Juan Enrique Gómez
Sábado, 31 de diciembre 2016, 01:16
Aparecen cuando la tierra está cansada de los ardores del verano, cuando las plantas terminaron sus ciclos polinizadores y se dejaron morir para invernar y esperar un nuevo ciclo, y sobre todo cuando los prados están yermos y necesitan de las lluvias del otoño para empapar las semillas latentes bajo las hojas secas y darles los nutrientes necesarios para aguantar los rigores del invierno. Son pequeñas flores de color blanco y morado, que nacen de forma tímida para puntear de color la imagen de los prados secos de la media y alta montaña, y en pocos días, con el rocío y la caída de temperaturas, la timidez se convierte en una verdadera explosión que inunda los pastizales agostados.
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Ocurre en las laderas que desde la cara norte de Sierra Nevada caen hacia los desiertos del noreste de la provincia de Granada, y aportan un grado más de belleza a los paisajes ocres y cobrizos de los bosques caducifolios, repletos de arces y robles, del Camarate y los barrancos de Lugros, donde los pastos tradicionales de vacas y reses bravas se tapizan con las últimas flores del año. Es la floración del azafrán serrano, de pétalos morados que encierran estambres de amarillo rojizo, Crocus serotinus, pariente cercano de la especie que cultivada (C. sativus) produce las llamadas hebras de oro rojo. En las montañas nevandenses, este humilde azafrán silvestre es la señal indiscutible de la llegada de tiempos fríos en los que el ganado busca alimento con el que paliar la escasez de los herbazales tras el verano y el avance del otoño.
Son efímeras y delicadas, pero saben aprovechar suelos fértiles y un tiempo en el que pueden ofrecer, sin competencia alguna, su polen a los insectos y asegurarse la reproducción.
Son flores pequeñas que desafían las inclemencias del tiempo y que parecen tener a gala crecer cuando sus congéneres se marchitaron o aún no han vuelto a germinar, porque los crocus no solo tapizan los prados como la última flor del año, sino que algunas de las especies de este género, como la que lleva el nombre de Sierra Nevada, Crocus nevadensis, son las primeras en nacer cuando la nieve comienza su retirada. Flores moradas y corazón dorado para saludar el invierno.
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