Daniel Martín-Arroyo
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Profesor de la UGR con ELA: «He vuelto a dar clase porque creo que la educación otorga valor a la vida»Cuando el profesor llegó a la facultad y se puso delante de sus nuevos alumnos no supo bien qué decir. Por un momento pensó en empezar sin más su clase de Didáctica de las Ciencias Sociales, como cualquier otro septiembre. Pero le pudo el corazón: «Buenos días, me llamo Dani y tengo ELA». El aula se quedó sin aire, con centenares de ojos incapaces de parpadear. Nadie dijo nada. «¿Qué iban a decir en un momento así?», reflexiona ahora el docente, casi un mes después. «Decidí dejarlo claro desde el primer momento. La ELA es una compañera indeseada, pero compañera de por vida, al fin y al cabo».
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José E. Cabrero
Daniel J. Martín-Arroyo y su familia se vinieron de Cádiz a Granada para trabajar en la UGR. «Un sueño cumplido». Al poco de mudarse, le diagnosticaron Esclerosis Lateral Amiotrófica. El puñetazo le dejó sin aliento. Estuvo de baja un año. El pasado 21 de junio, Día Mundial de la ELA, Dani apareció en un reportaje de IDEAL que titulaba con algo más que un deseo, un compromiso: «Pienso volver a dar clase en la UGR el curso que viene». Y así lo ha hecho. «Todo cobra más sentido cuando recupero la intención por la que vine a Granada: formar parte de la universidad y trabajar en educación, que es una de mis grandes pasiones».
Dani tiene ELA y ha vuelto a las aulas, con el apoyo y la complicidad de la universidad, a dar clase. Porque abrirse a sus alumnos y contarles la verdad tal cual es, era parte de la lección. «Quería hacerles partícipes de mi situación y de la de todas las personas con ELA. En la Facultad hablamos de conceptos como inclusión o igualdad. La mejor manera de tratar eso es a través de lo que tenemos delante de los ojos. En mi caso, la enfermedad. Estoy muy contento de volver».
Aquel primer día de clase, tras el silencio de los alumnos, Dani notó «una exclamación ahogada, una mirada de sorpresa». «Creo que les infundí respeto, en cierta manera. Creo que lo mejor que puedo transmitirles, aunque eso lo tienen que descubrir ellos, es que la labor docente es, por encima de todo, una vocación. Algo que da sentido a nuestras vidas. Ayudar a otras personas a encontrar su camino, a descubrir el mundo: eso es algo muy valioso. Si he vuelto a dar clase en mi estado es porque creo que la educación otorga valor a la vida».
La firma de la Ley ELA es algo que Dani «esperaba con mucha intensidad». «Uno de los grandes miedos de las personas con ELA es el futuro... Todos nos hemos planteado si merece la pena seguir viviendo cuando vas a embargar a toda tu familia. La ley nos da una esperanza para aprovechar la vida y vivirla felizmente». No obstante, el profesor asegura que con la enfermedad ha aprendido a «limitar las celebraciones» porque las realidades políticas o médicas avanzan más lento de lo que necesitan.
A Dani le gustaría ver cubierta su situación en los estados más avanzados de la enfermedad. «Por suerte, todavía soy bastante autónomo, aunque cuento con la ayuda de mi familia». «Me gustaría que mi esposa pueda seguir desarrollándose profesionalmente. Ella también es docente de la UGR y no quiero ser un lastre en su proyecto vital. No quiero generar sufrimiento para ella ni para mi hija –Dani habla despacio, respirando hondo y midiendo las palabras–. No quiero ser un agujero negro en el que se precipite el futuro económico de mi familia. No quiero ser motivo de embargo. Eso es lo que pedimos y para eso llega la ley: para que no se convierta el deseo de querer seguir viviendo en una ruina para los que nos quieren». Los alumnos, por cierto, terminaron aplaudiendo.
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