Inés Gallastegui
Granada
Martes, 23 de julio 2024, 00:18
Se acabó el insomnio para María Elena y su familia. El pasado viernes, dos biólogos especializados iniciaron, por encargo del Ayuntamiento de Güéjar Sierra, el traslado de una colonia de ranas desde una charca ornamental a la entrada del pueblo hasta la cola del pantano ... de Canales, su nuevo hogar. Anoche tenían previsto culminar su tarea, pero ya el fin de semana los residentes en las viviendas contiguas al pequeño parque lo han agradecido.
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El Ayuntamiento construyó en 2019 esta zona verde en Las Olivillas, con la intención de crear un lugar de encuentro en torno al agua –hay dos bancos mirando a la alberca–, con sus nenúfares y sus lirios amarillos, bajo la cascada que resuena desde una reproducción del emblemático puente de la Vegueta del antiguo tranvía de Sierra Nevada.
Pero las ranas llegaorn a la charca y se convirtieron en un problema. El croar de unas pocas puede ser agradable; si son demasiadas, puede ser insoportable», reconoce el concejal de Medio Ambiente, Pachi Gervilla.
«El viernes limpiamos la lámina de agua de las especies vegetales invasoras, como las eneas, y comenzamos a coger una a una las ranas. Hasta ahora hemos capturado doce, entre ellas algunos de los machos más grandes, que son los más ruidosos, y se nota que ya han bajado los decibelios», resaltaba ayer Juan Ramón Fernández, miembro de la Asociación Herpetológica de Granada y conservador de, entre otros, los jardines y las albercas de la Alhambra.
«Tengo que dar las gracias al concejal y a los biólogos, porque se ha notado muchísimo», explicaba aliviada María Elena. Su vivienda está en un primer piso y las ventanas de los dormitorios y el salón quedan a apenas tres metros de la charca.
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«Al principio era soportable, pero cuando la colonia empezó a crecer, el sonido era tan estridente que no podíamos dormir», indicó la vecina. Este mayo, los machos comenzaron, como todos los años, a entonar su serenata, que se prolonga desde el anochecer hasta el amanecer, y la pareja y sus dos hijos desplegaron su estrategia habitual de defensa –tapones en los oídos y persianas cerradas–, pero, con la llegada del calor intenso del verano, la necesidad de abrir las ventanas hizo la situación insufrible: «No podíamos más; mi marido y yo nos levantamos a las cinco de la mañana para trabajar y nos pasábamos las noches en vela».
su sueño ha estado marcado por las costumbres reproductivas de la rana verde común ('Pelophylax perezi'), una especie muy abundante que no está en peligro de extinción ni, por tanto, disfruta de ninguna protección especial. Los machos croan, tanto de día como de noche, para conquistar a las hembras: a más volumen, más atractivos resultan y más posibilidades tienen de fecundarlas.
«Su objetivo es superponer su voz a la de otros machos», explicó el biólogo, quien recordó que, , la fecundación es externa, es decir, se produce en el agua. Una vez seducida, la hembra se deja montar por el macho, que suelta el contenido de su cloaca –el esperma– sobre los óvulos que expide ella. Los huevos fecundados se quedan en el agua hasta su eclosión como larvas, los conocidos renacuajos.
El proceso de captura sin dañar a las ranitas no fue sencillo. «Los primeros lances son fáciles, pero luego se resabian», aseguró el biólogo Juan Pedro Cámara. Para empezar, hubo que apagar las farolas de la zona. Armados con una linterna, los zoólogos las deslumbraban, las cogían con un salabar y las metían en una red anudada al cinto. Después las trasladaban en un transportín a su nuevo hogar.
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«Creo que ellas también van a estar mejor en Canales», aseguró María Elena, tras recordar que, dada la cercanía de la alberca a la carretera, muchas ranitas acaban atropelladas. «Además, era mejor trasladarlas antes de que alguien tomara una decisión drástica y echara algo al agua para matarlas», añadió,
Anoche, la caza y captura de la rana verde despertó cierta expectación en el pueblo. Tras el anuncio del Ayuntamiento de su intención de trasladar la colonia, a través de IDEAL, dos equipos de televisión siguieron al detalle toda la operación, lo que a su vez atrajo la curiosidad de los vecinos. Cuando las cámaras se fueron, los biólogos y las ranas se quedaron solos, casi a oscuras, casi en silencio. Solo de rato en rato se oía el croar de un macho enamorado.
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