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Robby y Sonja se cogen de la mano en la terraza de la última planta y miran hacia el horizonte, que se extiende ante ellos como una enorme pintura enmarcada en la pared. Los brillos del pantano. Los cantos del valle entre las montañas. El mar de naranjos arropando los tejados del pueblo. El sol atravesando el cielo de un brochazo. «¿Esto es para amor, no?», sonríe Sonja, que hace ocho meses no hablaba ni una palabra de español. «Sí –se responde ella misma–. Esto es para amor».
Béznar tiene poco más de 300 habitantes, pertenece al municipio de Lecrín y su seña de identidad son los mosqueteros que cada año llenan de pólvora las calles del pueblo. Pese a que Béznar es la puerta de entrada a la Alpujarra y está justo a medio camino entre Granada y la playa, nunca había tenido un hotel. Hasta ahora. «¡Es el primero!», exclaman a la vez Sonja Hensen y Robby Verjans, la pareja de 49 y 52 años que abandonó Bélgica en octubre de 2023 para construir un sueño: Casa la Perla.
El hotel, en plena construcción, está en la calle Juan de Austria, muy cerca de las primeras casas de la calle Real, la vía que cruza todo el pueblo. El edificio de forma piramidal cuenta con 1.200 metros cuadrados repartidos en cinco plantas con siete habitaciones y un apartamento privado donde vivirán los dueños. En la planta de entrada habrá dos habitaciones grandes, una adaptada para minusválidos, comedor y recepción. Si bajamos, en la planta menos uno habrá un pequeño jardín a un lado y, al otro, la sala de ocio –bar, dardos, billar– con la piscina, en donde los huéspedes podrán bañarse con vistas al pantano. Y, en el sótano, el aparcamiento.
En las plantas de arriba se reparten el resto de habitaciones, todas con baño individual y vistas espectaculares. «En el tejado vamos a poner placas solares –indica Robby– y los muros son de un grosor de 36,5 centímetros, perfectos para frío y calor». «Queremos una casa verde», añade Sonja. «Una casa –sigue– que respete y no desentone con todo lo que rodea». La apertura de la Casa la Perla está prevista para el verano de 2025, aunque no con todas las habitaciones disponibles. «Iremos poco a poco. Primero una zona, luego otra». El presupuesto estimado para toda la obra es de 1,3 millones de euros. «Aunque este agosto esperamos tener un dormitorio listo... que estamos cansados de la caravana».
Los ladridos de Zita se escuchan desde lejos. «Es la vigilante de la obra», ríe Robby. «También está Tiger, un gato. Los dos son belgas». Robby y Sonja instalaron su caravana en el terreno donde están construyendo el hotel. «Llegamos en octubre y en invierno, bien. Con calor... uf, a ver si terminamos la habitación». Los vecinos han acogido el proyecto como si fuera suyo, haciéndoles partícipes de todas las riquezas del pueblo. «Cada día traen regalos. Un día dejan naranjas. Otro, tomates. Y así desde el primer día. Son muy amables», dice Robby, conforme saca el móvil para mostrar algunas imágenes del proceso de la obra. «Estamos mostrando cómo cambia esto en Instagram, por si queréis ver», apunta Sonja. Entre las fotos y los vídeos del móvil, aparece una imagen de la pareja con sus respectivos hijos. Fue tomada allí mismo, hace meses, cuando decidieron cambiar por completo su vida.
¿Cómo llega una pareja belga a Béznar? Sonja era administradora y Robby constructor. El hijo de Sonja, de 19 años, es militar. Y la hija de Robby, de 18, estudia Biomedicina. Ambos viven en Bélgica. «Nos enamoramos después de los divorcios –cuenta Sonja–. Estábamos cansados de aquello, queríamos cambiar de vida... entonces fue cuando Robby me dijo ¿por qué no nos vamos a España?». Sonja vivió en Murcia en 1997 y, desde entonces, siempre hablaba de nuestro país «con envidia». «Veníamos con la caravana y pasamos por Béznar. Fue casualidad. Vimos el sitio y dijimos es aquí. Sí, era aquí. Y aquí fue. Aquí es nuestra nueva vida».
Lo cierto es que Sonja y Robby pretendían construir una casa familiar, pero cuando el arquitecto vio el terreno les advirtió que, si querían, «aquello se podía exprimir mucho más». «¿Por qué no un poco más grande y probar? Y probamos», ríen ambos.
El primer hotel de Béznar abrirá «para todo el que quiera». «Está a 30 minutos de la playa, a 30 minutos de Granada, a una hora de Sierra Nevada, al lado de la Alpujarra... Y tiene el pantano a 300 metros, que es precioso y hay muchas actividades». Ademas, la pareja quiere devolver al pueblo todo el cariño recibido y tienen muchos planes a la vista. «Por ejemplo, vamos a poner una churrería para los huéspedes y para los vecinos que quieran».
En lo alto del hotel hay dos banderas ondeando al viento: la de España y la de Bélgica. Por la calle, Manuel y Nicolás pasan por la puerta y saludan alegres. «En Bélgica nadie dice buenos días. Nada más que por eso ya está bien el cambio», bromea Sonja. La pareja, con la piel tostada y los ojos cristalinos, camina por la planta más alta, imaginando cómo será el día en que por fin abran sus puertas.
¿Y el nombre, Casa la Perla, por qué? «¿Por qué? ¡Porque es una perla!», exclama Robby abarcando con sus brazos el hermoso paisaje. Luego, sonriente, agarra la mano de Sonja y juntos miran hacia el horizonte. «¿Esto es para amor, no?», dice ella.
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