Empezaron aclamándole por sevillanas, cantándole aquello de «algo se muere en el alma cuando un amigo se va» de forma espontánea en la puerta de su casa cuando se enteraron de que «se lo llevaban», a principios del verano, y desde entonces no han cesado ... los homenajes. La despedida que los vecinos de Íllora están brindando a su sacerdote José Luis Ontiveros, trasladado por el Arzobispado después de 26 años en el pueblo, está siendo apoteósica, en el amplio sentido de la palabra e interminable.
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Ovaciones, vivas, lágrimas, comidas de despedida, una misa de homenaje multitudinaria, autobuses de ilurquenses arropándole en la presentación en su nueva parroquia del Cerrillo de Maracena, la declaración de hijo adoptivo del pueblo, un tributo de la banda de música y hasta un himno compuesto por el coro rociero están poniendo a prueba estos días el corazón de don José Luis, un hombre humilde y extremadamente tímido, que siempre huye de protagonismos porque no cree que se los merezca.
Sin embargo, quien siembra recoge y la ola –más bien tsunami– de cariño que ha desatado su despedida le está dejando claro que se ha ganado el reconocimiento y la gratitud de todo un pueblo. Lo dice así el estribillo de la canción compuesta por el coro rociero, que ya se han aprendido los vecinos y han repetido en los distintos homenajes: «José, José, José, José, José Luis, te queremos siempre, siempre, aquí».
Don José Luis Ontiveros (Alfacar, 1959) llegó a Íllora un 16 de septiembre, día del patrón San Rogelio, de 1998 y se despedía el mismo día, tras 26 años en los que su bondad y su entrega al pueblo han conquistado los corazones de los ilurquenses, creyentes y no creyentes. «Al principio tuvimos que acostumbrarnos a que el cura saliera un poco después de la hora a dar la misa, a que leyera las homilías o a que viera blanco, lo que todos le decíamos que era negro», le recordaban entre risas en la monición de entrada de la multidinaria misa de homenaje que ofició el pasado 7 de septiembre. «Pero eso mismo le hizo un corazón de carne y hueso, que no se cansa de decirnos que necesita de todos y que pide perdón en cuanto piensa que ha metido la pata. Por todo esto, por ver lo positivo de todo y de todas las persona, por no temer a mostrase tal cual es, se ha convertido en nuestro pueblo en alguien imprescindible. Es el mejor cura, el corazón más sencillo y servicial, es imprescindible», le leyeron mientras los asistentes no podían evitar las lágrimas.
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Don José Luis entraba por la puerta de atrás y recorría el pasillo de la Encarnación con toda la iglesia ovacionándole en pie. La gente salía por la puerta, literalmente, como solo se ve en los días grandes de fiesta y en las tragedias que han golpeado al pueblo.
La emoción estalló al final de la Eucaristía, cuando se sucedieron los discursos. Por el altar desfilaron representantes de Cáritas, de los catequistas, de los niños, las hermandades, grupos de oración... todos micro en mano dieron las gracias a José Luis «un cura para todos» entre lágrimas y abrazos. También hubo lugar para las risas cuando uno de los jóvenes espetó su cabreo monumental con el arzobispo por llevarse a su cura.
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Cerró las intervenciones el alcalde de Íllora, Antonio Salazar, que en nombre de todos los vecinos expresó el agradecimiento al párroco y destacó que siempre ha estado en las buenas y en las malas. «En los momentos más difíciles es cuando se ven las buenas personas», dijo también emocionado, antes de abrazarle.
Lo volvía a recordar días después desde el balcón del antiguo ayuntamiento, donde acompañó a don José Luis que –como no podía ser de otra manera este año– fue elegido el pregonero de las fiestas de San Rogelio 2024. La plaza se llenó de amigos y vecinos para escuchar al párroco, que pronunció un brillante y divertido pregón en el que reivindicó todo lo bueno del pueblo. «Apreciadlo y valoradlo porque cuando llega el momento de irse cuesta mucho», exclamó el sacerdote, que se reconocía «superado» por tantas muestras de cariño.
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Esa misma noche el alcalde anunciaba que propondrá al pleno municipal el nombramiento de don José Luis como hijo adoptivo de Íllora. Una moción que a buen seguro logrará el consenso de todos los grupos políticos y eso en Íllora sí que es obrar un milagro.
Este lunes, la banda de música y la coral San Rogelio se unían a los homenajes durante la celebración del día de San Rogelio. Don José Luis se despedía, 26 años después, en el mismo día en el que llegó al pueblo entre las oraciones de los vecinos que piden para que en la parroquia de San Juan de Dios, en Cerrillo Maracena, quieran a su cura tanto como le quieren en el que ya será para siempre su pueblo.
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