![Ruta de las leyendas de amor](https://s2.ppllstatics.com/ideal/www/pre2017/multimedia/noticias/201702/08/media/108518506.jpg)
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JUAN ENRIQUE GÓMEZ Y MERCHE S. CALLE
Sábado, 11 de febrero 2017, 00:41
El agua cae a borbotones por las cascadas de la Acequia Real. Se desborda de su cauce tras recorrer los parterres y estanques del Partal, el antiguo palacio del Infante y los baños de la vieja mezquita, para generar un minúsculo ecosistema acuático en el que apagan su sed mirlos y petirrojos. Está en cuesta de los Carros, el acceso abierto para dejar paso a las columnas del palacio de Carlos V, un lugar especial para los enamorados, donde el agua, perfumada por el aroma de los arrayanes, se convierte en una pócima mágica que impregna a quienes se expresan su pasión junto al pretil rodeado de musgo. Es uno de los lugares más fotografiados de la ciudad de Granada, que atrae poderosamente a quienes pasan junto a él, a pesar de que no saben que se encuentran ante un potente oráculo en la búsqueda de pareja. Es un punto clave en lo que se podría considerar como la ruta de los enamorados o de las leyendas de amor en la capital nazarí. Un recorrido para rememorar en la semana de San Valentín.
Los escritores románticos que a finales del siglo XIX visitaron Granada procedentes de Europa y América, recopilaron y dieron a conocer al mundo las mil y una historias mágicas que encierran los palacios, murallas, jardines, puentes, ríos y fuentes de la ciudad. La Alhambra y su colina, el Albaicín, Valparaíso y el Realejo, son los espacios que aglutinan mayor número de puntos clave en la ancestral tarea de encontrar pareja o dejarse llevar por el deseo.
Cuentan que el Zacatín también se llama la calle de los suspiros, un nombre inspirado en los anhelos de amor que expresaban los jóvenes, chicos y chicas, que cada tarde, allá por los albores del siglo XX, paseaban entre Bibrambla y Gran Vía con la esperanza de que su mirada se encontrase con la de su bienamado, una práctica que se mantuvo durante décadas y que aún es recordada por quienes la oyeron de sus abuelos, e incluso ellos mismos, que en las tardes de Corpus acudían a las casetas ubicadas en el centro de la ciudad y esperaban dar con la mejor de las novias en el Zacatín.
En pleno corazón del barrio más popular de la ciudad, en la fuente del Realejo, junto a la plaza y cuesta que asciende hacia la Alhambra, el pilar renacentista alberga aguas mágicas que dotan a quien se lava cara y manos de una gran belleza y el encanto necesario para conseguir la novia o el novio que desean, y como afirman los vecinos de las viejas corralas, de al menos tensar la piel y ayudar a la eterna juventud.
Junto al pilar, la calle Damasqueros y la cuesta de Santa Catalina, ascienden hacia el barrio judío, y en la placeta del Sol, el mirador y lavadero del Mauror es un lugar donde la magia del atardecer se funde con la mirada de los enamorados, que las tardes de invierno acuden a expresar su amor bajo las columnas bañadas por el sol.
Las callejas bajan hacia Plaza Nueva, donde la ruta camina junto al pretil del Darro donde aún perduran los ecos de cruentas historias y durante la noche deambula la dama de blanco, la protagonista de un triste episodio que impregna las piedras de la Casa de Castril, donde su dueño, Hernando de Zafra, secretario de los Reyes Católicos, contrariado por los amoríos de su hija Elvira con un hidalgo de la ciudad, mandó ahorcar en el balcón de la casa al joven que sorprendió en los aposentos de su hija, y al que negó la más mínima clemencia, sin creer que se trataba de un paje que solo había llevado una carta de amor de su señor a la joven Elvira, a la que encerró en su habitación, donde al poco tiempo se suicidó. El balcón fue tapiado y así continúa. Mirar la balconada y recordar a la desdichada Elvira afianza las vivencias de amor y pasión de quienes lo contemplan.
Fuentes de amor
Al final del Paseo de los Tristes, el puente del Aljibillo conduce hacia el camino del Avellano, la ruta de los poetas, el sendero que discurre paralelo al Darro, aguas arriba, hasta llegar a la fuente de los aguadores, donde se transforma en una estrecha vereda bajo un denso bosque de ribera, que da paso a las fuentes de la Salud y la Agrilla, cuyas aguas ayudaron durante décadas (en la actualidad está destrozada) a afianzar los lazos de amor. Beber el agua de la Agrilla era ingerir las lágrimas de la sultana Aixa, que al conocer los amores de su esposo, Muley Hacen con la cristiana Isabel de Solís, Zoraida, lloró sobre las aguas de la Acequia Real, que al filtrarse entre las arcillas, afloraron en la vieja fuente y agriaron sus aguas, convertidas en un tesoro que los aguadores ofrecían a las jóvenes de la ciudad. Dicen que pasear por el Avellano e internarse hasta los viejos manantiales, sirve de hechizo contra el desamor.
De vuelta a los Tristes, en el Palacio de los Córdova, una pequeña fuente ornamental preside un rincón escondido del jardín. Le llaman la Fuente del Amor Eterno. Es pequeña, de mármol blanco, con una pila redonda en la que el ronroneo del agua cuenta la historia de Elvira Padilla y su amor por el comerciante genovés Gaspar de Facco, a quien sorprendió la belleza de la joven mientras paseaba por Bibrrambla, por lo que pidió audiencia al padre de Elvira, que al saber que el comerciante solo quería conocer a su hija, lo echó de la casa, pero sin saber que ya había hecho llegar a la joven unas cartas de amor en las que se citaban junto a la fuente del jardín. Días más tarde los jóvenes decidieron huir hacia Génova, pero camino de Motril fueron alcanzados por los sicarios del padre de la doncella, que mataron al genovés. Luis de Padilla quiso encerrar a su hija en el convento de las Comendadoras de Santiago, pero antes la dejó llorar sobre la fuente. El llanto se convirtió en muerte y junto a ella, el agua se cubrió de bellísimas flores. Desde que la fuente se instaló en los Córdovas, donde algunas parejas llevan flores y se juran amor eterno.
El camino del Monte Sacro es en sí mismo una ruta de amor, el paseo de los enamorados, entre el viejo arrabal de los Halconeros y el interior del valle del sol, pero en su cumbre, en el subsuelo de la cripta de los Santos Mártires, en la Abadía del Sacromonte, la gran piedra negra junto a la que se encontraron las reliquias de San Cecilio y los libros plúmbeos, es un objeto mágico para quienes buscan con quien compartir su amor. La piedra negra, situada en el interior de las cuevas, tiene su parte superior completamente pulida por la gran cantidad de personas que han pasado sus manos sobre ella. Dice la leyenda que quien la toca encontrará pareja ese mismo año. Y como contrapunto, en una galería paralela, está la piedra blanca, otra roca encontrada junto a la anterior, pero que posee la facultad mágica de romper las relaciones. Es la piedra para el desamor.
En la ladera suroeste de la colina de la Sabika, en el lugar que ocuparon las mazmorras y catacumbas de los Mártires, primero prisión y más tarde convento carmelita y carmen palaciego, un ciprés centenario alza sus ramas sobre estanques y huertos. Es el árbol junto al que el místico San Juan de la Cruz, escribió los más bellos poemas de amor, donde el mecer de las ramas alumbraron los versos de la 'Noche Oscura del Alma' y 'Llama de amor Viva', donde la ciudad conjuga las más efectivas sensaciones para el amor eterno.
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