
Antonio Sánchez
Lunes, 17 de noviembre 2014, 01:40
Cástaras es un pueblo de menos de 200 habitantes, dos plazas y unas decenas de casas. Está situado en el corazón la Alpujarra y algunas viviendas no tienen televisión. En la plaza principal del pueblo se pregunta por la candidatura de la Alpujarra a Patrimonio Mundial y nadie sabe nada. Apartados de la capital, viven ajenos a la moción que su ayuntamiento ha presentado para paralizar el proceso que busca presentar a esta comarca granadina a la distinción que confiere la Unesco. Al llamar a una casa abre Encarnación Ortega. Una mujer que vivió durante cuarenta años en Barcelona y que disfruta su jubilación en la tranquilidad que da la montaña granadina. Ella conoce los beneficios que una candidatura como esta puede aportar a cualquier región: «Sé cómo influye que podamos ser Patrimonio Mundial, se daría a conocer y revitalizaría la zona». Pero la vida en los pueblos pequeños es diferente, continúa: «La Alpujarra debe cambiar el chip y quien no se va de aquí no lo hace. Se piensa que porque la zona sea Patrimonio Mundial no se va a poder tocar nada».
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Encarnación Ortega es una de las personas de la Alpujarra que se muestra convencida de que la declaración la Alpujarra a Patrimonio Mundial sería beneficiosa para la zona. No va en consonancia con nueve ayuntamientos alpujarreños. Este periódico ha pulsado la opinión en algunos de los que se han manifestado en contra de la candidatura. Lo primero que se palpa es falta de información. Los ciudadanos no conocen los pros y los contras de esta distinción de la Unesco y, automáticamente, la rechazan.
En la comarca existe la idea generalizada de que la declaración del Parque Natural de Sierra Nevada ha lastrado la economía local y no se quiere la 'medalla' de la Unesco porque se teme que pueda perjudicar aún más a los municipios alpujarreños. No obstante, todo el mundo opina cuando se le pregunta por la polémica.
«Si sale para adelante, no va a ser para bien. Del turismo o del nombre no vamos a vivir, y sí de la agricultura. Con este título a los labradores nos van a fastidiar», cuenta Luis Delgado, habitante de Júbar, la pedanía más alta de Nevada. Dos puertas más abajo, en la misma calle, Yolanda Vallejo opina lo contrario: «Aquí la gente pasa de todo y se dedican a la economía sumergida. El Ayuntamiento no respalda la propuesta porque sabe que sus ciudadanos siguen en los años 50. El proyecto tiene muchas ventajas, pero aquí nadie quiere hacer nada nuevo».
La división también existe varios kilómetros más abajo, en Válor. Dos comerciantes ven la polémica de forma diferente. Noelia Pelegrina cree desde su tienda de moda que no les tienen que decir cómo tienen que hacer sus fachadas, riegos, cultivos o siembras. «Los turistas solo vienen durante las fiestas. A nosotros no nos afectaría ser Patrimonio Mundial», considera. Por su parte, Manuel Fernández, hostelero, piensa que es una ocasión que no se puede dejar escapar. «Puede ser una buena oportunidad para poner en valor nuestro territorio. Quienes critican la propuesta lo hacen desde suposiciones y puede ser que haya quien esté malinformando intencionadamente», asegura.
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La carretera obliga a subir de nuevo hasta Yégen, el núcleo de población principal de Alpujarra de La Sierra. Este Ayuntamiento también se ha mostrado contrario a la candidatura. En el pueblo, los agricultores respaldan a su alcalde. «Como la propuesta salga adelante no vamos a poder hacer nada. La medida va a perjudicar a los agricultores porque aquí no se vive del turismo. Nosotros tenemos el museo de Gerald Brenan y vienen a verlo una o dos personas al mes. ¿Qué turismo tenemos aquí? Ninguno», analiza Francisco Peregrina a la derecha de la casa museo del hispanista. A la izquierda, Lorena Dean, una ciudadana británica que regenta un hotel en una ubicación idílica de la localidad, lo ve de otra manera y piensa que la declaración de la Alpujarra como Patrimonio Mundial favorecería al pueblo, porque se reforzaría la protección del entorno. El Ayuntamiento de Cástaras ha sido uno de los más críticos. Sergio Santiago es el encargado del bar del pueblo. En él solo se puede ver la televisión a través de internet porque no hay señal de TDT. Ser o no Patrimonio de la Humanidad no le sirve de mucho. No está convencido: «Quien no ha venido antes, no va a venir ahora». En otro extremo de la misma plaza, el marido de Encarnación Ortega, Miguel Almendros, se muestra abierto a cualquier propuesta: «Lo que podamos hacer por el pueblo para que sea Patrimonio Mundial, hay que hacerlo».
El viaje acaba en Órgiva, en donde Francisco Javier Robles resume el sentir general de los alpujarreños: «Hay poca información y mucho desconocimiento a nivel ciudadano. Hace años esta zona se declaró Parque Natural y ha habido pocas ayudas a los autóctonos, que se han visto muy perjudicados. Existe temor a que ocurra lo mismo y esto provoca la división. Si se hiciera bien, con ayudas y mantenimiento de nuestro patrimonio, sería perfecto».
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Cinco pueblos que demuestran que la Alpujarra granadina es escéptica en torno a la candidatura a Patrimonio Mundial, que se conocerá este mismo martes. Los ciudadanos recuerdan que los proyectos que afectan a la comarca no se pueden diseñar desde la capital sin consultar con los alpujarreños. Con más o menos fundamento, es la principal crítica: «No se nos ha escuchado», apunta el agricultor Francisco Peregrina.
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