Lo primero fue la cueva
CRÓNICAS GRANADINAS ·
TICO MEDINA |CRONISTA OFICIAL DE LA CIUDAD DE GRANADA Y DE LA PROVINCIATICO MEDINA
Domingo, 15 de julio 2018, 02:18
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CRÓNICAS GRANADINAS ·
TICO MEDINA |CRONISTA OFICIAL DE LA CIUDAD DE GRANADA Y DE LA PROVINCIATICO MEDINA
Domingo, 15 de julio 2018, 02:18
Es verdad. No hay más que mirar los viejos libros o mejor dicho, no hay más que leer en las paredes de las viejas cuevas. Ahí está escrito el primer periódico del que se tiene noticia. Escenas de caza casi siempre. A veces además del ... bisonte coloreado con sangre humana está el hombre de la flecha, el fuego, la muerte y la vida, que en el fondo son lo mismo, la crónica de aquel tiempo que tanto se parece a este. Si quieren se lo demuestro. Pero voy otra cosa, sé que no hace falta.
Granada es tierra de cuevas, las tenemos aquí mismo en la cresta de la ciudad. Hablando de Granada, de vez en cuando me mandan a través de Granatum el aviso de que tienen jugo de granada fresco, del día como quien dice. A ver si un día me decido a que me cuenten que tiene muchas y buenas propiedades, como las nueces de la Alpujarra. O el aceite del Generalife, del que cuentan que hasta cura las heridas.
Las cuevas de Granada fue mi primer reportaje, aquel de dos paginas centrales en la revista 'Caretas', con aquella Nochebuena en la cueva de la canastera. Después, subí muchas veces más. Lo bueno que tienen la cuevas donde vivimos es que en el verano hace fresquito, no hace falta el abanico, y en el invierno hay un calorcito natural que es gloria bendita.
¡Ay si nuestras cuevas hablaran! De por sí cuentan todos los días. Pepe Albaicín es el cronista mayor de las cuevas del Sacromonte. Con su música se puede escribir ese libro de memoria morena de la historia de las cuevas de Granada. Es la historia de Granada, un capítulo único. Ahora acabo de escribir en Córdoba, a propósito de la polémica de Paula Echeverría con Joaquín Cortés, que Dios también es gitano. Por que Dios es de todos sitios y de todos lados, más que nunca hoy croata. A ver qué pasa en el fútbol. Me acuerdo de ver Croacia hace muchos años en el avión de Julio Iglesias cuando iba buscando casa mediterránea en Europa hace ya muchos años, cuando yo escribía sus memorias. ¡Cómo pasa el tiempo!
-Mira Croacia, es como una finca. Pero tiene una mar preciosa, azul. ¡Se parece a vuestra Almuñécar! -me dijo el cantante-.
Yo viajaba con él por el mundo entero en aquel avión en el que lo primero que echaba siempre eran unos libros como decoración, para poner encima de la mesa una botella, o dos, o una caja de los tintos primeros de su colección. Yo fui el primero que le sembró el capricho. Ya lo contaré algún día.
Volvamos a las cuevas. El útero es una cueva donde nacemos. La cueva de mi vida, la de mi pueblo, es patrimonio de la genialidad y se llama 'de las ventanas'. Es grande y en ella los niños buscábamos los tesoros del castillo. Alguien, algún chavea de entonces, encontró un hueso raro que quizá podría ser de bisonte o un trozo de aquello que fue en su día un hacha de sílex. Creo que en la sala del Ayuntamiento de Píñar hay barro de la vieja historia de España y del mundo entero. Yo ofrecería mis próximos diez mil libros a Píñar, para que fueran los primeros libros de una 'cuevabiblioteca'. Pero claro las estalactitas siguen soltando gota a gota agua de lluvia y la humedad acabaría con ellos. O no, ya lo veremos en cuanto pase el verano, que he de tomar algunas decisivas decisiones.
Hay muchas cuevas del mundo que conozco. Están las hermosas de Turquía; en ese paisaje casi inventado de Joan Miró; las cuevas de Guadix, que son excepcionales y tienen hasta piscina; y hay una en Alcudia de Guadix, de una pareja de granadinos, que si tuviera un euro sobrante iría a por ella, por que tiene hasta una terraza que mira al paisaje blanco de Sierra Nevada
Sigamos con las cuevas. Recuerdo con gloria las cuevas de Santander del Tito Bustillo, que ni respirar se puede dentro por si se descascarilla la historia del universo más primario. Esas cuevas son ya Patrimonio de la Humanidad por recordar a los trogloditas. Luego están las viejas cuevas en las que siembran las mejores setas del mundo, las cuevas altísimas de los Chachapoyas de Perú, los indios que enterraban sus cadáveres bien altos, en los acantilados, para que nadie subiera a robar sus guacas maravillosas. Yo lo conté en su día para la televisión y ahora no sé está ese documento. Me acuerdo también de las cuevas de la miel, donde subían los indios a recoger el producto de la abeja, jugándose la vida.
Cuevas con historia siempre hay. Me acuerdo ahora de mi hijo Ignacio, que trabajó en Ola a Ola, Callejeros, Soy Noticia, Frank de la Jungla y ahora está en Callejeros Viajeros y se ha bajado hasta Sevilla donde empezó en Andalucía Directo. ¡Cómo me hubiera gustado hacer con él algo de televisión en Granada, de la que a veces me hablan!
Los cuévanos, los cuevitas, los del chiste, los cachondos, que hay mucho suelto por cierto. A ver, ¿en qué se parece una tienda de comestibles, un ultramarino, a una cueva antigua? Pues en que en la cueva hay estalactitas y estalagmitas y en el ultramarino tienes esta latita de atún, esta latita de olivas...
La cueva es mi niñez, en la que buscábamos tesoros. Lo mejor es que estábamos fresquitos, escuchábamos el teclear de las gotas de agua y mi hijo Ignacio -del que no termine de hablar del todo- me lo cuenta a veces. Sigo hablando de él y del día que entré con Frank de la Jungla en la cueva de los murciélagos de Tailandia. Tuve que entrar con él en aquel lago hasta la cintura de mierda de murciélagos de millones de siglos, donde hasta entonces no había entrado nadie. Es uno de los recuerdos más horribles que tengo en mi vida. Los murciélagos son ratas que vuelan, parecidos a las palomas y a los estorninos de los que hablamos el otro día. Malditos, son millones, volando despavoridos en las noches de luna. Qué escalofrío.
Conocí a un señor en la Sierra de Cazorla, al que llamaban el Tío Lobera, que llevaba viviendo no sé cuantos años en aquella alta cueva desde la que se ve Peal de Becerro, el pueblo donde tengo enterrada una hermana que nació antes que yo y que ahora tendría como poco casi noventa años.
Recuerdo también los viejos pueblos, las antiguas cuevas, aquella 'de los fondos' de donde no entraba el sol en Mindanao (Filipinas). Allí hice un reportaje con las tribus Balayan, que no habían conocido el metal, la cama, el cementerio, la plaza pública o la iglesia. Respiré cuando salí de allí, después de dormir dos noches dentro de un tubo cremallera del ejército filipino, con la cremallera echada. Durante las noches me trepaban miles de arañas como mierdas de elefante. La foto ampliada de ese día está en la sala municipal de Píñar y le causó gran sensación en su día al propio Miguel de la Quadra-Salcedo, que en paz descansa.
Más cuevas. Las de Mallorca. Recuerdo con el propio Quadra-Salcedo un día que tocó el chelo -no le llame violón, por favor- 'Els Segadors', una canción que ahora está de gran actualidad y todos los días se canta. Están también las cuevas de Aracena, en donde había un señor que hasta hace poco curaba sus jamones en un rincón, del que el solo tenía la llave. Ahora que la actualidad tanto daño nos ha hecho me viene a la memoria aquel hombre ciego de Trevélez, que en el bosque de los jamones de su almacén oreaba los perniles, probaba la calidad del jamón, y clavaba un sutil puñalito fino de hueso de jabalí. Aquel ciego, a la vez, pegaba el oído a la pieza y con la otra mano golpeaba la espalda, ya fuera del jamón o de la paletilla y te ofrecía un diagnóstico asombroso. Y acertaba siempre.
Lo he contado muchas veces y recuerdo hoy la cueva de las mariposas de México, la cueva de los jugadores del fútbol antiguo en Honduras y las cuevas donde entraba el mar y donde aún se encuentran los tesoros de los piratas ingleses...
En fin, vengo de la cueva, y a la cueva voy. Ya sea como ceniza o hueso puro. El vientre, insisto, es una cueva. En la cueva estaba el mapa del tesoro que seguimos buscando... Cierro acordándome de cuando Lola Flores me confesaba si sabía por qué cantaba Manolo Caracol mejor que nadie. Lo que hago público, para el conocimiento general. Por que tenía, eso, voz de cueva.
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