Las calles del centro de Chauchina aún siguen llenas de barro. Los vecinos de la localidad limpian desde primera hora de esta mañana el barro que se acumula en la carretera, las aceras y que llegó a entrar a más de una decena de viviendas. « ... Hemos pasado mucho miedo, el agua nos cubría las rodillas, la calle parecía un río», relata Marian mientras termina de achicar agua de su casa. La mujer se refugió con su marido y sus hijos en la segunda planta del domicilio.
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El desbordamiento del arroyo Salado a la altura de Santa Fe provocó la bajada del agua hacia Chauchina e hizo que se inundara buena parte del pueblo. La finca de Hilario ha acumulado hasta 30 centímetros de barro. El hombre ha tenido que agujerear el muro que delimita la tierra para que el agua se vacíe. No es la primera vez que su cortijo queda anegado, pero cuenta que hacía 30 años que la acequia no bajaba tan cargada. «La fuerza con la que corría el agua daba pánico», afirma.
Desde el Ayuntamiento de Chauchina repartieron sacos de yeso para que los residentes pudieran proteger la entrada de sus casas de la riada, pero aún así el agua inundó muchos bajos.
El alcalde de Chauchina, Jesús Fernández, cuenta que ha sido una noche dura para el pueblo. Hasta 10 vecinos tuvieron que ser rescatados de sus casas por miembros de Protección Civil, bomberos y Policía Local cuando se empezaron a inundar las calles.
Emilia ha pasado toda la noche asomada a la ventana para ver hasta donde llegaba el agua que bajaba como un arroyo por su calle. «No hemos pegado ojo, hasta las siete de la mañana en vilo», dice.
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