La planta solar que abastece a las viviendas y a las calles de la Rambla del Agua y que instalaron los propios vecinos en 1998. Alfredo Aguilar

La aldea que quiere ser pueblo para vivir del sol

Autogestión ·

La Rambla del Agua es un lugar 'gobernado' por sus vecinos, que se encargan de suministrar la luz gracias a 54 placas solares

Sábado, 6 de noviembre 2021

Dora Pleguezuelos tiene 85 años y una liebre en el congelador. Sobre las sillas de su salón reposan dos maletas pequeñitas que están ya casi llenas. Se va a Barcelona en Navidad con sus hijas y ya prepara el equipaje en sus ratos libres, que ... son todos. También le ha hecho una funda de croché al móvil para colgárselo del cuello. «Lo que hay aquí es tiempo». Hay tiempo y sol y mucho silencio. «¿Quiénes sois?», pregunta a la entrada del pueblo, como si toda la aldea fuese su casa. Y lo es.

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Vino con las piernas vendadas porque «tenían líquido» y ahora sube y baja las cuestas como si fuese un gamo. Aprovisiona carne en el congelador y enciende la luz gracias a unas placas solares. Así es la vida de Dora, que fue churrera en Hospitalet de Llobregat y ahora ha regresado a su lugar de origen, La Rambla del Agua, un lugar perdido en el mapa de Granada, en la cara sur de la Sierra de Baza, donde solo se ven llanuras con pinta de desierto y molinos de viento que mueven sus aspas perezosos entre tanta soledad.

A la Rambla del Agua, que tiene 30 vecinos en invierno y más de 100 en verano, se llega por un camino de tierra en línea recta, a 21 minutos de Charches y a 37 de Alcudia de Guadix. En mitad de estos terrenos infinitos con un amplio horizonte hay algunos almendros y vides. Muy cerca de la bodega de vino granadino Méndez Moya, en El Pocico, está este municipio, un pueblo que no lo es y que funciona con asambleas, un modelo peculiar de autogestión que ya se quiere exportar a otros territorios.

En la Rambla del Agua hay un centenar de calles escuetas de pocos metros cada una y todas con su placa y su nombre. Las parras con unas uvas moradas y diminutas van creando la sombra en gran parte de los recodos de este pueblo que tiene unas 70 casitas, con los tejados de chapa y piedras gordas a modo de contrapeso para que los techos no salgan volando. Parece alpujarreño y está cuidado al máximo. Las paredes encaladas, ni un papel en el suelo y ni un bache en el que colar el pie. Todo lo hacen los vecinos, que gobiernan en esta aldea organizados en una asociación. Llevan 17 contabilidades: la de la iglesia, que han rehabilitado, la del cementerio, la del bar que abre en fiestas o la del museo donde guardan su esencia en forma de vasijas.

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Otra imagen de los habitantes de este pueblo. Alfredo Aguilar

En 1976, el Ayuntamiento del Valle del Zalabí, que lo componen las poblaciones de Alcudia de Guadix, Exfiliana y Charches decidió que La Rambla del Agua dejase de ser uno de sus municipios y pasase a ser una unidad de ejecución, como una gran finca privada sin servicios. Al enterarse en el 81, los vecinos oriundos de esta aldea crearon la asociación Virgen de la Piedad, una suerte de ayuntamiento vecinal y sin alcalde para gestionar el pueblo. Los objetivos eran llevar el agua y la luz hasta este territorio y que no se convirtiese en un pueblo fantasma de casas abandonadas, que la vida siguiese con vecinos como Dora, que nació y se crió en la Rambla, a la que ha regresado después de ser una emigrante en Barcelona.

Manuel Ruz es el presidente de la asociación Virgen de la Piedad y Octavia Buendía, la secretaria. Ambos enumeran los logros de esta entidad vecinal que consiguió llevar el agua de un manantial hasta el pueblo y la luz en 1998, con un proyecto pionero «en Europa». Con una planta solar gestionada por vecinos para el autoabastecimiento de la luz de sus viviendas y de la vía pública.

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Manuel Ruz, que sigue en activo como podólogo en la zona, explica cómo consiguieron que una empresa jienense les instalase las 54 placas solares que abastecen a 46 viviendas con 1.100 vatios al día. En el contador de su casa explica como los excedentes se van acumulando y cómo esta electricidad da para poner la lavadora y para el congelador y el frigorífico, donde guardan las reservas cuando van a comprar. Pagan 75 euros al año por la luz y 30 euros anuales por el agua. Ellos mismos controlan el consumo gracias a los contadores que tiene cada uno en su casa.

Mesas del instituto

En esta asociación todo se decide mediante asambleas y tienen una sede con mesas y sillas que se llevó Octavia del instituto de Guadix donde trabajaba, cuando iban a tirarlas. No son un pueblo pero sí una gran familia con ese espacio de convivencia y con trueques a la antigua usanza pero sin nada a cambio. «No nos aburrimos aquí. Tenemos huerto y recolectamos y lo repartimos entre los vecinos. Hacemos conservas. También salimos a buscar setas», expresa la secretaria de la asociación. Estos vecinos, amantes de su pueblo, quieren conseguir que la Rambla del Agua se convierta en municipio. Para eso, el alcalde del Valle del Zalabí, Manuel Sánchez Mesa, ya se encuentra en contacto con el presidente de la Diputación, José Entrena, que visitó la aldea y mostró su intención de resolver la situación legal del pueblo. «Será una tramitación con la Junta de Andalucía y contaremos con el respaldo de la Diputación para conseguir que la Rambla se convierta en municipio y forme parte del Ayuntamiento que agrupa a estas poblaciones», dice el alcalde.

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El interés de convertir esta aldea de calles alpujarreñas en municipio es el poder optar a subvenciones que consoliden el territorio y le hagan crecer. Los vecinos, jubilados, entienden que con más electricidad los jóvenes podrían teletrabajar y establecerse en la Rambla.

«Aquí se vive muy bien. Vine con las piernas vendadas de Barcelona y ahora las tengo perfectamente. Se me han recuperado en el pueblo»

En este pueblo hay piscina, gestionada por los vecinos, un museo, que llevan ellos y una Virgen de la Piedad que cuidan y sacan en procesión cuando el pueblo está a tope. Llegaron a ser 600 vecinos –en el momento álgido de la historia de la Rambla del Agua– y quieren que las calles estén llenas de vida, como en verano, pero durante todo el año.

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Para tener más capacidad tendrían que instalar más placas solares, algo que costaría unos 160.000 euros y que ya daría para mantener el consumo en unas 80 casas. Para acceder a ayudas de Europa tienen que ser municipio, de ahí su interés por ser un pueblo con sus papeles en regla y no una unidad de ejecución. En el pueblo hay una segunda asociación, de San Francisco de Asís, una pequeña escisión que se creó por desavenencias con la Virgen de Piedad, algo que ocurre hasta en las mejores casas.

Es curioso, pero en la Rambla del Agua hay más gatos que vecinos. Hay 30 personas y 40 felinos. Aparecen sigilosos por las calles que tienen libres de ratas y culebrillas. Son de los vecinos, de hecho les han fabricado una casa y les alimentan con pienso. En la sede de la asociación al menos 20 sacos de esta comida aguarda para estos habitantes, que se intentan colar en las casas con la poca vergüenza que les caracteriza. Y también tienen vino. Una bodega comunitaria se esconde en una de las casas del pueblo. 'Bodega Las Parras' se puede leer en un azulejo que da paso a los bidones. En la pared un escrito que anima a los vecinos a beber vino en las fiestas y en los momentos de comunión y felicidad. Eso quieren seguir haciendo. Más vino, con más luz, con su agua y sus calles limpias pero siendo un municipio, para poder llamarse pueblo y seguir viviendo del sol.

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