
JUAN JESÚS GARCÍA
Sábado, 28 de octubre 2006, 04:37
Tanto en la BBC como en buena parte de Europa están alucinados con este grupo catalán, que ya es reclamado de todos los sitios. Lo que comenzó siendo un entretenimiento de calle, en paralelo a lo que luego sería definitivamente Macaco, se ha convertido en todo un fenómeno autogestionado que está punto de llegar a ser mayoritario.
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Al menos, sus actuaciones, como la del Planta Baja, se cuentan por llenos en salas medio grandes y van a más en este punto, mientras en otros, como el artístico, se han convertido en un espectáculo multimedia que complementa cierta redundancia musical, sobre todo si se les sigue con detenimiento desde hace tiempo.
Aunque su aura personal pueda llegar a ser muy refractaria para cierto tipo de espectadores, a otros, y son muchos, les atrae como un imán. La juerguecilla callejera, el puntito reivindicativo y el torbellino flamenco hiphopero que organizan (y muy bien) tiene buena peña, que los disfruta casi como a nadie en el panorama del país.
En su último disco, la formación catalana ha puesto rumbo hacia el Este, perfumándose de un orientalismo que, en ocasiones, recuerda a Radio Tarifa. Sin embargo, tan sólo se limitan a buscar nuevos horizontes para no dar vuelta sobre si mismos en exceso y a mejorar su puesta en escena. Su asomo por los ritmos del sur del Mediterráneo y las orillas del Índico especian su característico 'flamenhop'.
Las percusiones mandan
A pesar de ser tropa, en el escenario siguen mandando las percusiones, y en el centro de ellas el histórico Xavi Turull con cueros y cajón. En este nuevo concierto hay también generoso espacio para el hiperbajista Javi Martín y para el trompetista, que en solitario defiende la presencia de los vientos con un toque exquisitamente cool.
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Marina 'La Canillas', como cabeza siempre visible, pone la cara y los faralaes del grupo, siendo la proa de un concierto que se caracteriza por su incontestable efectividad. Su set ofrece momentos realmente estelares como el duelo de percusión, la controversia entre rap y zapateado, algunas descargas libres y extensas hasta el trance, o regresiones a la rumba catalana más 'gatera'.
En cuanto al show, está logradísima la realización de las proyecciones, parte en tiempo real y en directo sobre grabaciones previas o imágenes de hermosa plasticidad.
Gusten más o menos, Ojos de Bujo son toda una lección de cómo hacer un espectáculo hipercomunicativo y vibrante hasta que el cuerpo aguante. Van a más, aunque cuanto más meten en el mismo saco, más uniformes van siendo.
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