La enorme cicatriz que le ha quedado en el brazo al conserje, que finalmente fue operado. Ramón L. Pérez

Ayuda a evitar un 'simpa' en Granada y termina con secuelas físicas de por vida

El portero de un bloque de Caleta lleva casi 30 clavos en el brazo tras ayudar a un taxista a atrapar a un individuo que huyó para no abonar la carrera. Ha recibido cero euros de indemnización

Yenalia Huertas

Granada

Domingo, 6 de agosto 2023, 00:40

D. I. M. A. trabaja como conserje nocturno en un edificio próximo a la estación de Renfe de la capital. Antes era fontanero. Ahora no puede levantar con uno de sus brazos ni una bolsa de basura. Un gesto heroico que protagonizó la madrugada del ... 24 de mayo de 2016 le ha dejado graves secuelas. Lleva una placa de hierro que le recorre la extremidad y cerca de 30 clavos en su húmero izquierdo. Sufrió una fractura compleja -una rotura en espiral- al ser derribado por un individuo que había salido a la carrera precisamente para no pagar una carrera: la que había realizado aquella noche en taxi desde el recinto ferial de Almanjáyar hasta Caleta. Era Corpus.

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El taxímetro del taxista a quien aquel varón, que iba acompañado de otros dos, trató de hacer un 'simpa', marcaba 6 euros. Por esa irrisoria cantidad, el único que ha pagado ha sido D. I.M. A., y ha pagado con su salud física y estabilidad mental. Pese a que han pasado ya siete años, aún realiza ejercicios de rehabilitación en casa y precisa de tratamiento farmacológico. Por su trabajo, tiene que dormir por el día y hay jornadas que sólo lo logra a ratos.

Esprint sospechoso

D. I. M. A. resultó con aquel destrozo en el brazo tras ser embestido por uno de los tres individuos fugitivos del taxi. Eran sobre las cuatro y media de la mañana cuando, al salir del portal a echar un vistazo al garaje del edificio, vio corriendo hacia él a un tipo que era perseguido por un taxi. Imaginando que la causa de aquel esprint era una huida cobarde tras haber cometido alguna infracción, se interpuso en su camino y acabó en el suelo. El varón le dio tal empujó para apartarlo de la acera y proseguir que D. I. M. A. salió volando. Textualmente. El impacto fue brutal y el conserje quedó tendido en la acera.

El taxista, I. M. G., lo vio todo y consiguió dar alcance al huido que empujó al bedel. Los otros dos individuos se perdieron por el laberinto de calles del barrio de Los Pajaritos. Luego volvió a socorrer a D. I.M. A. agradecido por su acción. «Yo pensaba al principio que me iban a robar», afirma el taxista, tras rememorar cómo aquellos tres chavales, «uno extranjero y los otros dos de aquí», salieron de su taxi «corriendo» al llegar al destino. «Es vergonzoso que paguen en la feria a siete y ocho euros los cubatas y luego se monten en un taxi y, por seis euros tres personas, líen todo lo que han formado».

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Mientras intentaba sin éxito que el pasajero huido y atrapado le pagase, llegó la Policía Nacional. El taxista explicó entonces a los agentes que el hombre que estaba en el suelo, el portero, había recibido un tremendo empujón. «Se lo llevó de hecho una ambulancia», detalla el taxista.

D. I.M. A. asevera que la Policía no incluyó lo que le había pasado en el atestado de aquel hecho y que se convirtió durante los primeros días en una suerte de herido fantasma. Afirma que los agentes le dijeron que cuando saliera del hospital denunciase.

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«Me puse delante y me arrambló...¡Yo volé!»

D. I. M. A.

Conserje lesionado al tratar de detener a un individuo que huía de un taxista

Sobre el gesto que le ha dejado limitado el brazo, el conserje lo recuerda como si hubiera sucedido ayer pese al tiempo transcurrido. «Yo me dije: tú no te escapas», indica al narrar los detalles del suceso a IDEAL. «Me puse delante y me arrambló...¡Yo volé!». A continuación estuvo diez minutos o más tirado en la calle y ninguno de los viandantes que pasaron a su lado le brindó ayuda.

Cuando pudo, cuando ya había recibido la asistencia médica necesaria, a los tres días, el portero procedió a poner la denuncia contra aquel desconocido que lo había tirado sin miramientos a modo de un jaque mate de ajedrez. Finalmente, lo identificó. También lo hizo el taxista y víctima de aquel impago que acabó con D.I.M. A. lesionado.

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El asunto llegó a los juzgados y se abrió una causa contra el presunto autor del empujón que ha dejado al bedel con un 14 por ciento de discapacidad. Él, personado como acusación particular, solicitaba un castigo penal, pero también una indemnización. El tipo, un joven de iniciales J. J. L. S., fue condenado en marzo de 2018 por el Juzgado de lo Penal 5 de Granada como autor de un delito de lesiones a 8 meses de prisión y a abonar a D. I. M. A. un total de 19.879 euros. Pero el procesado apeló a la Audiencia, que lo acabó absolviendo en septiembre de ese mismo año.

El motivo fue que en la primera declaración que el portero prestó no había consignado «dato físico alguno de la persona» que le propinó el empujón al tratar de detenerlo. Aparte, otro de los implicados en aquel 'simpa', S. A. C. E., había manifestado en el juzgado que había sido él la persona que acabó atrapada por un tercero del que logró zafarse.

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Ante ello, el conserje formuló una nueva denuncia, esta vez contra el tal S. A. C. E., por asumir la culpa. Y también acabó condenado. Lo castigó el Juzgado de lo Penal 1 como autor de un delito de lesiones por imprudencia grave a 5 meses de cárcel, si bien al final, según el bedel, se consideró «cosa juzgada». Y todo quedó en nada.

Alto coste

D. I. M. A., de 50 años recién cumplidos, decidió no recurrir más porque se le dijo que era muy difícil que, una vez absuelto, se cambiara el final judicial de la historia. También el alto coste del proceso frenó sus intenciones.

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El afectado cree que aún está en plazo para acudir a la vía civil, pero los justos ingresos de sus casa han hecho que descarte volver a luchar por ser resarcido. Por unos pocos de euros no tiene derecho a la Justicia gratuita, según afirma. No obstante, no pierde la esperanza de que exista algún buen samaritano en el mundo jurídico que le ayude a lograr algún tipo de justicia al hacer público su caso. Por eso ha querido contar su historia.

Aquella traumática experiencia de héroe nocturno no le ha quitado la ganas de ayudar contra el mal y las fechorías. De hecho, fue él quien dio la voz de alarma y puso a la Policía tras la pista de quienes pintaron la estatua de Frascuelo del bulevar de la Constitución.

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