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Las flores del azafrán amarillo, Sternbergia lutea, sorprenden entre las hojas secas del paseo de Gomérez, en el bosque de la Alhambra.
Flor de otoño

Flor de otoño

En un tiempo de frutos y hojas secas, algunas plantas deciden florecer y crear su particular primavera tras el verano

Merche S. Calle

Miércoles, 21 de octubre 2015, 01:47

En las laderas del bosque de la Alhambra las hojas otoñales comienzan a caer sobre los matorrales y paseos; la luz logra penetrar entre las ramas de los grandes castaños de indias y alimentar las tierras que durante todo el verano permanecieron en la umbría, suelos húmedos donde ahora, tímidamente, aparecen puntos de color amarillo, pequeños tapices de flores sobre tallos verdes impensables en el inicio de la estación de las lluvias. Es la floración de los azafranes amarillos, Sternbergia lutea, una especie asilvestrada que ya forma parte de la flora más característica del clima mediterráneo que fue introducida en la Península Ibérica en tiempos de los romanos, y que ahora, dos milenios después, logra poner una nota de color en días grises. A pesar de que es muy efímera, las flores se asoman hacia los paseos, junto a los troncos, entre los restos secos de otras plantas ya agostadas.

El otoño es el tiempo de las semillas, cuando el reino vegetal iniciará un periodo de letargo a la espera de épocas de sol y calor, el momento en que los frutos se convierten en protagonistas y son recolectados por el hombre, e incluso por animales que llenan sus despensas para los días de escasez y frío. Pero a pesar de la falta de luz y de las lluvias, hay especies que se empeñan en mostrar sus mejores galas en esta época, crear su particular primavera y desterrar la ancestral idea de que solo es época de setas y hojas secas. En realidad no son muchas las plantas que eligen el otoño para florecer, pero las que lo hacen, se dejan ver y destacan en paisajes desolados tras los rigores del estío. Es sorprendente observar prados tapizados por centenares de 'quitameriendas', Merendera montana, una especie bulbosa de flores rosadas y blancas con estambres amarillos, que como sus parientes los azafranes, prefieren los meses de septiembre y octubre para ocupar territorios, generalmente en espacios de media montaña muy nitrificados por la presencia habitual de ganados, aunque en Sierra Nevada se encuentra hasta por encima de 2.000 metros de altitud y florece en el otoño nevadense, es decir a final de agosto. Mientras las flores de merenderas aparecen directamente sobre la tierra, los azafranes silvestres, lo hacen sobre un corto tallo y en zonas de borde de bosques. Son especies bulbosas que inundan de color las tierras ocres y secas que aún no han logrado verdear tras el verano.

En el interior de los bosques mediterráneos, sobre todo en zonas termófilas, más cercanas a las costas, la presencia de una orquídea pequeña y de flores blancas contrasta con la escasez floral de esta época. Es la llamada orquídea de otoño, Spiranthes spiralis, una verdadera joya botánica que se encuentra junto a los conocidos madroños, arbustos de porte arbóreo que también lucen sus flores en el otoño, con la particularidad de que presentan sus racimos de diminutas flores con forma de campanitas, al mismo tiempo que sus apreciados frutos rojos.

Estrategias

Las plantas ponen en práctica estrategias para sobrevivir y reproducirse. La elección del momento para florecer se decide en función de una gran cantidad de parámetros. «En cada ecosistema los nichos de espacio y tiempo se reparten en base a competencias y habilidades complejas, y el tiempo que llamamos de otoño es uno de esos nichos a escoger», afirman los botánicos de la UGR José Tito y Manuel Casares, que consideran que uno de los condicionantes que las plantas de sotobosque eligen para florecer es el hecho de que la luz logra penetrar en las zonas umbrías después de que las hojas secas caigan y el follaje deje entrar los rayos de sol.

Otras razones para florecer en esta época es un simple aprovechamiento de recursos: aún hay insectos y muy pocas flores a las que acudir en busca de alimento, por lo que es más fácil atraerles y asegurarse una rápida y eficaz polinización. «Hay plantas que sincronizan sus ciclos reproductores con los de sus insectos polinizadores», dicen los botánicos.

El hecho de florecer tras el verano las hace tan especiales que en algunos casos las especies se nominan con la expresión 'autumnalis', en alusión al otoño como su época de floración, como ocurre con las campanillas de otoño, Leucojum autumnale, y las conocidas como jacintos de otoño, Scilla autumnalis, con flores pequeñas de color morado. Otras especies, como los azafranes serranos llevan el nombre de Crocus serotinus, con un apellido que significa 'tardío' por el hecho de presentar sus flores en esta estación.

En el litoral, los rigores del verano obligan a la mayoría de las especies de flora a completar sus ciclos en la primavera e inicio de la etapa estival, pero hay plantas que prefieren el final de agosto y el inicio del otoño. Las azucenas marinas, Pancratium maritimum, llegan a tapizar las cercanías de las playas arenosas del litoral oriental de Andalucía con centenares de flores blancas y efímeras dotadas de un fuerte aroma para atraer a los insectos. En los cortados, pedregales y acantilados calcáreos de la costa aparece una escasísima planta que crece en grupitos con múltiples tallos en los que florecen entre dos y cuatro florecillas blancas. Se llama Lapiedra martinezii, una verdadera joya botánica otoñal.

En el mundo de la jardinería y las plantas cultivadas, el otoño es el tiempo de jardines de fuertes colores, y el de las flores para honrar a los fallecidos. La jardinería ha intentado conseguir floraciones en tiempos de escasez floral. Es el momento de las flores de los cementerios, los crisantemos y los tajetes, una especie mexicana que muestra sus florecillas amarillas y rojas en casi todos los jardines. «Hay una trepadora bella y casi desconocida por la gente, Anredera cordifolia, que tiene uno de los olores más delicados. Aunque aparece en los listados como invasora, en Granada apenas sobrevive de los tiempos en que debió estar de moda. La he visto en el Carmen de la Victoria (perdida entre las yedras) y en algunos jardines particulares de la zona del Violón», comenta José Tito, para quien también hay que tener en cuenta la belleza de las bignonias en flor otoñal, «especialmente la bellísima Podranea ricasoliana».

Los botánicos consideran que las flores otoñales son precedidas por las que clasifican como de floración tardía y lucen sus flores en las últimas semanas del verano. «Son muy llamativas las floraciones de las herbáceas Salvia splendens y Salvia microphylla, plantas muy de jardín de otoño», señala Tito.

Al final de septiembre y al inicio de octubre, notas de color salpican los ecosistemas, tintan áreas grises con vivos colores, para mostrar que el otoño, la estación del declive, de la llegada de la oscuridad, puede ser el tiempo elegido para sorprender y renacer.

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