualquier pamplina. Ahora están con el móvil y no participan tanto. Incluso apagan la tele para mirar el teléfono.
–Cómo han cambiado las relaciones personales y familiares ¿verdad?
––Antes de la incorporación de la mujer al mercado laboral, ella era el sostén de la casa. Y alrededor de ellas giraba todo. Ahora ya no es así. Es justo que las mujeres hayan avanzado en todos sus derechos, pero también ha cambiado la vida familiar y las relaciones.
–¿Qué está leyendo ahora?
–Ayer acabé 'El gran duque de Alba' y hoy he empezado con 'Genios' de Bloom (sonríe al comprobar que al libro se le ha caído el lomo). Habla de las cien mejores mentes creativas que ha habido en el mundo. Otra vez me he puesto a repasarlo.
–¿Lee sobre todo historia?
–Así es. Leo principalmente todos los libros de historia que caen en mis manos. Especialmente de la época medieval. Las novelas me gustan marginalmente.
–¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?
–El pasado era más pobre, con menos medios y con más problemas, pero también vivíamos más tranquilos y más humanamente. En los pueblos lo hacíamos dentro del círculo del propio pueblo; ahora, con la televisión, participamos de lo que pasa en Japón, Siberia, Rusia... estamos pendientes de eso. Toda esta información nos enriquece, pero nos saca de lo nuestro. Estar al tanto de todo lo que sucede en el mundo no nos mejora. La sociedad actual está deshumanizada.
–¿Ha cambiado mucho la forma de hacer política?
–Antes de la Guerra Civil, todos los diputados tenían derecho a hablar en el Congreso. Ahora no. Habla el portavoz de cada grupo y el resto de parlamentarios se dedican a estar sentados y cobrar. Parecen representantes ficticios.
–Lo que sigue igual es lo de los insultos...
–Sí pero antes eran más finos, más listos y más intelectuales. Se insultaban mejor (ríe). Ahora son más vulgares, de baja categoría.
–He leído varias biografías sobre usted para hacer esta entrevista y en ninguna de ellas dice que fue un gran futbolista...
–Quite lo de 'gran' por favor (risas). Jugábamos en un campo de tierra del barrio de San Antón (Guadix) que ni tan siquiera tenía tapias. Los balones eran más grandes y de un material más duro, y cuando le dabas con la cabeza te hacías daño. Tampoco llevábamos el calzado adecuado. Nos vendábamos los pies y nos poníamos las zapatillas. Lo pasábamos bien.
–¿En qué posición jugaba?
–Ahí cada cual elegía según el momento. No había órdenes, ni estructura, ni organización. Teníamos una rivalidad con el equipo de la Estación (Guadix). Unas veces jugábamos en su campo y otras en el nuestro. Ganábamos unos u otros, pero siempre acabábamos a torta limpia (risas).
–¿Cuál es la sección del periódico que más le interesa?
–Sobre todo los articulistas. Las informaciones locales no me llaman la atención, salvo que sea algo muy llamativo o importante. Me gustan los comentarios de fondo sobre la política nacional más que el cotilleo provincial y local.
–Fue candidato a la alcaldía de Guadix por la UCD en las primeras municipales de la democracia en 1979. No lo logró, pero supongo que habría sido uno de sus grandes sueños ¿no?
–A mí me forzaron Federico Mayor Zaragoza y Antonio Jiménez Blanco para que fuera cabeza de lista por UCD . Por un lado me hacía ilusión ser el alcalde de mi pueblo, pero mi familia no quería. Yo en el fondo tampoco lo deseaba porque conocía Guadix y sabía que meterse en un ayuntamiento pobre era meterse en un avispero, porque había mucho paro y mucha gente con necesidad de colocarse argumentando que me habían votado. Fue una decepción, pero en el fondo nos alegramos. Sin embargo, salí de diputado provincial y sí fui feliz porque había dinero a manta. Nos llevábamos muy bien todos, con independencia del color político, porque íbamos a una. Fue una época de compañerismo, a pesar de las diferencias políticas. Se distribuía equitativamente el presupuesto. Lo pasé bien y conocí buena gente.
–¿Cómo califica las políticas culturales de hoy día?
–Ahora estoy menos al tanto. Granada está embrujada por la Alhambra y Federico. Creo que la excesiva admiración por ellos está entorpeciendo que los políticos se ocupen de otras cosas.
–De todos los documentos que ha estudiado ¿cuáles son los que más le han sorprendido?
–Los cristianos arrasaron con todo lo musulmán. Hay muy pocos documentos. Y lo que me sorprendía era ver, hacia el siglo XVI, la firma de moriscos notables que lo hacían en castellano pero luego añadían su apellido en árabe. Sobre todo en los protocolos notariales.
–¿Qué le aportan Guadix y Granada a su vida?
–Las ciudades en general aportan poco. Han influido poco. No soy un devoto del estudio de Granada o Guadix. Yo he sido un devoto de los libros.
–Pero no me negará que en Guadix hace más fresquito...
–(risas) En Guadix el verano es más llevadero.
–¿De qué hablará hoy con sus amigos en la tertulia de la plaza del Campillo?
–De nada trascendente. Comentamos las noticias del IDEAL. También los follones de Pedro Sánchez y la oposición, pero sin preocuparnos en exceso. Y hablamos de otros problemas más generales. En España hay varios. Posiblemente el descubrimiento de América fuera un error, hubiéramos vivido más tranquilos. También es una utopía pensar que se va a resolver el problema catalán. No tiene arreglo porque arranca en la Edad Media y desde entonces ha habido un parche detrás de otro. Tampoco tiene solución la inmigración. Los africanos acabarán en Europa. Es triste pero prefieren morir en el mar antes que morir de hambre. Habría que ponerse de acuerdo en una ley que regulara eso. Como dice la canción, «ni contigo ni sin ti tienen mis malos recuerdos».
–¿Hay algo que le haya quedado por hacer en sus 95 años?
–(risas) Yo fui opositor a agente de bolsa. Aprobé el primer ejercicio, el más difícil, el de matemáticas, pero era una época en que me dolía mucho la cabeza y lo dejé. Me hubiera gustado seguir porque creo que se gana mucho dinero. Me conformé con el trabajo que tenía (funcionario de la Seguridad Social) que era modesto, pero por lo menos tranquilo.
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